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En el número 52 de la Revista colombiana de Antropología se presenta el debate entre dos acepciones principales para el campesinado: aquel que vive en el campo y quien trabaja en él. También trae análisis sobre el origen histórico del campesinado, estudios de caso y una aproximación sobre el campesinado en algunos países asiáticos.

La conceptualización de las poblaciones campesinas ha sido un ejercicio siempre difícil, no solo en el contexto colombiano, sino en el ámbito internacional y de las disciplinas científicas que lo estudian. Quizás una de las definiciones con mayor impacto académico y social que se ha hecho de este sector poblacional es la propuesta por el antropólogo Alfred Kroeber quien a mediados del siglo XX planteó lo siguiente:

“Los campesinos son definitivamente rurales, aunque viven relacionados con los mercados urbanos. Forman un sector de clase de una población más amplia que normalmente contiene centros urbanos, y a veces capitales con carácter de metrópoli. Constituyen sociedades parciales de una cultura parcial. Carecen del aislamiento, la autonomía política y la autosuficiencia de la población tribal, y, sin embargo, sus unidades locales retienen mucho de su identidad, integración y apego al suelo y su cultivo”.

Como es posible analizar, la misma definición podría atribuirse a la mayoría de grupos étnicos (indígenas y afrodescendientes) en Colombia y América Latina; sin embargo, la indeterminación del campesinado mantiene su sentido de incompletud en las sociedades contemporáneas. La categoría de campesino continúa evocando procesos de transformación social imposibles de universalizar, tales como la proletarización, la urbanización y la aculturación.

Es así como en la actualidad conviven dos acepciones principales para el campesinado: aquel que vive en el campo y quien trabaja en él. No deja de llamar la atención que en la actual Constitución Política de Colombia, en el único Artículo que refiere explícitamente a este sector poblacional, se retoman las dos evocaciones anteriormente mencionadas:

Artículo 64. Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios [“trabajan en el campo”], en forma individual o asociativa, y a los servicios de educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de los productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y calidad de vida de los campesinos [“viven en el campo”]. (CP Colombia 1991).

La dicotomía entre “cultura” y “trabajo” en los espacios rurales se ha expresado por medio de diferentes combinaciones en los procesos organizativos de estas poblaciones. Es así, como la población campesina se ha organizado en primera instancia alrededor de pueblos, veredas, baluartes campesinos, colonias de frontera agrícola, autodefensas armadas, sindicatos, ligas agrarias y movimientos en lucha por la tierra. Ya en los últimos años dichas expresiones se han transformado hacia figuras como los Territorios Agroalimentarios y las Zonas de Reserva Campesina, que aspiran a expresar un gobierno territorial campesino. La discusión entre “trabajador agrario” y “territorialidad campesina” tampoco es ajena a los actuales debates en el contexto del proceso de paz. Como es visible a lo largo del Punto 1 del Acuerdo de Paz, las Farc tienden a interpretar al campesino en tanto habitante rural; mientras que la Ley 1776 Zidres, así como las oposiciones a dicho Acuerdo por parte de los sectores uribistas, interpretan claramente a las poblaciones campesinas como trabajadores rurales.

El debate anterior enmarca el esfuerzo del último Número de la Revista Colombiana de Antropología – RCA, para presentar un conjunto de artículos de investigación que se concentran en analizar las trayectorias rurales y campesinas en Colombia a lo largo del siglo XX, así como sus expresiones contemporáneas. Este Número de la RCA se encuentra compuesto por dos clases de textos, unos que se concentran en la escala de análisis nacional y otros que se focalizan en estudios de caso regionales. En la primera serie de artículos, el lector se encontrará con textos que buscan problematizar en torno al origen histórico del campesinado colombiano, sus fenómenos de movilización social, de ordenamiento territorial, así como en las relaciones interculturales que se entreveran en nuestra heterogénea ruralidad. En esta línea conviene subrayar el trabajo de Camilo Montenegro, quien luego de una profunda inmersión en los liderazgos de la Cumbre Agraria Campesina Étnica y Popular, se focaliza en una de las demandas de mayor calado en el actual movimiento campesino colombiano: su reconocimiento como sujeto colectivo de derechos.

No menos importantes, son los textos que se concentran en estudios de caso, a partir de diversas aproximaciones de terreno. Desde la anterior aproximación, los artículos que componen el presente Número de la RCA nos invitan a pensar temas tan diversos como la propiedad de la tierra y los dispositivos institucionales de su despojo reciente, pasando por la comprensión de los procesos organizativos campesinos tanto en clave política como religiosa.

Finalmente este Número de la RCA cuenta con la contribución internacional de la reconocida etnógrafa Anna Tsing, quien se desempeña como profesora de antropología en la Universidad de California. Esta autora nos presenta un excelente ejercicio histórico que recorre las alegorías campesinas y étnicas de Indonesia, Malasia y Filipinas, llevando al lector a cuestionar aspectos como el papel de las políticas administrativas, los programas académicos y las agendas de los activistas, los cuales moldean las ficciones identitarias de las poblaciones rurales a lo largo del Sur global.

El conjunto de artículos que componen este dossier sobre Campesinos y ruralidad en Colombia evidencian la necesidad de ampliar el campo de análisis social de nuestra ruralidad. Como el lector podrá valorar, este compendio de investigaciones permiten apreciar las motivaciones que impulsan al movimiento campesino contemporáneo a interpelar al Estado no solo por el despojo sufrido luego de la contrarreforma agraria que la guerra y las políticas neoliberales significaron; sino que además cuestiona a la Academia y a la sociedad en general por el olvido sistemático frente a sus raíces rurales.

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Es coordinador en desarrollo rural y ordenamiento territorial del Instituto de Estudios Interculturales - Universidad Javeriana de Cali. Estudió antropología en la Universidad Nacional de Colombia, una maestría en sociedades latinoamericanas de la Universidad Sorbonne Paris III y se doctoró en sociología...