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El campo colombiano se puede explicar y entender a partir de una serie de paradojas. La paradoja más visible es la inmensa riqueza natural y minera que contrasta con la pobreza de sus habitantes.
En la zona rural hay abundantes tierras con agua, riqueza mineral, petróleo y gas (alrededor de 2/3 partes de las exportaciones colombianas provienen de la zona rural). Sin embargo, la pobreza rural es tres veces mayor a la pobreza urbana. En 2022 la pobreza multidimensional en la zona rural fue de 27,3% y en la zona urbana de 8,7%.
Así como la riqueza natural convive con la pobreza, también hay hambre al lado de despensas agrícolas. Me refiero al departamento de Sucre, que según un reciente estudio del Dane sobre seguridad alimentaria, es el segundo departamento con mayor susceptibilidad de que sus habitantes sufran prevalencia por desnutrición. Pero es precisamente en ese departamento donde se encuentran la Mojana y los Montes de María, dos despensas agrícolas.
Si pasamos de los sistemas agroalimentarios a la productividad agrícola, también podemos explicar a través de paradojas los pobres resultados de productividad en este sector. En Colombia la productividad apenas creció un 0,6% promedio anual, lejos del promedio regional de 1,8%, y aún más lejos de referentes de la región como Brasil (3,1%), Perú (2,5%), y Chile (2,2%).
Una de las paradojas que explica la limitada productividad es que en Colombia, a pesar de haber grandes extensiones de tierra, la escala productiva es pequeña. Tenemos 40 millones de hectáreas de frontera agrícola, pero el 70.4% de las Unidades Productoras Agropecuarias (UPA) están por debajo de las cinco hectáreas.
Aparte de que la escala productiva es pequeña, la asociatividad es incipiente, apenas 14,7% de las UPA hacen parte de un esquema asociativo. Esto influye de manera negativa, pues este sector necesita de escala para ser rentable.
Pero la precaria productividad agrícola no se debe solo a la limitada escala, también es a causa de nuestra pobre capacidad de transferir conocimiento. En Colombia se da la paradoja de conocimiento sin implementación, pues en muchas cadenas ya existe la tecnología, incluso la metodología para trasferir conocimiento.
Esta transferencia es vital para mejorar de manera considerable la productividad. Sin embargo, no se hace, o si se hace es de forma incipiente. Solo 16,5% de la UPA reciben asistencia técnica, y el 95% no realizan ninguna innovación.
Además de la escala pequeña y la falta de conocimiento, se suma la paradoja de agua sin riego. A pesar de que somos el séptimo país en el que más llueve en el mundo, nuestra tierra con uso agrícola apenas tiene un 6% de cobertura de riego. Muy distante de pares de la región como: México (66%); Chile (44%); Perú (40%).
Entonces tenemos un escenario promedio en que una UPA está por debajo de las 5 hectáreas que cultiva, dependiendo de las lluvias, y todo el ciclo productivo lo hace sin recibir asistencia técnica.
A pesar de eso, logra recoger su cosecha para enfrentarse a la siguiente paradoja: tener que comercializar sin vías o usando vías paupérrimas. Solo 10% de las vías terciarias están en buen estado, de un total de 175 mil kilómetros apenas el 6% de las vías terciarias se encuentran pavimentadas.
Pero la mayor paradoja es la de problemas identificados sin solución. El Ministerio de Agricultura, entidades técnicas de carácter nacional y local, gremios y academia llevan años, incluso décadas, identificando estos problemas, pero sin que haya o se vislumbre ningún tipo de solución estructural.
El campo colombiano es esa paradoja donde pasan los años y sigue quedándose solo en potencial.