Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Aunque el Scretario de Seguridad anunció un nuevo programa para jóvenes en riesgo, la incapacidad de los programas públicos para llegar a esta población es manifiesta. Las víctimas de homicidos se han concentrado en jóvenes pobres, excluidos y de periferia.
El Secretario de Seguridad de Medellín, el 28 de agosto de 2018 en una invitación de Medellín Cómo Vamos, planteaba que “60 mil jóvenes se encuentran en riesgo en Medellín. De esos, 4.800 pueden estar cerca a ser sometidos o ser parte de estructuras delincuenciales. “En esa reunión, donde Casa de las Estrategias estuvo junto a otras 30 organizaciones o instituciones, el Secretario anunciaba un nuevo programa para jóvenes en riesgo.
Medellín parece haber quedado huérfana de programas para darle salida a los jóvenes de pandillas y redes criminales, desde el fracaso de Fuerza Joven en la administración de Alonso Salazar. En todo caso, desde entonces y desde mucho antes, todos los alcaldes y los voceros de seguridad hablan de oportunidades para jóvenes en riesgo -como trabajo y educación- y de prevención -desde el deporte y sobre todo desde el arte-.
Hay un problema técnico de no alcanzar a llegar a ese pequeño espacio, de bases de datos y esa forma de captar y convocar que no alcanza a llegar a un 10% del territorio de las principales comunas populares y que en un barrio al que llega no logra contactar ese 3% o 5% de jóvenes y adolescentes del que están compuestos los ciclos de las identidades llamadas “combos” y que necesitan manipular un seudoempresario criminal.
Esa técnica, o esa falta de técnica, para llegar al“joven en riesgo” tiene que ver con una prisa y esa prisa siempre va a ir de la mano de un reduccionismo del joven de periferia.
En la red en Latinoamérica de Instinto de Vida -con distinto tipos de organizaciones que trabajan el homicidio- tenemos claro que el perfil de la víctima de homicidio suele ser un joven pobre, excluido y de periferia, y que al ser ellos invisibles, sin voz y sin redes de apoyo el problema tiende a aminorarse, a no tratarse de forma integral y a no tener un lugar prioritario en la agenda pública.

El problema del “riesgo” -o mejor la probabilidad de ser manipulado o violentado- para los jóvenes de periferia en Medellín es de encapsulamiento territorial, de guetos, de una suerte de tradición donde un grupo se renueva y se reajusta a una red criminal -determinando que el grupo criminal no está en un vecindario sino que un vecindario esta dentro de este-.

Una política pública tiene que romper este encierro, hacer más móviles los adolescentes de las periferias pobres de Medellín y a la par lograrles nuevas redes protectoras y un nuevo derecho a la ciudad. Pero la perspectiva de esto tiene que ser también comprendiendo las metas del adolescente y su aparato emocional (y no formulando las metas que estos deberían de tener).
A muchos adolescentes en Medellín los paraliza el miedo y los debería de movilizar el placer.
