Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En la India hay una casta de miserables llamados los intocables, en Colombia no estamos muy lejos de esa realidad, ser pobre es una condena que difícilmente se supera, y aquellos que logran dar el salto en muchos casos han tenido que sacrificar su vida, su dignidad o su independencia.
En la India hay una casta de miserables llamados los intocables, en Colombia no estamos muy lejos de esa realidad, ser pobre es una condena que difícilmente se supera, y aquellos que logran dar el salto en muchos casos han tenido que sacrificar su vida, su dignidad o su independencia, muchos otros han aplicado la regla de la ilegalidad para intentar superar la odiosa brecha social que separa a ricos y pobres.
No podemos justificar el nivel de abandono en el que se encuentran las personas que habitan los barrios pobres de la ciudad, no se trata de la ausencia de medidas asistenciales que están en permanente ejecución por todos los niveles de gobierno, se trata de soluciones estructurales a la falta de oportunidades.
John Rawls en su teoría sobre el liberalismo político describe que una sociedad bien ordenada debe garantizar a todas las personas igualdad en el acceso a las oportunidades, aunque acepta que en un orden social complejo se encontrarán desigualdades históricas que no se pueden pasar por alto, allí es donde idealmente debe aparecer el Estado para distribuir de forma razonable las oportunidades que tienen las personas de sacar adelante sus proyectos de vida.
Aun así, el problema es más grave porque es tal el nivel de precariedad en el que se encuentran las personas que muchos de ellos no disponen de un proyecto de vida, jamás lo crearon porque es difícil tener la esperanza de creer que todo podrá cambiar para bien, si viven completamente marginados de la sociedad que si importa, aquella parte de la sociedad que logra acceder a la propiedad, a los bienes de consumo llegando incluso a niveles de ostentación que solo unos privilegiados pueden exhibir.
Es necesario entender que se debe enriquecer la vida de los más necesitados, dar a estas personas una razón de vivir, una razón de gobernar, una razón de cambiar para su beneficio las reglas de juego de un sistema que los excluye y los expulsa, que solo los ve en el mejor de los casos como mano de obra, y en el peor de los caos como un problema de difícil solución que dejan a su propia suerte convirtiéndolos en parias, en unos intocables con quienes nadie se quiere relacionar. ¿Cómo lograrlo? Esa es una gran pregunta, ¿cómo transformar la vida de tantas personas?, aunque sin respuesta a esas preguntas algo es claro, solo el Estado puede lograrlo.