Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La lógica extractivista que se impone sobre el territorio colombiano y que políticos y algunos tecnócratas de este país cumplen fielmente, dejó sobre los departamentos de Santander y Cesar unas noticias preocupantes sobre el futuro de sus recursos hídricos y las posibles repercusiones ambientales que impactarán negativamente en la población por la aprobación de licencias ambientales a megaproyectos extractivos y de infraestructura sin concertación.
La lógica extractivista que se impone sobre el territorio colombiano y que políticos y algunos tecnócratas de este país cumplen fielmente, dejó sobre los departamentos de Santander y Cesar unas noticias preocupantes sobre el futuro de sus recursos hídricos y las posibles repercusiones ambientales que impactarán negativamente en la población por la aprobación de licencias ambientales a megaproyectos extractivos y de infraestructura sin concertación.
En medio de las fiestas de noche buena y fin de año, cuando la mayoría de los colombianos descansaban, desde la Agencia Nacional de Hidrocarburos celebraban la aprobación a ConocoPhillips de zonas de exploración para el desarrollo de yacimientos no convencionales de hidrocarburos utilizando la lesiva técnica del fracturamiento hidráulico de lutitas o fracking en la región del Magdalena Medio.
La destrucción de la naturaleza y del territorio que pertenece a campesinos, pescadores, afros, mestizos y a todos los colombianos, se recrudece cuando el río de la patria, el Magdalena y sus orillas, es concesionado al capital foráneo sin planeación, desde Barrancabermeja en Santander hasta La Gloria, Cesar. En todo el margen derecho del río se están construyendo grandes puertos para almacenar y movilizar carbón, petróleo y otros minerales, pero sin incluir la producción agropecuaria.
Lo que realiza hoy Navelana con el mentado proyecto de navegabilidad es facilitar un canal navegable a empresas como Impala, CoalCorp y la Sociedad Portuaria de Cartagena para la movilización de sus convoyes y transportar las materias primas generadas por la extracción de forma barata. La idea no es ir en contra de empresas que están generando empleo, el problema es que están perjudicando el cauce natural del río, perturbando a las comunidades ribereñas y afectando los cuerpos cenagosos y su vida íctica. Hoy la realidad del río Magdalena es responsabilidad de los proyectos energéticos como El Quimbo e Hidrosogamoso, que contribuyen a su lamentable estado, y que podría traer peores consecuencias. Sí al empleo, pero no así.
La región del Magdalena Medio en la que confluyen los departamentos de Santander, Antioquia, Cesar, Bolívar y Boyacá tiene una enorme vocación agropecuaria que puede servir como despensa a cuatro de las ciudades con mayor poder adquisitivo en Colombia y que están en su zona de influencia, como lo son Bogotá, Medellín, Barrancabermeja y Bucaramanga. Esta región posee un gran capital humano, con unas comunidades preocupadas por la defensa de la tierra y que están poniendo en práctica técnicas agroecológicas con la intensión de combatir el cambio climático y ayudar a la preservación y conservación de la naturaleza. Debido a esto, no podemos pasar de un enclave extractivo-petrolero a un enclave logístico-extractivo, la región no puede ser planificada desde Bostón o Bogotá.
La construcción de una paz y de un buen vivir en el Magdalena Medio, región que ha padecido, vivido y presenciado la crueldad de la guerra, debe pasar por el dialogo y la participación real de sus comunidades, con una asignación de recursos a las poblaciones y con proyectos que conciban como formas de progreso real.
No se aporta a la paz si no hay diálogo directo con las comunidades.
@Reclus1984