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El pliego de cargos que abrió la procuraduría de Alejandro Ordóñez Maldonado contra el senador de izquierda Iván Cepeda Castro dan cuenta nuevamente de aquella constante histórica de la derecha colombiana, de aceptar la democracia siempre y cuando la izquierda no gane.

El pliego de cargos que abrió la procuraduría de Alejandro Ordóñez Maldonado contra el senador de izquierda Iván Cepeda Castro dan cuenta nuevamente de aquella constante histórica de la derecha colombiana, de aceptar la democracia siempre y cuando la izquierda no gane.

Afirma Noam Chomsky, en la disertación que lleva por título ‘El control de los medios de comunicación’ que “la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al Estado totalitario.” No obstante, el acierto de esta tesis, aplicada al contexto colombiano varía, toda vez que la democracia, o aquello que se entiende por tal, se ha mantenido con propaganda y cachiporra.  Para la propaganda los medios de comunicación, en particular los privados, y la demonización del diferente. Para la cachiporra, las potestades e instituciones del Estado.

Por su parte Alfredo Molano, en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas-CHCV-, concluye que el magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán desbordó tanto la estrategia conservadora como la liberal: mientras los conservadores se atrincheraron en el poder,  los liberales se debatieron entre la lucha armada y las urnas. Desde ese momento, la democracia pasó a ser de esa derecha, que pintada de azul o roja, ahora verde e incluso amarilla, la sigue reclamando para sí.

Pero esa privatización de la democracia -para llamarla de alguna forma- tiene un origen anterior, que se remonta a la llegada al gobierno nacional de Enrique Olaya Herrera en 1930, y la determinación de los conservadores, ya liderados por Laureano Gómez Castro, de no perder en las urnas lo que habían ganado con las armas en ‘La Guerra de los Mil Días’. En Santander, da cuenta el entonces gobernador Alejandro Galvis Galvis en ‘Memorias de un político’, del ambiente enrarecido gracias a la oposición desenfrenada del periódico conservador ‘El Deber’, y de la directriz del entonces jefe del directorio departamental de dicho partido, de que sus partidarios estaban dispuestos a llegar hasta el delito para conseguir la victoria en los comicios para la elección de diputados, dando paso con el anuncio a la persecución de liberales que terminó con los sucesos de Albania, Cabrera, Guaca, Capitanejo, Umpalá, Floridablanca y Bucaramanga, los cuales desencadenaron, junto con los acontecimientos de Boyacá,  ‘La Violencia”.

Desde entonces, la pretensión de democracia en Colombia se ha debatido entre una derecha con intenciones patrimoniales sobre esta, que utiliza la propaganda y la cachiporra para repeler la posibilidad de que la izquierda, que sigue reclamando la posibilidad de ser, no llegue al poder. De ahí el asesinato de cuatro candidatos presidenciales para las elecciones de 1990. De ahí también, la cinematografía judicial que acaba de notificarle la procuraduría al senador del Polo Democrático, dejando claro que hoy la cachiporra es el control disciplinario en cabeza de la Procuraduría General de la Nación, actual bastión de esa derecha… Y tanta cachiporra ha sido, que el término en forma peyorativa fue usado en el lenguaje vernáculo.

Abogado, docente - investigador, Universidad Autónoma de Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander.