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Un país pensado en Bogotá desconoce sus fronteras, ignora lugares tan estratégicos como Cúcuta para potenciar el intercambio de bienes y servicios con países vecinos, además, a falta de una política internacional las decisiones de las autoridades públicas son erráticas, inconstantes y temporales.  

Un país pensado en Bogotá desconoce sus fronteras, ignora lugares tan estratégicos como Cúcuta para potenciar el intercambio de bienes y servicios con países vecinos, además, a falta de una política internacional las decisiones de las autoridades públicas son erráticas, inconstantes y temporales.  

Quien visite hoy la capital nortesantandereana se encontrará que Cúcuta más allá de ser una ciudad, es el Sanandrecito a cielo abierto más grande de Colombia, su principal negocio es ganar con el diferencial cambiario en el proceso de intercambio de productos, nada más.

Los responsables sin lugar a dudas son las autoridades públicas colombianas y el empresariado cucuteño que no logró encausar sus esfuerzos para fortalecer el intercambio comercial legal, abriendo espacios gigantes a una economía sustentada por la informalidad y las estructuras criminales que comercian desde la gasolina de contrabando hasta grandes cargamentos de drogas.

En ese panorama en Bogotá la diplomacia colombiana da bastonazos de ciego ante un franco desconocimiento de la complejidad fronteriza, y sobre todo, ante un escenario donde los problemas han avanzado tanto que las soluciones son en muchos casos irrealizables. 

Mientras tanto, además de no solucionar el problema económico que genera una frontera cerrada, personajes como Alvaro Uribe Velez siguen deteriorando las relaciones bilaterales, pues durante su gobierno rompió el equilibrio diplomático que el país había mantenido durante décadas donde la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en asuntos internos habían sido derroteros cumplidos.

Si como colombianos nos indignan los erraticos, delirantes y macondianos presidentes venezolanos está muy bien, pero no es un asunto de Estado, en especial cuando la democracia colombiana no es justamente un ejemplo a seguir, el interés nacional está por encima de todo, y en este caso el interés es comercial. 

Personajes nocivos para las buenas relaciones bilaterales se cuentan por montón, del lado colombiano se encuentra al senador Alvaro Uribe que al dejar su presidencia nos entregó tres problemas de fronteras muy graves, que fueron: el conflicto entre Colombia y Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia que durante sus ocho años de gobierno atendió de forma mediocre, la crisis fronteriza con Ecuador por el bombardeo al campamento de Raúl Reyes que le costó al país ir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a responder por la muerte de ciudadanos ecuatorianos en un acto militar colombiano, y la crisis con Venezuela motivada por los choques con Unasur y con el bloque ideológico que representó esa forma de izquierda latinoamericana.

Ese mismo expresidente que durante el cierre de la frontera fue a hacerle contrapeso al gobierno del presidente Juan Manuel Santos, cuando fue él uno de los principales responsables del punto muerto en el que se encuentran las relaciones de ambos países.

Se hace necesario entonces crear una política pública para la frontera con Venezuela, pues proyectos como la Zona de Integración Fronteriza ha sido una promesa de campaña durante años que hoy está más lejos que nunca, junto a asuntos que deben ser tratados entre emisores como lo es el diferencial cambiario, además de un asunto de seguridad y legalidad que debe incluir un control eficiente del territorio por las entidades de ambos países.

Mientras tanto, ya la crisis de frontera se olvidó, los deportados colombianos volvieron a ser pobres anónimos sin doliente, mientras tanto, el principal problema de Cúcuta según su opinión pública sigue siendo si llaman a esa ciudad “Un peladero”, discusión motivada por la columna de Iván Galló en el portal “Las 2 Orillas”, y para aportar a la discusión, además de peladero, lo único bueno que tiene Cúcuta es la frontera, está cerrada y sin solución a la vista.