Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En una anterior columna discutimos algunos de los factores cognitivos que nos hacen vulnerables frente a la desinformación y que pueden comprometer los objetivos de la democracia, dado que hacen que no se cumplan requisitos cruciales para poder tomar las mejores decisiones posibles.
En esta columna presentaremos algunas estrategias y actitudes que podemos implementar para evitar creer o compartir contenidos falsos que contribuyan a socavar la democracia.
Estrategias contra la desinformación
Si bien es cierto que estamos expuestos a diferentes factores que nos hacen vulnerables frente a la desinformación, también es verdad que existen varias estrategias de diferente índole que nos pueden brindar cierta protección contra el riesgo de creer o compartir noticias falsas.
Atajos mentales
Quizás la solución más sencilla frente a la desinformación es anticiparnos a nuestros atajos mentales usando, paradójicamente, otros atajos mentales. Los procesos heurísticos no son esencialmente malos. De hecho, son muy buenos y útiles, pues nos permiten tomar muy buenas decisiones y resolver problemas de forma satisfactoria la mayor parte del tiempo.
Un buen atajo mental podría ser, simplemente, desconfiar de información implausible o escandalosa, y buscar en diferentes fuentes para corroborarla. Este heurístico evitará que se difundan contenidos sensacionalistas falsos que son los que más daño causan. Si bien esta estrategia hará que se dejen de compartir noticias que en realidad son verdaderas, es preferible ello a compartir noticias que se toman por ciertas cuando en realidad son falsas.
Con el tiempo, a medida que adquiramos más experiencia verificando y pensando críticamente la información, desarrollaremos más heurísticos, pues lograremos identificar patrones comunes que suelen estar presentes en las noticias falsas, de modo que cuando los encontremos en un artículo que leamos en internet o redes sociales, se encenderán nuestras alarmas internas y escrutaremos mejor la información.
Un pequeño empujón para pensar
Sin embargo, los atajos mentales no son suficientes para librarnos siempre de la desinformación. En algunos casos es importante ir un paso más allá y pensar acerca de lo que leemos y queremos compartir. Pero pensar es costoso cognitivamente hablando, y nuestra mente trata de invertir el menor esfuerzo posible cuando procesamos información. Por esta razón, muchos psicólogos han ingeniado estrategias para darle un pequeño empujón a la mente y hacer que las personas piensen acerca de lo que leen en redes sociales.
Científicos neerlandeses diseñaron un videojuego que enseña cuáles son las estrategias que se suelen emplear para engañar a las personas. Los jugadores deben ponerse en los zapatos de los desinformadores y pensar qué tipo de publicaciones falsas postear para ganar más seguidores. El juego funciona como una suerte de “vacuna”, pues inocula contra la desinformación induciendo a prestar más atención a este tipo de artimañas cuando las encontramos en redes sociales.
Además de la familiarización con las estrategias de los desinformadores, justificar el porqué de lo que hacemos, decimos o pensamos puede ser otro recurso para empujar nuestra mente a razonar. La psicóloga Lisa Fazio encontró que el solo hecho de pedir a las personas que den razones de por qué consideran que una noticia es falsa o verdadera puede servir para reducir las intenciones de compartir contenidos falsos en redes sociales.
Los errores del pasado también pueden ser una buena fuente de aprendizaje. En un estudio se encontró que pedir a las personas que piensen acerca de las razones por las que creyeron en información falsa en el pasado permite reducir los errores para juzgar la veracidad de la información en el presente.
Un cambio de enfoque también puede ser importante. Un equipo de investigadores pidieron a un grupo de personas que se enfocarán en la veracidad de una noticia en lugar de qué tan interesante era. Los resultados revelaron que este cambio de perspectiva facilita la diferenciación de noticias falsas de verdaderas. Este cambio de enfoque puede generar efectos incluso en la forma cómo se lee la información después. En varios trabajos, el psicólogo Gordon Pennycook ha demostrado que tareas que destaquen la veracidad de la información, como pedir que se juzgue qué tan falsa o verdadera es una noticia, pueden hacer que las personas juzguen mejor las noticias que leen posteriormente.
Alfabetización en medios digitales
Además de pensar, es importante contar con un conocimiento detallado sobre cómo navegar de forma exitosa y segura en internet. En ese sentido, numerosas plataformas de alfabetización en medios digitales alrededor del mundo han hecho un trabajo increíble para enseñar a las personas cómo desenvolverse en internet. Algunas de estas plataformas están enfocadas en la desinformación, pues enseñan los diferentes tipos de contenidos falsos, las razones por las cuales se difunden y las estrategias que se pueden implementar para evitar ser víctimas o, sin quererlo, divulgadores de desinformación.
En Estados Unidos, la plataforma Checkology cuenta con varios módulos de aprendizaje virtual dictados por expertos para enseñar a las personas acerca de temas tan importantes en la era digital cómo las teorías de la conspiración, los sesgos cognitivos o la desinformación. En Latinoamérica, la plataforma Digimente ofrece numerosos módulos para que los docentes puedan enseñar a sus estudiantes desde estrategias para leer críticamente la información hasta reflexiones sobre cómo participar activamente en internet de una manera responsable y respetuosa. En Colombia, el proyecto DIP investiga los factores asociados a la desinformación para desarrollar herramientas pedagógicas ajustadas al contexto nacional. Cada una de estas plataformas ofrece numerosos elementos para que las personas aprendan a desenvolverse en los medios digitales sin creer ni propagar contenidos falsos.
Lectura crítica
A pesar de los atajos mentales, de los empujones para pensar y del conocimiento sobre medios digitales, lo ideal siempre es hacer una lectura crítica a profundidad. Si bien esto es sumamente difícil y demorado, no hay mejor manera de blindarse contra la desinformación que leyendo a conciencia y con detenimiento.
Una lectura crítica exige leer, no solo el titular, sino toda la información de un artículo. Analizar la confiabilidad de la fuente y la forma como se redacta la noticia para identificar algún posible sesgo en la manera como se presentan los hechos. Buscar en otros medios de comunicación para corroborar que la noticia sea real e identificar además las diferencias en la manera como son presentados los hechos por medios con distintas tendencias políticas. Discriminar si se trata de una información noticiosa o de una opinión y discriminar asimismo los hechos de las interpretaciones. Cuando se trate de hechos, analizar la forma como se sacan conclusiones de ellos, y cuando se trate de interpretaciones, analizar las evidencias en las que se soportan. Y en ambos casos, considerar las relaciones con otras piezas de información y las implicaciones que tienen.
Fack checking
Pero incluso una lectura crítica puede flaquear frente al arsenal de artilugios para el engaño de los desinformadores. Afortunadamente, internet ofrece todo un abanico de recursos para que cualquier usuario pueda verificar noticias como el mejor Fact Checker.
Los sitios web para hacer búsqueda invertida de imágenes y aplicarles zoom permiten analizar fotos y vídeos, así como su vínculo con la información que se les asocia. La geolocalización es útil para chequear la existencia de lugares en los que supuestamente han ocurrido eventos que se reportan en noticias. Sitios web como Whois permiten identificar los registrantes de los dominios desde donde se publican las noticias falsas, así como otros sitios web de la misma persona. Algunas redes sociales tienen la opción de verificar las cuentas de personas reconocidas y, en caso de sospecha de una cuenta falsa, Google permite verificar la foto y el nombre del usuario. Por último, Google es una herramienta invaluable para hacer lectura lateral de la información, es decir, para verificar cada afirmación que se lee en un artículo.
Actitudes contra la desinformación
Pero la protección contra la desinformación no solo exige el uso de recursos técnicos como los que acabamos de mencionar. Además, es necesario tener actitudes que nos permitan reconocer nuestros propios sesgos y limitaciones frente a la desinformación para poder poner en práctica las estrategias anteriormente mencionadas.
Humildad epistémica
Como discutimos en la anterior columna, las personas solemos creer que somos mejores de lo que en realidad somos y que los problemas para discriminar noticias falsas de verdaderas son de los demás y no de nosotros. En ese sentido, una buena dosis de humildad es siempre importante para evitar creer en noticias falsas.
Reconocer que por más inteligentes que seamos, por más estudios que hayamos hecho, o que por más experiencia que tengamos en internet siempre es posible que, en alguna ocasión, terminemos creyendo en un contenido falso nos permitirá mantenernos en guardia contra la desinformación. Todos somos vulnerables frente a este problema, y aquellas noticias que más nos gustan, que van en consonancia con nuestras posiciones políticas, y que favorecen a nuestro candidato preferido o hacen ver mal a sus rivales son las que nos hacen más vulnerables, pues son las que estamos más dispuestos a creer sin mayor escrutinio.
Una actitud de humildad epistémica implica reconocer que somos susceptibles de creer y compartir noticias falsas, así como también implica aceptar que se ha fallado cuando en efecto se ha confiado en un contenido falso o se ha divulgado con amigos y seguidores. La humildad epistémica también implica ser más comprensivos con los errores de los demás; entender que creer o compartir una noticia falsa no indica que alguien sea tonto o ignorante, solo que es falible como cualquier ser humano.
El antirritual
Pero quizás la actitud más importante es la disposición a romper con el ritual comunicacional. Salirse de la cámara de eco y seguir a personas que piensen de manera diferente. Aunque muchas de sus publicaciones causarán indignación, puede que otras ofrezcan una perspectiva valiosa que no había sido considerada antes para pensar una coyuntura determinada. Explotar las burbujas de filtro haciendo búsquedas en la opción incógnito de nuestro navegador, y tratar de encontrar justo aquello que no queremos encontrar en lugar de simplemente buscar información que confirme nuestras creencias.
Y sobretodo, reconocer que tenemos una debilidad por la información consistente con nuestras inclinaciones políticas y con los objetivos de nuestros grupos, y que estamos más dispuestos a creerla y compartirla sin mayor consideración, no solo porque queremos informar y ser informados sobre ella, sino también porque queremos señalizar quiénes somos, qué sentimos, cómo pensamos, a dónde pertenecemos y qué queremos. Y a partir de este reconocimiento, hacer honor a la razón y atrevernos a cuestionar a quienes admiramos, a los miembros de nuestro grupo y a aquellos contenidos que más se ajustan a nuestra manera de pensar. Este ejercicio no nos hace desleales con nuestros ideales o grupos, por el contrario, nos hace personas críticas, imparciales y libres de sectarismos.
La vacuna contra la desinformación está a una decisión de distancia
No hay duda alguna, estamos frente a una pandemia de desinformación. La globalización, el uso masivo de internet y redes sociales, y la misma estructura de nuestra mente son factores que hacen que se creen y difundan contenidos falsos de una manera viral. Alguien fabrica una noticia falsa y bastan apenas unos minutos para que “infecte” miles de mentes alrededor del mundo causando daños en la economía, la salud pública o en la democracia de un país. La buena noticia es que la vacuna contra esta infodemia está en nuestras manos, en nuestra propia mente, a tan solo una decisión de distancia, adoptando, entre otras, las estrategias expuestas en esta columna. No obstante, el reconocimiento de nuestra propia susceptibilidad a ser infectados es, quizás, el mejor antídoto contra la desinformación.