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En los próximos días, el gobernador Mauricio Aguilar debe elegir al director regional de la ESAP en Santander. Algunos profesores y estudiantes temen que la Escuela vuelva a ser un fortín político y abandone su esencia académica.

Usted mismo lo puede comprobar. Vaya a la página web del Consejo Nacional de Acreditación, entre a la base de datos de las instituciones acreditadas, escriba “Esap” o “Escuela Superior de Administración Pública” y confírmelo: la única institución académica estatal que ofrece formación en administración pública ni siquiera cumple con los estándares mínimos para que el CNA reconozca un asomo de calidad, un asomo de rigor.

El Consejo, por supuesto, tuvo sus razones: encontró, vaya inédita sorpresa, que allí, por encima de la calidad académica, por encima de la investigación, priman los puestos, las componendas y los acuerdos para repartirse la entidad, que no ha habido una plataforma institucional sólida que le permita a la Esap una proyección que vaya más allá de los ombligos de quienes la desangran, que Roy Barreras fue el amo y señor de la Escuela gracias a la caridad de Juan Manuel Santos, y que buena parte de los contratistas no son tal sino fichas maleables cuya función es conseguir votos para candidatos a cualquier cosa, al Senado o a una alcaldía o a una gobernación.

Todo esto no tendría importancia si no fuera porque en pocos días el gobernador Mauricio Aguilar debe elegir al nuevo director regional de la Esap de una terna de tres candidatos: Manuel Bayona Sarmiento, Carmen Elisa Teherán y Fabio Gerardo Martínez Ruiz.

Uno de ellos dirigirá la Escuela en el departamento y tendrá a su cargo miles de estudiantes, profesores y trabajadores en varios municipios. Uno de ellos tendrá que ponerla en un tiempo que se parezca a este. A un tiempo, digamos, en donde no sea normal que una institución académica se haya convertido en un fortín burocrático a la vista de todos y, sobre todo, ante la indiferencia, la desidia de todos.

A un tiempo en el que pueda seguir hablándose, como se ha venido hablando poco a poco en los últimos meses, bajo la dirección provisional de la profesora Esther Parra Ramírez —nombrada por Pedro Medellín, director nacional—, de lo que debería hablarse en un escenario así: de extensión, de investigación, de cómo llevar a la práctica pública la teoría que se discute en las aulas, de cómo asesorar a las entidades en gestión pública, por ejemplo, o en lucha contra la corrupción, de cómo evaluarse para mejorar. Lo mínimo. Que aquí es lo nuevo.

“La Esap debe retomar su esencia académica”, comenta un profesor de la Escuela que lleva diez años viajando por el departamento dando clases y que teme por la posible politización que puede venir detrás de uno de los aspirantes que entró a última hora a la terna y cuya experiencia ha estado más ligada a empresas de servicios públicos que a la formación académica.

“La Esap tiene una infraestructura en términos de formación, de capacitación y de investigación que, a mi manera de ver, no se ha podido desarrollar por la politización de la universidad, que también se ha visto a nivel departamental. Si los colombianos lográramos, por lo menos, despolitizar la Esap generaríamos un cambio en el país y en el departamento”, apunta el profesor.

La idea de una Esap completamente volcada al trabajo académico parece, entonces, una quimera. Desde que Iván Duque nombró a Pedro Medellín —un antiuribista promotor del No en el plebiscito— al frente de la dirección, continúa el profesor, ha habido ciertos cambios aquí y allá, ciertos intentos de ponerse al día, ciertos proyectos de investigación, ciertos acercamientos a la sociedad que, ahora, pueden estar en riesgo con la llegada de alguien que, a diferencia de los otros dos ternados, no tiene en su hoja de vida mayor experiencia pedagógica ni en procesos de formación como los que ofrece la Esap. “Ese el es llamado que hacemos los profesores y estudiantes: por favor, señor gobernador, inclínese por un académico”, reclama el docente. No es un llamado desesperado ni una súplica: es un recordatorio de lo sensato, de lo común.

Que aquí, tristemente, es lo insólito.

Ojalá alguien escuche.

Editor independiente. Ahora en la Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes. Algo he publicado en El Espectador, Vanguardia, La Silla Vacía, la revista Suma Cultural de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz y en un libro de cuentos editado por la UIS. Bumangués.