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Cuidado del Cuidador Camacho
El General Eliecer Camacho dirige la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá desde el 5 de enero del 2019. Este facatativeño (cundinamarqués) de 51 años fue el Director de la Región de Policía 1 y fue jefe seccional de investigación criminal.
No me parece bien hacerle publicidad al Estado o a un servidor si uno es su consultor, su asesor o está buscando que lo contraten, pero también tenemos que poner en algún lugar el reconocimiento o por lo menos la confianza, así como la crítica, la denuncia y la descalificación (de corruptos y violadores de derechos humanos) que también son esenciales en la veeduría.
En el caso del General Camacho, hemos tenido la oportunidad de escucharlo con atención gracias al proceso de Cuidado del Cuidador y de la consigna Nada Justifica el Homicidio y da una fuerte sensación de que quiere hacer una buena dirección en Medellín, ser reconocido por un servicio, dejar una huella en la ciudad por un alivio de la violencia. El problema de homicidio de Medellín no se arregla en 5 meses y no lo va a arreglar la Policía sola.
El primer acuerdo tiene que ser que la Policía no agrave el problema, contar con un director convencido de que proteger los dd.hh y tener a los jóvenes populares también como objeto de protección, es entender que el fin no justifica los medios, es no dejarse desesperar.
Yo le creo al general Camacho cuando dice que puede mantener el acuerdo sobre lo fundamental -Nada Justifica el Homicidio-, pero lo hago por estar convencido que hay oficiales con un concepto claro del honor, que tenían un sueño y una vocación importante al entrar a la Policía y que es un trabajo supremamente duro y difícil que requiere de una disciplina y una tenacidad inhumana (un trabajo que nos olvidamos de diseñar en escala humana).
Se puede tener una lucha contra la impunidad y a la vez evitar homicidios, se puede ser inflexible con la ilegalidad y a la vez respetar los derechos humanos, de hecho es fácil de encontrar que en escenarios de mayor violación de derechos humanos, hay mayor corrupción.
Es muy polémico hablar de cuidar a un patrullero, de acompañar a un oficial con lo duro que ha enfrentado Medellín y Colombia, los traumas con un Estado que claramente también ha sido asesino (que en términos hegelianos debería entenderse como suicida o mazoquista extrema, de esos que son capaces de amputarse), pero estamos seguros que no nos podemos autoexcluir del desarrollo de nuestra Policía.
Ojalá al General Camacho le vaya bien y le ayude cada vez tener una ciudadanía mejor informada porque así como no se puede retroceder ni un milímetro en la veeduría, también hay que calcular, imaginar y exigir cómo es el puesto de director de la Policía en el Valle de Aburrá, porque en la medida que se vuelva imposible y mientras más riesgoso sea, menos factible es que llegue un General honrado y con inventiva. Así como la Comuna 13 ha sido castigo para uniformados, Medellín también podría volverse en la Metropolitana a la que todos quieren sacarle el cuerpo.
La Policía en Colombia tiene unos códigos o una cultura institucional muy clara de no renunciar, no amilanarse. Siendo una Policía con muchos procedimientos (que han impedido que en nuestro contexto colpase) los oficiales no están dispuestos a cumplir cualquier orden pero sí a no chistar con cualquier indicador establecido y formal. Si en la línea de mando se le dice que hay que dar con una captura, o si hay un indicador de reducción de un delito o de normalizar una zona, eso no ofrece mucha discusión, se hace lo posible y luego ya se explicará porque no se cumplió, se recibe “el barillazo”.
Sería interesante pensar si Medellín es el peor lugar para ser director de Policía o la peor Metropolitana, “un quemadero”. No necesariamente porque la ciudad sea la más violenta, sabemos que Medellín ya no está entre las 50 ciudades más homicidas de Latinoamérica y hay tres ciudades en Colombia que sí.
Medellín puede ser igual la ciudad más difícil, la más problemática. Aunque hemos insistido en que el homicidio es la prioridad, no necesariamente las ciudades más homicidas son las más violentas, tampoco las más ilegales o las más mafiosas, hay factores de control territorial de miedo y -en especial- culturales que agravan las cosas. De alguna manera Medellín con todo su Valle de Aburrá tiene una sobreexposición mediática, los peores problemas de la clase política, tiene minorías profundamente críticas o radicales y una mayoría ciudadana que es difícil de articular para luchar contra la ilegalidad o la impunidad.
En Medellín es grave el relacionamiento de la Policía con jóvenes populares y con consumidores de drogas. Esto no es tolerable pero nos toca entender cómo funciona la Policía y por qué está ocurriendo eso. Aunque hay problemas muy lentos y difíciles de resolver -que no los trajo el actual General- es importante trabajar sobre el ejemplo, lo simbólico y el cambio de hábitos que puede originar el Servicio de Policía, allí donde es más necesario -en la periferia- y en la protección de los que están matando -a los jóvenes excluidos-.
Va a ser objetivo de otra columna hablar del “secuestro de la Policía por la clase política”, de los problemas de la mediatización de la política y de los cálculos electorales para que en la cadena de mando un general reciba órdenes que interrumpen cualquier proceso juicioso y que hacen imposible gerenciar el problema o el riesgo.
La reducción de homicidios de Medellín no es sólo con la Policía, pero tiene que ser con la Policía y tenemos que acordar un proceso largo y profundo donde la morada material de la protección y la de impedir tragedias en el corto plazo, se relacione con un cambio cultural que venza al fenómeno en el largo plazo.?
Fuentes:
https://www.policia.gov.co/medellin/comandante http://seguridadjusticiaypaz.org.mx/files/Metodologia.pdf