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Ahora Bucaramanga enfrenta un nuevo desafío: si no es permanente no es cultural, por lo que el Teatro Santander debe preservarse y mantenerse activo.
Después de 87 años de haber sido construido; después de setenta y un años de haber sido vendido; después de dieciocho años de haber cerrado sus puertas y después de once años de haber sido recuperado, el Teatro Santander renace como símbolo de todo lo que puede albergar el espíritu contemplativo y creativo de los bumangueses, y el lugar en el cual afianzar nuestra identidad, tan permeada por el encanto de la Costa Caribe, por las tradiciones boyacenses y el siempre atrayente universo bogotano.
Rodeado del parque Centenario, que con sus prostitutas y sus travestis le da atmósfera bukowskiana y delirante al sector, y el Centro Cultural del Oriente, en el que se dan cita los bumangueses para vivir distintos formatos artísticos y conciertos multitudinarios, el Teatro Santander se reinaugura para ser el escenario más sofisticado de la ciudad y activar un distrito cultural en Bucaramanga. Con una inversión cercana a los 30.000 millones de pesos, y según los expertos, el recinto está a la altura técnica de grandes escenarios del mundo como el Disney Concert Hall de Los Ángeles, en Estados Unidos.
Sin embargo, es importante definir que, pese a la sofisticación del recinto, este debe ser un espacio abierto a las diferentes manifestaciones, y no restringirlo a lo que han llamado la “alta cultura”. Debe permitir la presencia de lo contemporáneo e inusual; de los sórdido e incómodo; pero, sobre todo, el Teatro Santander debe ser un espacio que albergue lo local, lo que nos identifica y nos permite apropiarnos de lo nuestro.
Ahora, Bucaramanga enfrenta un nuevo desafío: si no es permanente no es cultural, por lo que este escenario debe preservarse y mantenerse activo por y para los habitantes de la ciudad, y esto depende de ellos, de su asistencia y su participación, pues el Teatro Santander debe ser el epicentro físico sobre el cual tejamos las redes de un verdadero distrito cultural para la ciudad, pues solo así, podremos resignificar el hecho de ser bumangueses y manifestarlo a través de las infinitas posibilidades de la imaginación y el arte.
De ahora en adelante, en Bucaramanga hay teatro, y la invitación es a que todos asistamos, propongamos y divulguemos el universo que, como en el Aleph de Borges, se concentra en este recinto. Que caminemos el sector y apoyemos las apuestas locales. Que nos proyectemos en el arte y que entendamos la importancia de consolidar nuestra identidad y la posibilidad de poder expresarla.