Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
A la pregunta sobre los retos que le espera a la minería en el 2016, agradeciendo la invitación y abordando lo que tiene relación con la pequeña y mediana minería, me asaltan inquietudes que no son las del adivino ni menos las del nigromante en éxtasis, sino la del observador simple y llano. Así las cosas.
A la pregunta sobre los retos que le espera a la minería en el 2016, agradeciendo la invitación y abordando lo que tiene relación con la pequeña y mediana minería, me asaltan inquietudes que no son las del adivino ni menos las del nigromante en éxtasis, sino la del observador simple y llano. Así las cosas.
Observo un reto por parte de los mineros: consolidar su organización a nivel nacional de modo que, como una fuerza social propositiva que ha sido, aporten de su vasta y vital experiencia para resolver los tira y afloje de un tema que tiene ínsitos los componentes social, cultural, técnico, étnico en gran parte del país, antropológico y hasta hace parte de hombres con una sicología que le es propia. Más allá de una larga guerra por la apropiación de los bienes terrenales del hombre acá hay un tema de reconocimiento como seres que tienen en la minería no solo su subsistencia sino su modo de estar y de ser en el mundo. A quien más debe interesarle contar con un sector sólidamente organizado es al gobierno, de cara a tener interlocutores representativos con peso específico en las comunidades mineras, con los pequeños y mediano empresarios y con fuerte ascendente en las áreas mineras, en las que, por demás, la presencia del Estado es más bien poca.

Observo otro reto que ya lo ha sido: que la formalización pase a ser realidad, fundamentada en la realidad y que cambie la realidad actual que a nadie sirve. Los mineros tradicionales, los pequeños y medianos mineros de Colombia, vienen clamando por ser reconocidos. Llenar de contenido real más que axiológico, ese concepto del reconocimiento es nada más que poner en práctica lo que en el discurso tanto se predica pero poco se aplica, inclusión social. Lo contrario es ir en contra de la realidad verdadera e histórica que nos muestra que este es un país minero, construido por mineros, pagada su emancipación de España por mineros y fundada pueblo a pueblo por mineros. La Política Nacional para la Formalización de la Minería en Colombia la conocí en tiempos de Amilkar Acosta Medina, existe, debe ser ajustada, en ella se esboza la urgencia de proyectos de fortalecimiento técnico, asociativo y empresarial. Pero la formalización a la que se apunta ahora es la de la destrucción y, como señalaba el secretario de la Confederación minera “No menos de cinco ministerios expiden decretos, resoluciones y modifican leyes casi a diario para impedir que la legalización o formalización al amparo de un título minero sea una realidad. Han extralimitado funciones, se han abrogado el derecho de legislar, le han dado un golpe de estado al Congreso de la República, han convertido en Autoridad Minera hasta el policía de la cuadra.” Esa vía, esa apuesta, excluye, ahonda los problemas y aleja las salidas. Hete ahí un buen reto.
Al gobierno nacional le queda un reto y es el de ser más auténtico, más creativo y menos incendiario. Dejar de estigmatizar al sector de los pequeños y medianos mineros le permitirá que estos crean en las instituciones y acudan a sus llamados a la legalidad. No es bien visto que sembrando paz estemos aun con lenguajes y tonos que creíamos se habían ido al Ubérrimo. Los mineros saben lo que son y lo que representan en las economías locales y los insultos y las amenazas del gobierno no creo que los vaya a amilanar o que eso le aporte a resolver la cuestión.
Un reto que le vale al gobierno en todas las materias es superar la falta de sincronía entre los ministerio que se relacionan con el sector. Las buenas intenciones de uno pueden verse afectadas por decisiones de otro. La complejidad de este tema amerita un diálogo interinstitucional que conviertan al sector en la locomotora para el desarrollo que alguna vez deliró el Presidente y que, si no fuera porque el asunto se silenció, fue un sueño fracasado, un discurso fallido, una alternativa sin sustento, fue un embuchado, un aparatoso vehículo para el progreso que no arrancó.
El reto de todos es hacer minería sustentable y convencer al país no-minero que sí se puede. Es un reto que no admite concesiones ni sesgos, porque lo que se ha visto es que las afectaciones ambientales de los pobres son la hecatombe, mientras que las de la mega minería son apenas atisbadas en lontananza por los órganos de control. Un ejemplito, los impactos de los indígenas del Vichada que dragan el cauce de los ríos con balsas rústicas y artesanales a una profundidad de no más de cinco metros son mostrados como daños irreversibles acompañados de la espectacularidad de unas acciones militares desproporcionadas. Abrazar con seriedad los compromisos ambientales con la humanidad y las generaciones por venir, es un reto inaplazable, pero no para hacer de esta tarea un frente de guerra que cambie el escenario belicista que hemos vivido.

Por último, y para no atosigarle, amable lector, creo que un reto es que los mineros de pequeña y mediana escala, de la mano del gobierno nacional se sienten a dialogar. Hay un vacío ahí que se puede salvar con un poco de sentido común. Si uno tienen mucho capital otros tiene mucho saber, si unos cuentan con maquinaria para explorar otros han explorado desde la experiencia o por métodos heterodoxos, si unos no están interesados en unas áreas puede ser que las mismas sirvan a otros, si a unos les sirve unos tenores a otros no. Por decir que esa expresión de la sinergia manida y desgastada por el abuso, sea lo que es, cooperación. Un país para que avance tiene que procurar cambios en su alma colectiva. Y sobre la minería de los pobres, la de los medianos mineros nacionales hay no poca antipatía y una ojeriza malsana, una bronca, que los tiene como los malos del paseo, las alimañas que hay que exterminar. Hay que convocar la generosidad, la inclusión, superar barreras, ser dialogantes, sabernos distintos, ayudarnos entre todos, dejar la mezquindad que el mundo no es de unos cuantos, y … !echar pa´lante juemadre¡