Fiestas patronales en Santa Rosa, Timbiquí, Cauca

Cada vez más algunas comunidades de la costa pacífica caucana y nariñense, sobre todo las de la zona rural, lucen más empobrecidas y despobladas. Familias enteras y, en su gran mayoría jóvenes, se ven obligados a migrar hacia las ciudades para construir su proyecto de vida. 

Aunque paradójicamente hay mucho por hacer en estas tierras, no se encuentra mayor actividad. Sobresale su imponente riqueza en diversos aspectos pero se antepone la deprimente pobreza.

Algunos corregimientos y veredas que han vivido del pancoger, la minería artesanal y la pesca lucen desolados y parecieran estar condenadas a desaparecer, o al menos a vivir despoblados. La gente se ha cansado de no encontrar lo suficiente para vivir al menos con lo básico.

Y no es que estas personas quieran salir de su territorio porque sí, sino que las circunstancias de la vida les obligan a buscar nuevos horizontes. Pareciera que sobraran en la localidad donde el contacto con el río, el mar, la fauna y sus semejantes ha sido vital para su desarrollo.

La gente se desplaza de sus comunidades porque en ella no están dadas las condiciones para realizarse en lo académico, profesional, económico, laboral y familiar. Hay pueblos en los que ya no hay jóvenes y otros en los que el 60% de los habitantes ha migrado del territorio.

Ante este flagelo silencioso que está causando un grave problema en la región en el ámbito político, cultural, religioso, educativo y geográfico, el gobierno nacional tiene mucho que ver. Aún más, es responsable, en gran medida, del desplazamiento en estas comunidades. Su inoperancia ha incidido considerablemente en este fenómeno tan preocupante.

Centenares de familias tienen que radicarse en Cali, Palmira, Pradera, Florida, Buenaventura, Popayán, entre otras, donde les toca pasar hambre y vivir en situaciones difíciles. En su territorio tenían tierra para cultivar y proveer su alimentación, aunque mínima.

La responsabilidad del gobierno radica en que no ha sido capaz de proporcionar los medios para que las personas vivan y se desarrollen en su territorio. Para que la gente en el campo tenga las condiciones para edificar su proyecto de vida en las esferas humanas.

Cada año o período de gobierno se socializan las problemáticas de la región en los encuentros con las autoridades competentes que visitan los municipios donde gastan altas sumas de dinero en la logística y todo queda en publicidad: camisetas, comida, fotografías, multitudes y titulares noticiosos. 

Movilizan a miles de personas de diversas poblaciones para que hablen y escuchen promesas que nunca se cumplen. Visitamos la costa pacífica, escuchamos a la gente, dicen ufanándose de tan enorme hazaña. Generan falsas expectativas en la ciudadanía y todo queda igual. Saben qué es lo que necesita esta región, pero ninguno hace algo valioso por ella.

Es doloroso que no haya universidades en la costa caucana. Que los jóvenes tengan que desplazarse hacia Popayán o Cali pasando penurias para poder acceder a la educación superior.

No hay fuentes de trabajo, por eso algunos deben salir a las ciudades a buscar opciones laborales, porque en su territorio lo atrayente son las actividades económicas ilegales.

No hay presencia estatal, tanto así que la autoridad y la soberanía no están en manos del gobierno, sino en otros actores que tienen el control de todo.

La violencia es otro fenómeno que ha causado desplazamientos. Lastimosamente esos jóvenes que no encuentran oportunidades para realizarse como personas toman caminos fáciles que les genere dinero de manera fácil.

La enfermedad siempre será un riesgo porque no hay centros asistenciales, al menos de segundo nivel, para el tratamiento de enfermedades de mayor complejidad. Para la gente que vive en las veredas es todavía más traumático pues tienen que desplazarse desde muy lejos hasta las cabeceras municipales para ser atendido por una fiebre.

El Gobierno no ha incentivado a los moradores a permanecer en sus territorios, dado que no ha gestado las garantías para ello. No ha cumplido ese mandato constitucional de permitir que las personas se desarrollen dignamente conforme a sus derechos.

El desplazamiento debilita la cultura. Quienes salen de su lugar de origen tienden a habituarse a un ritmo diferente al propio y pierden la esencia de sus tradiciones ancestrales. Desaparecen algunos valores, se desintegran las familias y se afectan las formas de gobierno propio.

Este fenómeno es una amenaza contra el territorio que, en las décadas siguientes podrán tener un problema de migración que deje sin habitantes a algunas comunidades. Ojalá el gobierno actual cambie la historia y frene este fenómeno que atenta contra el desarrollo del territorio.

Oriundo del municipio de Timbiquí Cauca, sacerdote en la costa pacífica caucana y nariñense, estudiante de psicología, comunicador popular y gestor cultural. Ha sido director de la emisora Micay Stereo en López de Micay, ha liderado proyectos comunicativos, culturales y productivos en Timbiquí...