Ucrania es el primer productor mundial de aceite de girasol. En cinco semanas, cuando llega oficialmente la primavera deberían plantarse los girasoles que son las base de todo el aceite que se produce allí, pero los campos están ahora llenos de tanques y soldados rusos. Ucrania representa el 16 % de las exportaciones mundiales de granos y sus empresarios del campo ganan alrededor de 13.000 millones de euros anuales vendiéndolos al extranjero.

Ucrania es el tercer exportador de bienes agrícolas a la Unión Europea, detrás de Estados Unidos y Brasil, por la cual su importancia para la seguridad y la soberanía alimentaria del viejo continente es estratégica. El país de la bandera albiazul y amarilla ha sido conocido desde antaño como el “granero de Europa”, y cuenta con alrededor del 25 % del suelo negro más fértil del mundo. Se agitan con miedo los mercados alimenticios globales.

En muchos supermercados de Alemania se ha reportado reducción del suministro de aceite de girasol, y hay avisos en las estanterías que dicen “máximo 2 por cada hogar”. La Asociación de la Industria de Procesamiento de Semillas Oleaginosas de ese país asume que el aceite de girasol pronto podría convertirse en un producto escaso en toda la República Federal. El 94 % de aceite que se consume en los hogares alemanes proviene de la exportación según esa misma asociación.

Antes del 24 de febrero organismos internacionales pronosticaban una inflación global cercana al 6 %, pero los precios de los productos básicos agrícolas (trigo, maíz, cebada y colza) siguen aumentando a medida que la invasión avanza. De forma segura este pronóstico cambiará al alza en las próximas semanas. La FAO ya declaró que el aumento global de los precios de los alimentos puede ser de entre un 8 % y un 22 %. Un margen muy amplio que demuestra el nivel de incertidumbre actual.

En conjunto, Ucrania y Rusia representan más de una cuarta parte del comercio mundial de trigo y producen el 12 % de las calorías consumidas a nivel mundial. El país invadido por Putin es también el cuarto mayor exportador global de maíz, el cuarto de cebada, ocupa la novena posición mundial en exportación de trigo, la sexta en soya y la octava en miel de abejas. Las interrupciones de las rutas comerciales en el Mar Negro aumentarían aún más la presión sobre los precios de los cereales (The Economist).

El trigo se ha disparado desde menos de US$ 800 por carga, antes de que Rusia comenzara a concentrar su fuerza militar en la frontera ucraniana, hasta alrededor de US$ 1.294 a principio de mes, estabilizándose en los últimos días alrededor de los US$ 1.100 la fanega. Se suman todos estos factores a la actual crisis inflacionaria y de ralentización de las cadenas logísticas que vive el mundo.

Debido a que la agricultura utiliza intensivamente combustibles fósiles (por ejemplo gas y petróleo no solo para movilizar los tractores, sino la producción de insumos agrícolas), los expertos ya no hablan de una crisis como un escenario hipotético; se están ocupando en medir los escenarios de su posible magnitud.

Los gerentes de los principales productores mundiales de agroinsumos como Yara y Eurochem están llamando al cese del conflicto por las profundas implicaciones que puede tener en la producción de estos materiales. Quizá le llegó la hora a la agricultura mundial, por puro pragmatismo, de mirar con mayor seriedad la producción orgánica de alimentos, invirtiendo masivamente en investigación y desarrollo para hacerla tan productiva y eficiente como la agricultura de la Revolución Verde (la que usa sí o sí agroquímicos, también conocidos como “paquetes tecnológicos”).

Arjian Rijvers, Historiador con un Master en historia militar de la Universidad de Ámsterdam al ser entrevistado para esta columna aseveró:

“Estamos frente al choque de dos visiones distintas del mundo. Por razones históricas desde tiempos imperiales Rusia se ha sentido amenazada y aunque en las pasadas guerras tanto Alemania como la Unión Soviética la consideraban estratégica debido a su capacidad de producir abastecimientos para las tropas, en la actualidad el tema alimentario no está en el centro de la estrategia de Putin. Se trata más de la reacción ante la amenaza que Rusia ha sentido durante años debido a las movidas de la Otan”.

Y agregó: “(…) aunque en la actualidad la producción de comida puede no haber sido la principal motivación, la guerra tendrá un impacto severo en la seguridad alimentaria, particularmente en oriente medio y partes de Asia”. Estos lugares del mundo, y muchos países de África subsahariana dependen de forma mayoritaria de la importación de granos desde el extranjero, en especial desde los países en conflicto.

Cuando en 2001 el expresidente George W. Bush afirmó “(…) entonces, cuando hablamos de la agricultura estadounidense, realmente de lo que estamos hablando es de un problema de seguridad nacional”, se refería a toda la compleja trama acá descrita: en todo el planeta a lo largo de la historia, pero en especial durante las últimas décadas los levantamientos populares y el quebrantamiento de la paz social han estado ligados, en múltiples ocasiones, al incremento en los precios de los alimentos como sucedió en México en 2007, debido al alza del valor de las tortillas, o durante la Primavera Árabe que coincidió con un momento de fuertes subidas en los precios del trigo y del pan.

La guerra sirve al menos para explicar de forma clara la importancia de la seguridad, pero sobre todo de la soberanía alimentaria para las naciones. 

Certificado en Alimentos y Sostenibilidad del EIIS. M.Sc en Economía agrícola y de los alimentos en doble titulación entre SLU -Universidad Sueca de Ciencias Agricolas- y la Universidad de Bonn. Fui durante 3 años Investigador en la UExternado y Profesor asistente del seminario de Política agraria....