Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La cuarentena nos ha dejado varios aprendizajes sobre la agricultura y la alimentación así como la oportunidad de abrir un diálogo amplio y democrático para responder como país a los retos que vienen después de la pandemia.
Pocas veces hemos estado tan pendientes de las dinámicas y procesos que traen los alimentos a nuestra mesa. Durante las semanas que llevamos de cuarentena hemos visto las diferentes partes que componen nuestro sistema agroalimentario. Desde los campesinos que no han parado de trabajar, la labor de los transportadores de alimentos, el importante funcionamiento de plazas de mercado y supermercados, hasta ruedas de prensa de la Vicepresidenta y el Ministro de Agricultura en Corabastos.
Esto nos ha dado la oportunidad para ver una radiografía general de nuestro sistema agroalimentario, y nos permite identificar una serie de aprendizajes sobre la agricultura y la alimentación. Algunos aspectos quizás los sabíamos, tales como la centralidad de los campesinos en la producción, pero se han hecho más evidentes en estas semanas. Otros aspectos son más nuevos como las compras directas que se están configurando entre consumidores y campesinos, y es importante prestar atención a su evolución en las semanas y meses que vienen.
Entre muchos otros aprendizajes que se podrían analizar, comparto cinco que considero centrales, pues nos ofrecen oportunidades de abrir un debate nacional sobre el futuro de la agricultura y la alimentación en Colombia después de la pandemia.
1. Los campesinos son imprescindibles en la producción de nuestros alimentos
Este es uno de los puntos que no son tan nuevos. Hace tiempo se ha llamado la atención sobre la gran participación de pequeños productores en el abastecimiento de alimentos a nivel nacional. La situación actual los han hecho más visibles, y sobre todo, más imprescindibles que nunca.
La paradoja es que, aunque las comunidades campesinas son un sector de suma importancia para la economía en Colombia, son al mismo tiempo las comunidades más pobres que tiene el país. Como lo anoté en un artículo anterior, en las zonas rurales hay bajo logro educativo, menor acceso al agua potable y prima el trabajo informal, entre otros indicadores que muestran lo desfavorecida y vulnerable que es la población rural del país.
El gobierno nacional anunció un paquete de 1.5 billones de pesos en créditos para agricultores, pero como indica el Censo Nacional Agropecuario, solo el 10% de los productores a nivel nacional solicita crédito. ¿Qué pasa entonces con el 90% que no solicita crédito? ¿Qué soluciones y apoyos se pueden ofrecer a pequeños productores más allá del crédito? Las soluciones específicas para los productores más marginalizados al parecer todavía están en etapa de diseño.
Además de las soluciones de emergencia que se ofrezcan en respuesta a la pandemia, este momento nos brinda la oportunidad para que el país le dé la importancia que se merecen los pequeños agricultores, y se diseñen políticas públicas integrales de apoyo y fortalecimiento a la producción campesina.
2. Se están abriendo paso nuevas formas de consumo que acercan a productores y consumidores
La cuarentena ha modificado nuestros hábitos de consumo. Aunque en los momentos iniciales de la cuarentena se disparó el acaparamiento de alimentos y las compras desmedidas, se ha podido evidenciar un nuevo fenómeno.
Gracias a los grupos de WhatsApp y redes sociales se han realizado llamados para apoyar a campesinos y pequeños productores quienes han tenido problemas comercializando sus cosechas en medio de la crisis. Por ejemplo, hace unos días tuve la oportunidad de pedir por WhatsApp fresas de los campesinos de Subachoque las cuales recibí a domicilio unos días después. Varios amigos y conocidos han aprovechado esta oportunidad y también me contaron que han comprado champiñones, arepas y mercados variados.
Así mismo, las plazas de mercado de Bogotá están haciendo domicilios gracias a la circulación de un documento con la plazas y los locales en cada una de ellas, dando lugar a un consumo más directo. La Secretaría de Desarrollo Económico de Bogotá también anunció un plan piloto de mercados campesinos móviles, una iniciativa que traerá alimentos provenientes de la región central a varios sectores de la capital. En otras ciudades también se están promoviendo iniciativas para acercar a productores y consumidores.
La cuarentena nos ha mostrado que existen y se pueden consolidar otras formas de consumo que acercan a productores con consumidores. Estas dinámicas, en su mayoría espontáneas y estimuladas por el espíritu de solidaridad, abren oportunidades para conectar de otras maneras más directas al productores y consumidores.
3. Los alimentos también dependen de una compleja red de logística y de transporte
Todo el proceso para que los alimentos lleguen a nuestra mesa depende de una compleja red logística y de transporte. Esta red va desde la cosecha de los alimentos en las fincas, su almacenamiento, transporte y distribución.
Debido a las restricciones impuestas por cuarentena a la movilidad, el gobierno nacional ha tenido que tomar medidas para facilitar el transporte de alimentos hacia los centros de abastecimiento. Algunas de las medidas que se han tomado incluyen garantizar la movilidad en el transporte de alimentos, rebajar al precio de la gasolina y eliminar el pago de peajes. El gobierno nacional también ha hecho un esfuerzo para que los servicios de restaurante y mantenimiento de vehículos en las carreteras estén abiertos para los transportadores.
Otro aspecto importante en materia de logística y transporte es la movilidad de trabajadores rurales. Por ejemplo, para la cosecha de café que está empezando en 600 municipios, se estima que se necesitan 150.000 recolectores de café a nivel nacional. En ese sentido, la Federación Nacional de Cafeteros, está coordinando con los ministerios de Salud, Agricultura y Transporte, formas para que trabajadores rurales puedan desplazarse hasta las fincas cafeteras manteniendo los protocolos de prevención del contagio, y garantizando que se pueda cosechar el café.
Este escenario ofrece una oportunidad para repensar las redes de transporte y logística, pues nos permiten ver la distancia que viajan los alimentos y la logística que ello implica. Quizás es hora de atreverse a pensar en la descentralización de las cadenas de abastecimiento alimentario y fomentar los circuitos cortos de comercialización para hacer más eficiente y ambientalmente sostenible el transporte y la logística.
4. El comercio agroalimentario internacional es esencial pero vulnerable
La dependencia de Colombia, y de muchos otros países, de la importación de alimentos no es tema nuevo. Lo que estamos viendo, quizás por primera vez desde que se iniciaron las políticas de apertura económica hace tres décadas, es que el abastecimiento de alimentos a través del comercio internacional es vulnerable a la crisis global. En varios países del mundo se están reportando demoras en los principales puertos marítimos debido a las medidas de prevención de contagio del virus. En una reciente declaración de 25 países de América Latina y el Caribe, los ministros de agricultura y desarrollo rural dieron un parte de tranquilidad sobre el funcionamiento de los mercados agroalimentarios de la región. Sin embargo, advierten con preocupación que la prolongación de la crisis pondrá presión sobre el abastecimiento alimentario.
Aunque Colombia tiene un potencial agropecuario bastante amplio, no son pocos los productos agrícolas y alimentos que vienen del exterior. Entre los productos que más se importan están los cereales e insumos agropecuarios provenientes de Estados Unidos, nuestro mayor aliado comercial en esa materia. Con la magnitud con la que el COVID-19 está golpeando a ese país, tendremos que estar muy atentos a las afectaciones que se podrían presentar en el comercio bilateral y las consecuencias que ello traiga para la producción y consumo doméstico.
Con todas las ventajas que trae el comercio agroalimentario internacional para el crecimiento económico y para los consumidores, la situación actual ofrece una oportunidad para repensar las dinámicas de importación y exportación de alimentos. No se trata de volver a medidas proteccionistas sino de explorar formas de fortalecimiento de la agricultura y agroindustria nacional en el largo plazo sin poner en riesgo la seguridad alimentaria y productividad agrícola del país.
5. Plazas, tiendas y supermercados son el espacio de encuentro y desencuentro
Es importante destacar la gran labor que tiendas, plazas y supermercados están realizando durante los días de la cuarentena. Da mucha tranquilidad llegar a estos lugares y encontrar abastecimiento pleno y funcionamiento normal (en la mayoría de casos y exceptuando el papel higiénico en algunos lugares). El gobierno nacional también ha realizado una excelente labor de seguimiento al abastecimiento y ha hecho esfuerzos para prevenir la especulación en el precio de los alimentos, tarea que no ha sido fácil.
Como he explicado en los puntos anteriores, nuestros alimentos se mueven por una compleja red de procesos y dinámicas para poder llegar a nuestras mesas. Las plazas de mercado, las tiendas y los supermercados son en su mayoría el espacio en el que encontramos y seleccionamos nuestros alimentos. Pero los mercados también son un espacio de desencuentro. Cuando seleccionamos nuestras frutas y verduras y otros alimentos, en la mayoría de las ocasiones, perdemos su rastro. No sabemos quién, cómo y dónde se produjeron esos alimentos. También desconocemos si hubo un pago justo a la familia campesina que los cultivó y cosechó. Desconocemos si hubo intermediarios que se quedaron con la mayor ganancia, o si los transportadores recibieron un pago justo por su trabajo.
Esta época de cuarentena nos brinda la oportunidad de ser consumidores más responsables y menos indiferentes a la hora de comprar. Mientras se desarrollan formas más directas de comercialización entre productores y consumidores, podemos preguntar, cada vez que compremos algo, por información sobre la procedencia de nuestros alimentos, y exigir relaciones equitativas y precios justos para quienes los producen. Como consumidores tenemos un gran poder que tenemos que seguir descubriendo
Estos cinco aprendizajes, entre muchos otros que se podrían analizar, abren oportunidades para repensar la agricultura y la alimentación en Colombia. Es momento de abrir un diálogo amplio y democrático para responder como país a los retos que vienen después de la pandemia.