Vivir en ciertas regiones de Colombia se ha vuelto un martirio para muchas personas, no solo por la violencia que es un capítulo aparte, sino por los altos costos de la gasolina en lugares donde casi todo se mueve, funciona o se relaciona con este combustible. 

La movilidad para miles de personas se ha vuelto limitada, sobre todo para quienes dependen de los motores fuera de borda. Desplazarse por el río en lanchas se hace cada vez más complejo para los que este es su único medio de transporte, ya que no hay carreteras.

Los habitantes del río Saija, municipio de Timbiquí en el Cauca, están pasando por uno de los momentos más duros de su historia, dado que se ha disparado de una manera abismal el precio de la gasolina y la vida de esta población depende de manera imperativa del transporte fluvial.

Las 20 comunidades que viven en la parte alta, con población afrodescendiente e indígena, para movilizarse de una comunidad a otra, incluso en la misma localidad, deben hacer uso de este líquido inflamable para alimentar sus motores, con el atenuante de que el consumo de un motor fuera de borda es entre 4 y 10 veces mayor que un carro por hora recorrida (dependiendo de los caballos de fuerza).

Actualmente, un galón de gasolina se consigue hasta en $23.000 en algunas comunidades, algo que contrasta con la situación económica de la gente. Cuesta el doble comparado con ciudades como Cali y Palmira.

Para un recorrido desde Soledad de Yantín a la cabecera municipal se gastan 12 galones de ida y 14 de regreso (subiendo el río el consumo es mayor). Es decir, que un viaje puede estar costando alrededor de los $600.000 sin contar alimentación, hospedaje y cuidado de la embarcación.

El uso del transporte fluvial en este territorio olvidado por los gobiernos es una necesidad diaria. Es la vida de la gente. Para todo hay que usarlo y las condiciones de vida dependen de la movilidad.

Para acceder a los servicios de salud, realizar diligencias bancarias, abastecerse de alimentos y conseguir la mayoría de los artículos en la cabecera municipal implica tomar una lancha. Lo que entra y lo que sale se mueve por esta forma de transporte. Por eso, con el panorama que se vive hoy, los pueblos están sumergidos en una profunda crisis que debilita la pobre y fugaz economía de las familias.

Se ha complicado el modo de vida para las personas en esta zona del país. Cada vez se hace menos favorable habitar en estas localidades, porque el alza de la gasolina trae consigo mayor costo de los productos, los cuales en un 90% son traídos desde Buenaventura.

La gente ya no quiere viajar. Se ve obligada a soportar necesidades en sus viviendas porque los recursos económicos no alcanzan para hacer uso de sus motonaves. Se rehúsan a dirigirse hacia sus parcelas de pancoger y otras actividades ante la crisis que cada vez se ahonda en la región.

Últimamente, algunas familias se están desplazando a las ciudades porque el costo de vida es muy elevado y no hay fuentes de empleo que ayuden a solventar esta situación. Con el paso del tiempo es posible que este flujo migratorio hacia Cali, Palmira, Pradera siga aumentando, porque no hay bolsillo que aguante estos incrementos.

El alto costo de la gasolina afecta aspectos como la alimentación: toca comer menos o reducir la calidad; la solidaridad: ya nadie quiere transportar a alguien sin cobrarle el pasaje; la vida comunitaria: se dificulta participar en encuentros culturales y sociales que impliquen desplazamiento. Sin gasolina todo se paraliza.

Los beneficiarios de programas como Colombia Mayor y Familias en Acción les toca pagar en pasajes casi lo equivalente al subsidio que reciben cada mes.

La gente está preocupada con esta situación que es insostenible para la mayoría de las personas, ya que sus ingresos son superados por los gastos en transporte y demás.

Es una crisis que vive esta zona del país, la cual redunda en mayor pobreza y desmejoramiento en la calidad de vida de los habitantes.

Hay mucha desesperanza y, si no se atiende esta problemática, las comunidades tienden a quedarse solas. Hambre, desplazamiento y violencia se pueden apoderar del territorio.

Hay que recordar que el combustible para estas comunidades se traslada desde Buenaventura en barcos y en lanchas de carga con motores fuera de borda. Se entiende que ese traslado sale costoso por las distancias geográficas, pero es triste que la gente tenga que pagar tanto por un galón de gasolina.

Este combustible seguirá subiendo en el mes de junio, lo ha anunciado la ministra de Minas y Energía. Se agudizará más la crisis y parece sumergir en el caos a las poblaciones periféricas que pagan los costos más elevados de este líquido. Muchos se verán condenados al destierro de su propia comunidad, porque no hay condiciones y garantías para vivir en un lugar con precios tan altos.

Se espera que el gobierno tome medidas pertinentes que den solución de inmediato a esta crisis.

Oriundo del municipio de Timbiquí Cauca, sacerdote en la costa pacífica caucana y nariñense, estudiante de psicología, comunicador popular y gestor cultural. Ha sido director de la emisora Micay Stereo en López de Micay, ha liderado proyectos comunicativos, culturales y productivos en Timbiquí...