Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La vida de las personas Lgbti se ve afectada por situaciones familiares y sociales. En este aislamiento, dichas situaciones se agudizan y es posible ver cómo las condiciones emocionales y económicas cambian, y la orientación sexual comienza a pesar.
Hace cuatro años y medio decidí comenzar a vivir sola, no porque tuviera en mi casa problemas de exclusión por mi orientación sexual, sino porque sentí que era el momento de aprender y vivir con independencia. Debo confesar que el tiempo que les costó a mis padres entender mi forma vivir las experiencias erótico-afectivas fue de años; esto lo digo porque agradezco de ellos el deseo permanente de amarme cada día por ser quien soy.
En este tiempo me he cruzado con algunas situaciones que me han hecho entender que vivir en propiedad horizontal siendo sexualmente diversa no es tan simple, y que hay muchas cosas que, por no generar entropía, tiende una a callar: malos comentarios del personal de la seguridad, vecinos que sin ninguna razón cambian su comportamiento y en algunos casos comienzan una batalla de Troya contra una, cuando se les hace evidente que se pertenece a una comunidad, diría que la Lgbti, pero hoy más que nunca, simplemente la enunciará como la comunidad de la fluidez sexual, afectiva e identitaria; de esto último viví mayores dosis en el momento en que compartí mi espacio, por unos seis meses, con una mujer con la que tuve una relación. Hace poco experimenté una situación poliamorosa, y siento que algunas personas vecinas se sintieron incómodas también.
Hoy quiero levantar mi voz en el aislamiento, pues este nos llevó a encerrarnos en esos lugares donde difícilmente nos saludan en una zona común, así sea solo al transitarlas para bajar la basura o comprar provisiones. Nuestros pares están lejos, digo nuestros pares, porque las personas de nuestra comunidad o amigos y amigas de la misma, difícilmente están cerca. Pero ante esta situación, y leyendo a quienes conozco o me conocen en redes, me tomé la tarea de hacer sentir también su voz por medio de mis letras.
Nos quieren evangelizar o nos obligan a rezar
Me encontré con un par de casos que quisiera destacar. El primero es el de una joven que vive con su familia, ella cataloga a sus miembros como católicos radicales. La chica “A”, como le llamaré, me contó que desde que tiene diez años vive con sus abuelos, tres tías y algunos primos; sus padres viven en otro municipio con su hermano. Para sus tías “la pandemia es un castigo de dios porque la homosexualidad está dañando el corazón de los jóvenes”, y es por esta razón que la obligan a rezar todos los días. “A” no ha parado de llorar en este tiempo, y pese a que sus padres la invitan a que se haga la de los oídos sordos, es injusto para ella vivir día a día con este suplicio.
Un caso similar es el de la chica “B”, como la llamaré. “B” sintiéndose muy sola decidió pasar esta contingencia con personas cercanas, en este caso, la abuela de su amiga, la ha abordado en varias ocasiones con el tema de la homosexualidad. La señora es de religión evangélica y literalmente “B” siente que la quiere evangelizar.
La dicotomía de este caso es, si es preferible estar sola o ser víctima de un acoso inconsciente por parte de la señora; no obstante, para algunas personas, la soledad también es una situación difícil llevar, por lo que eligen padecer situaciones parciales de acoso. Para otras no es opcional, están confinadas con familiares o personas conocidas que las incomodan con la conversión de manera recurrente. En la vida natural, la que entiendo antes del aislamiento, se puede estar por fuera gran parte del tiempo sin exponerse a situaciones de violencia fáctica o simbólica. Claro está nadie debería tener que vivir esto solo por su orientación sexual.
La pandemia prioriza a las empresas familiares, pero ¿a qué tipo de familias?
Contaré aquí, el caso de “C” y “D”, una pareja de amigas cercanas, que ven que la mayoría de las marcas están mostrando a sus empresas, como empresas familiares en las que, al contar sobre las vidas del padre, la madre, el hijo, e incluso las mascotas si las hay, sensibilizan a sus seguidores.
Lo anterior, mostrando que detrás de esa marca hay una familia que se construye y que la situación económica del día de hoy la afecta de manera coyuntural. “C” y “D” sienten que, si hicieran lo mismo, el acoso digital se habría evidente y lastimosamente hasta podrían perder clientes frecuentes, tal como lo expresa “C”, “nuestros seguidores no aceptarían eso y en lugar de resultar siendo una estrategia positiva, pues sería un reverso aún mayor para la marca”.
En este caso, el closet frente a la orientación sexual se ha hecho más grande para personas que hoy podrían a través de la exposición de su vida familiar apalancar su economía y su marca, y hace pensar que nuevamente existe un poco de esa ciudadanía de segunda clase que le da mayores privilegios a quienes se encuentran dentro de las lógicas heteropatriarcales.
La cuarentena nos volvió al closet
Para “E”, uno de mis mejores amigos y “F” una conocida de redes, regresa la incomodad por expresarse gay o lesbiana en su escenario familiar y frente a sus padres. Sus conversaciones se ven limitadas, su vida social altamente expuesta y la limitación frente a la expresión de sus formas erótico-afectivas comienza a generar estrés emocional. La sensación permanente de incomodar a sus padres se hace latente, y no poder hablar con sus ligues o pareja, los hace sentir con ansiedad y “perder un poco la cabeza”.
Estas tres situaciones que he expuesto, son tan solo un brochazo de lo que significa estar en el aislamiento cargando consigo la realidad de ser y sentirse sexualmente diverso/a. Y son solo unas situaciones en lo referido a la orientación sexual, habrá también todo un derrotero si vinculamos el transito sexual y de género, la intersexualidad, las personas Queer, entre otros actores. No obstante, sí es suficiente para exponer cómo hoy los derechos de nuestra comunidad siguen sin ser garantizados de manera efectiva, mostrándonos cómo las ideologías, los paradigmas, la idiosincrasia y los valores conservadores continúan atetando contra nuestra esencia y restándonos tranquilidad emocional y salud mental.
Es claro que muchas de las personas que son y se declaran con una orientación distinta a la heterosexual vienen sintiendo una carga que se suma a la carga colectiva derivada de la situación del aislamiento por el covid-19. Siento que es un gran momento para repensarnos, para cambiar muchas prácticas, para entender que la vida que hemos construido se transforma coyunturalmente y es el momento para comenzar a entendernos distinto.
Apoyar a esas familias diversas también a sopesas la crisis, a apoyar marcas de familias diversas, a respetar la orientación sexual superando el paradigma religioso, a vernos más como lo que somos y menos como las “etiquetas” que nos ponemos, es momento para abrazar nuestra humanidad.