Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En esta conferencia, José Saramago, quien advierte no era político, ni filósofo, ni politólogo, sino sencillamente un hombre que escribiera historias y teatro, nos advertía de la necesidad de que el nombre democracia se correspondiera con lo que nombraba, para seguir llamándo a esta forma de gobierno así, o de lo contrario no hacerlo.
En esta conferencia, José Saramago, quien advierte no era político, ni filósofo, ni politólogo, sino sencillamente un hombre que escribiera historias y teatro, nos advertía de la necesidad de que el nombre democracia se correspondiera con lo que nombraba, para seguir llamándo a esta forma de gobierno así, o de lo contrario no hacerlo.
La conferencia, dictada con ocasión de la Cátedra Alfonso Reyes del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (México) publicada en el 2006 por el Fondo de Cultura Económica, y la cual se puede encontrar en Youtube, revisa la regla de correspondencia entre el nombre democracia, y lo que se quiere, en la actualidad, denominar con éste.
Lo primero que hay que decir, es que el ideario democrático sigue seduciéndonos, aún 25 siglos después de creado, porque se mantiene vigente el postulado de la abdicación cívica del voto, el cual plantea la metáfora de que con el acto de votar se renuncia a la acción política propia y permanente en todos y cada uno de los ciudadanos, la cual se delega en un elegido para gobernar a sus electores, y siendo este su representante los incluye en el gobierno, hasta que tal acción cívica vuelve al principio en las próximas elecciones, y así en un eterno retorno de mayorías entregando temporalmente su parcela política para elegir al gobernante.
Lo anterior, cobra aún más vigencia, si partimos de las citas sintéticas que hace Saramago y planteadas por los griegos, sobre esta forma de gobierno. En la ‘Política’, cita a Aristóteles, se sintetiza que “en democracia los pobres son soberanos, porque son el mayor número y porque la mayoría es ley”. Continúa diciendo más adelante, “la igualdad pide que los pobres no tengan más poder que los ricos, que no sean ellos los únicos soberanos, sino que lo sean todos en la proporción de su número…”
No obstante, la realidad muestra todo lo contario al ideario democrático. Primero, porque los pobres jamás han gobernado, sino que sigue siendo una minoría plutocrática la que ostenta el poder. Segundo, porque la abdicación cívica del voto una vez se realiza, lo que muestra la dinámica de poder es la exclusión, vacío institucional o apartheid institucional (como lo llamaría el profesor Mauricio García Villegas) de dichas mayorías en el establecimiento, y más en el ejercicio de dicho poder. Y tercero, porque la sonada inclusión, hoy elevada en valor de la democracia, sólo se cumple en la medida en que el voto tiene el mismo quantum o valor: el del hombre vale igual al de la mujer, el del rico al pobre, el del blanco al negro, el del indio al mestizo o zambo, y el del homosexual al heterosexual.
Para superar lo anterior, la democracia, afirma el nobel de literatura, debe darse en términos de democracia política, que institucionalice la participación o inclusión de las mayorías en el ejercicio del poder, lo que puede hacerse a través de las veedurías efectivas; la democracia cultural, entendida -estimo- como en el capítulo 73 de ‘Rayuela’, en aquello de que “nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo…” dentro de la cual hay que excluir la tortura, claro está; y finalmente la democracia económica, que puede entenderse en aquella afirmación de Jorge Eliecer Gaitán, de oponerse a la riqueza que genera exclusión y pobreza, más no a la que genera inclusión y progreso.
Ahora, se preguntarán ustedes a dónde se quiere llegar con todo esto, si a cambiar la realidad o a que nos digan la verdad. Y la respuesta es lo segundo, o lo que es igual, a que no nos mientan más. Pues no podemos seguir nombrando por democracia, a lo que en la realidad no se corresponde con lo que se nombra. Y ya se sabe que la democracia se pervirtió desde los aristocráticos y latifundistas romanos, y que como lo afirmaría Nietzche “la vida de los griegos únicamente resplandece en los lugares alcanzados por el resplandor del mito…” pero de lo que se trata es de abrir los ojos, porque nuestra democracia es, como en la frase de García Márquez, que “durante muchos años la Mamá Grande había garantizado la paz social y la concordia política de su imperio, en virtud de los tres baúles de cédulas electorales falsas que formaban parte de su patrimonio secreto.”