Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Lo importante de esta reflexión es que nos trajeron de África para labores mineras, para herir la tierra, para enriquecer a otros, pero nosotros convertimos este territorio en despensa de vida, de cultivos de pancoger, de medicina y cultura.
Fanny Rosmira Salas es una dirigente de comunidades negras que fue invitada a la Audiencia sobre Autoridad Central y Entidades Territoriales en Explotación del Suelo y Subsuelo, convocada por la Procuraduría General de la Nación que se realizó el 30 enero 2018. Me llamó emocionada por la invitación, pero preocupada porque le estaban pidiendo una ponencia. “Es que yo soy de tradición oral, yo hablo, poco escribo”, me dijo. Yo seguía su discurso y su acción cuando fue representante legal del Consejo Comunitario Mayor del Medio Atrato (COCOMACIA), entre los años 2012 a 2016. De manera que le propuse que conversáramos y que le podía ayudar a escribir. El siguiente es el texto donde se plasman sus ideas centrales:
Mi nombre es Fanny Rosmira Salas Lenis. Soy del medio Atrato chocoano. Y tengo 500 años. No se sorprendan. Tengo la edad de las primeras personas que vinieron a Colombia en calidad de esclavizados. Fuimos arrebatados de nuestras familias, de nuestra madre tierra, África, para ejercer labores de minería con el látigo en nuestras espaldas, al sol pleno y con lluvia, con paludismo y fiebres, obligados a arañar la tierra, pues Europa necesitaba con urgencia oro con mano de obra gratis, ensangrentada y moribunda.
Con los excedentes de nuestro trabajo esclavizado se edificó la era industrial. En Europa reyes y nobles vivían en la opulencia, mientras a nosotros ni siquiera se nos consideraba humanos. Es la mayor vergüenza de lo que llaman civilización de Occidente, y de lo cual no han pedido perdón y menos pagarnos el dinero que debimos haber recibido por siglos de trabajo. Y son tan sinvergüenzas que hasta nos dicen perezosos, pero fue nuestro trabajo no remunerado lo que posibilitó la financiación de las máquinas a vapor, de los telares ingleses y de la industria europea. Que no se olvide.
Cuando se abolió la esclavitud en 1851, muchos de nuestros abuelos poblaron las riberas del Chocó y del Pacífico. Se fueron de las barracas mineras sin un peso, sin prestaciones sociales, sin salud y sin denunciar a nadie por los atropellos laborales cometidos. Se fueron con la esperanza de que el territorio les proveería de todo lo necesario para vivir y ser comunidad.
Recuerdo a mi abuelo Abelardo Lenis Moreno en el río Bebaramá que se embarcaba en su champa hasta Quibdó en un viaje de cinco días a canalete y palanca. ¿Saben qué mercaba? Sal, querosene y jabón de bola. Nada más, porque no necesitábamos más. Se cosechaba caña, plátano, yuca, maíz, borojó, chontaduro y de proteína abundaba el pescado, había gallinas, patos, pavos y cerdos y carne de cacería. Las casas se hacían de madera y se techaba con palma.
¿Y la medicina? Crecían las plantas curativas que enriqueció el saber de nuestros médicos tradicionales y nos prolongaban la vida.
¿El nacimiento de los hijos? Teníamos parteras que acompañaban a las mujeres durante el embarazo y el parto.
¿Y las fiestas? Pues la caña no era sólo para endulzar, se hacía el viche que nos alegraba la vida.
¿Y para la arrechera? Pues al viche se le agregaban plantas según fuera el frío o el calor, y hoy se venden como botella curada o balsámica, el viagra natural de nuestros hombres.
Lo importante de esta reflexión es que nos trajeron de África para labores mineras, para herir la tierra, para enriquecer a otros, pero nosotros convertimos ese mismo territorio en una despensa de vida, de cultivos de pancoger, de cultura, de productos medicinales.
Hoy el Chocó sigue siendo uno de los pulmones del mundo, a pesar de la economía extractiva que se la ha impuesto, ¿saben por qué? Porque nosotros, comunidades negras e indígenas, no tenemos la voracidad del capitalista que todo lo destruye para enriquecerse. Nosotros somos amantes del Planeta, nosotros somos respetuosos del medio ambiente, nosotros somos creadores y dadores de vida. No somos destructores.
Sobre la explotación del suelo y el subsuelo, déjenme reiterar qué significa el Territorio para nosotros, negros, afrodescendientes e indígenas:
El territorio es Vida y no hay Vida sin el territorio. Es nuestra consigna en el Consejo Mayor del Medio Atrato, COCOMACIA, organización donde me formé políticamente, la que ayudé a construir, donde enseñé a leer y escribir porque hasta los años noventa el analfabetismo en el Chocó era escandaloso (y lo sigue siendo), y a conocer y divulgar nuestros derechos humanos, étnicos y territoriales. ¿Saben cuál fue la chispa para su creación en 1982? La defensa de los recursos naturales.
Desde Bogotá pretendían otorgar permisos de explotación maderera a la empresa Triplex Pizano para arrasar con nuestro entorno. Y dijimos, no señores funcionarios de Bogotá, la vida es primero, los árboles son los proveedores de oxigeno que alimenta nuestra atmósfera y sirve para la preservación de la vida, incluida la humana.
Rosmira Salas: Guerra contra la naturaleza
Ver video: Rosmira Salas: Guerra contra la naturaleza.
Después, siendo una organización campesina, nos autorreconocimos como pueblo étnico y luchamos porque nuestros derechos fueran fundamentales en la Constitución de 1991. Y lo logramos con la Ley 70 de 1993.
El año de 1996 es uno de nuestros peores años. El paramilitarismo entró por el bajo Atrato e impuso la explotación maderera a sangre y fuego. Cientos de muertos y miles de desplazados son prueba de esa crueldad. Sin embargo, logramos el título colectivo de más de 800 mil hectáreas en el medio Atrato.
El otro año de gran perjuicio para nosotros fue el 2001. Se aprobó en el gobierno de Pastrana el Código Minero que hasta hoy nos rige. Pero su contradicción principal es que el Código Minero fue financiado por las multinacionales mineras, especialmente las canadienses. Y allí se legisló en el artículo 37 que, si debajo del edificio de la Procuraduría había oro, había que tumbar el edificio. Según esa ley minera, si debajo del Capitolio Nacional o debajo de la Iglesia del 20 de julio donde se venera al Divino Niño hay oro, hay que tumbar esos edificios, hay que destruir la institucionalidad y la religiosidad., porque la prioridad es la destrucción, quiero decir la minería mecanizada.
Al respecto, nadie dijo nada por 15 años, hasta que la Corte Constitucional se acordó. Pero no porque reconocen nuestro legado como pueblos afros e indígenas, no porque el daño ambiental es irreparable, no porque la contaminación ha llegado a sus máximos niveles y puede haber una condena a nivel internacional. No.
Según entiendo, la sentencia C-273 de 2016 de la Corte Constitucional se da por un asunto de competencias resumidas en tres palabras que poco sé lo que significan: coordinación, concurrencia y subsidiaridad. Lo que sí entiendo es que de resolverse estas tres palabras seguirá la explotación minera mecanizada y por tanto la contaminación de las aguas y del aire, y el arrasamiento del bosque. Es decir, seguirá la muerte de nuestros pueblos, lo que llamamos un etnocidio.
Sobre la pertinencia de la consulta minera a los entes territoriales, incluidos los Consejos Comunitarios, para la exploración y explotación, pues claro que estamos de acuerdo. Es que nosotros somos los dueños del territorio, tenemos el título colectivo, es nuestro futuro, ¿cómo no se nos va a consultar?
Pero algunos dirán que si la minería es de interés general deben las entidades territoriales someterse a la política minera. Pues tengo que decir que no. Que el único interés general aquí se llama la Vida en el planeta Tierra, y la minería y los combustibles fósiles como llaman los entendidos al petróleo y el carbón, están dañando el medio ambiente, están secando las aguas superficiales, están haciendo un gran hoyo a la capa de ozono.
Desde hace muchos años y en el marco de la Ley 70 nosotros estamos organizando el territorio, según nuestros usos y costumbres. Y lo que nos une es la defensa del territorio, su protección y el servicio que nos podemos prestar, de parte de nosotros como personas que usufructuamos su riqueza, y de parte del territorio, recibir nuestras huellas, el cariño y el amor que podemos prodigarle.
Hemos consensuado planes de etnodesarrollo y planes de ordenamiento territorial y ambiental que nos lleve a un mejor vivir, pero por años el Gobierno nacional no ha financiado un peso para su implementación. La prioridad del Estado han sido los planes de desarrollo oficiales que se construyen sólo en el cemento y en la economía extractivista. Y de eso estamos cansados. Entonces nuestra propuesta es que se ejecuten nuestros planes de etnodesarrollo y de ordenamiento territorial y ambiental y nos reconozcan como autoridades en nuestros territorios.
También quiero lanzar una propuesta sobre la minería del oro. Tengo entendido que el oro es un valor y la poca aplicación que tiene es en joyas y algo muy poquito en la industria, según me dicen. Por tanto, si el objetivo de la explotación minera es desenterrar el oro para volverlo a enterrar en las cajas fuertes de los bancos, especialmente en los suizos, y para desenterrarlo arrasan el medio ambiente y envenenan las aguas, pues que se quede en la tierra y se calcule el valor sin extraerlo.
Digamos, por ejemplo, en el Chocó se calcula que hay enterradas mil toneladas de oro, y a eso se le pone el precio, de manera que el subsuelo chocoano pasa a ser la caja fuerte y nosotros sus guardias. ¿Por qué las cajas fuertes tienen que hacer de acero?
Las etnias hemos demostrado que tenemos la clave de nuestra caja fuerte del subsuelo. Nosotros no estamos destruyendo, nosotros posibilitamos la Vida, y si el subsuelo está conservado, pues en el suelo podremos cultivar y vivir sanamente. Esta es la inversión más preciada que podemos hacer los humanos al Planeta.
Quiero terminar diciendo que la Paz no se construye con el extractivismo y con la exclusión de los pueblos étnicos. No señores. La paz se construye con la participación de todos y todas, con el apoyo al Gobierno Propio y Autónomo de las comunidades que hemos apostado por el Territorio y por un ambiente sano y equilibrado, y no mediante el despojo de nuestras riquezas y el envenenamiento de nuestro medio ambiente.