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Envenenaron la comida y mi vida
Me llamo María Dolores Ortega Izquierdo, nací en Sandoná, tierra fría de Nariño, hace 24 años llegué a Puerto Leguízamo buscando mejor vida. Hace 18 años me vine para la vereda La Reformita, a orillas el Río Putumayo, cerca de la triple frontera de Colombia, Perú y Ecuador. Aquí era jornalera hasta que abrí una finca propia tumbando selva para cultivar yuca, plátano y maíz.
Ahora tengo dos hijos, una niña de 12 años que estudia en la escuela de La Reformita y un muchacho de 22 años, que trabaja conmigo en la Finca y jornalea.
Mi finca tiene 70 hectáreas, con 20 hectáreas de selva, me gusta sembrar, tenía dos hectáreas de sachainchi, dos hectáreas de plátano, una hectárea y media de piña, una hectárea de yuca y seis marranos, esa era mi economía, mi plante.
Y digo era, porque hace 20 días le cayó glifosato a La Raicita, así se llama mi finca, envenenaron la comida y mi vida. Habían fumigado los cultivos de coca en La Concepción, a unos 8 kilómetros de mi vereda La Reformita, el viento trajo el veneno de mi desgracia. El glifosato es malo.
Dicen que vivo en una Zona de Reserva Forestal y a un kilometro del límite del Parque Nacional Natural La Paya. Eso poco importa ahora, me destruyeron todo. Me pregunto qué voy hacer, me preguntan otros qué haré. Que denuncie me dicen. ¿Ante quién? Me siento sin derechos. Tengo una finca destruída y sin títulos de propiedad. La vida es dura en La Reformita. Acá fumigan reservas, parques, gentes y fronteras. Voy a sembrar coca.