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En el país a las dos terceras partes del electorado no les importan, o no entienden, temas tan cruciales para la vida democrática del país como la lucha en contra de la corrupción.

He leído y oído múltiples declaraciones de satisfacción de que casi 12 millones de personas salieron a votar para la consulta anti-corrupción, aún si no se superó el umbral. Claro, es un segmento importante de la sociedad colombiana y vale la pena no desalentarse y continuar con una pedagogía civil que logre llegarles a más personas.

Queda, sin embargo, el dato: En el país a las dos terceras partes del electorado no les importan, o no entienden, temas tan cruciales para la vida democrática del país como la lucha en contra de la corrupción.

Entiendo que algunos quizás pudieran tener reservas sobre ciertas preguntas. Eso sería perfectamente razonable. Pero había otras que parecían no presentar problemas y que por ende hubieran merecido ese respaldo. Así, unos cambios se hubieran introducido desde ya y el resto de los asuntos problemáticos que hubieran merecido ulteriores calibraciones, se hubieran resueltos por vía legislativa en las próximas semanas.
Cierta parte de Colombia y de la clase política colombiana celebra el ingreso al OCDE del país. El punto, sin embargo, no es si hemos ingresado, sino cómo ingresamos y bajo cuáles percepciones por parte de los otros miembros de esa organización internacional.

Van aquí otros datos: En el Índice de Percepciones sobre la Corrupción para el 2017 elaborado por Transparencia Internacional, Chile está percibido como el más honesto de América Latina, No. 26 en el mundo sobre 180 países. Argentina, que se está revelando ser un verdadero desastre en este frente, está en el puesto No. 85. Colombia está de No. 96. Ghana está de No. 81. ¡Nos Ghana de mucho! Ni hablar de Botswana (34), Ruanda (48), Namibia (53), Senegal (66), Burkina Faso, Lesotho y Tunisia (74).

Así, para atravesársele a Claudia López por gritona, grosera, atrevida, etc. etc. etc., a Antanas Mockus por tener el cinturón flojo, y a otros por verlos como mamertos, una parte del electorado del país ha perdido de vista que, si uno cree en una política basada en los principios, hay momentos en que es el qué, y no el quién, que tendría que importar solamente.

De eso, depende el respeto que una sociedad tiene en los ojos de la comunidad internacional y que tendría que tener en los ojos de sus ciudadanos. Y cuando uno está en el puesto No. 96 sobre 180 países en el índice global de honestidad, pues, queda la necesidad de un esfuerzo mayor. 

Alegrarnos de que llegamos a un 2.9 raspando y casi no nos rajamos en una materia, es hacerle un monumento a la mediocridad.

Investigador del Centro de Estudios sobre Holocausto y Genocidios de la Universidad de Minnesota e investigador asociado del Centro de Sociología Cultural de la Universidad de Yale. Anteriormente, fue Senior Policy Fellow en el Centro para el Estudio del Cambio Social, Instituciones y Políticas (SCIP)...