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En Brasil y otros países del sur del continente se decidió institucionalizar espacios de diálogo como respuesta a paros, protestas y movilizaciones recurrentes.
En Brasil y otros países del sur del continente las marchas, movilizaciones y paros de los agricultores familiares – o pequeños productores agropecuarios – llevaron a los gobiernos a establecer espacios de diálogo con las organizaciones que los representan para trabajar en la formulación de políticas que los beneficien.
La institucionalización de estos espacios permitió que muchas diferencias que antes se tramitaban a través de paros y enfrentamientos comenzaran a debatirse en ellos, a que las organizaciones comprendieran que tenían un buen mecanismo para construir políticas públicas conjuntamente con el gobierno y a que el gobierno entendiera las ventajas del diálogo para la formulación de políticas.
Como resultado, en las relaciones entre el gobierno y las organizaciones disminuyeron las confrontaciones y aumentó la colaboración, los agricultores familiares contaron con más y mejores políticas públicas que los benefician y estas políticas son más conocidas y aprovechadas por un mayor número de agricultores familiares.
Tanto unos como otros constataron que para la formulación de buenas políticas públicas el diálogo es un instrumento fundamental, mucho mejor que la confrontación. Esta última no desapareció – ni se trataba de eso -, pero se limitó principalmente a reivindicaciones coyunturales, o en ocasiones a los temas en los que no se logran acuerdos, o en que estos no se cumplen.
Con base en esta experiencia y en la comprensión que el diálogo es un instrumento efectivo para construir mejores políticas públicas en los regímenes democráticos, la Misión para la Transformación del Campo propuso la creación de un Consejo Nacional de Diálogo de Políticas para la Agricultura Familiar, con mesas específicas para los temas étnicos y para otros tópicos de importancia fundamental, en el que los representantes del gobierno y de las organizaciones de la agricultura familiar lleguen a acuerdos, construyan políticas y hagan seguimiento a lo acordado. Consejo y mesas que deben reunirse con una periodicidad acordada y en los que se incluya a todas las organizaciones nacionales de este tipo de agricultores.
¿La puesta en práctica de esta recomendación habría contribuido a que no fuera necesario el paro para sentarse a dialogar y para revisar tranquila y concienzudamente el cumplimiento de anteriores acuerdos? Con seguridad el diálogo no va a resolver todos los problemas, pero si muchos de ellos, y va a ofrecer la posibilidad de tramitar las diferencias – o muchas de ellas – sin recurrir a la confrontación.