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La novela de la metamorfosis de Mattos, que recuerda al personaje de Kafka, Gregor Samsa, no termina aquí. El hombre que fue ejemplo de empresario exitoso y cumplidor de la ley está hoy a las puertas del infierno a sus casi setenta años.

Desde hace un poco más de ocho años Carlos Mattos, el representante de la empresa Hyundai Colombia, es el paradigma del empresario ambicioso y banal.  Esta imagen, hoy consolidada, empezó a forjarse en el 2011, cuando una entrevista de Mattos fue difundida en un video de un medio de comunicación español.

En esta grabación, aparecía el millonario ostentando su riqueza. El documento, que generó tanta sorpresa como mordacidad inmediata, fue divulgado masivamente en un noticiero de T.V. nacional.   

El archivo de Youtube se volvió viral en Colombia y no tardó mucho para que María Jimena Duzán escribiera una columna en la revista Semana, que criticaba tan insensata ostentación. La periodista fue tan directa como devastadora en sus comentarios: “usted representa ‘una nueva estética’ de los millonarios colombianos, que es un rico sin pudor, que hace exhibicionismo de todo el cuero y la mampostería de oro que tiene su jet privado, y que a los 15 años se vanagloriaba de que tenía en el banco 15 mil dólares obtenidos a punta de venderles panela a los trabajadores de su finca” –escribió Duzán.

El daño a la imagen pública de un empresario condecorado hasta por el Congreso de la República y reconocido como filántropo en Cartagena, estaba hecho. De poco sirvió una larga entrevista publicada poco después por María Isabel Rueda en El Tiempo, en la cual el comerciante pudo defenderse. “Tengo que aceptar que pagué la primiparada. Fui asaltado en mi buena fe. Di esa entrevista. No me voy a excusar de nada. Simplemente, le digo que el acuerdo era que ese video se distribuyera de manera respetuosa, y solo en España”. Semejantes respuestas no fueron muy útiles, ni tampoco las revelaciones de los vínculos de Mattos con la alta sociedad española.

El campanazo de alerta del ridículo video no sirvió

El tema, en principio no pasaba de ser una entendible recriminación a la ‘estética’ y prudencia social que deberían regir el comportamiento de ricos y poderosos. Pero el proceder de Mattos en los años siguientes pasó las cosas de la picota pública del ridículo a un plano aún peor. Fue cuando, en 2015, la casa fabricante coreana de Hyundai le retiró el derecho de distribución de sus vehículos. Mattos anunció una demanda de 235 millones de dólares, y generó la impresión de exagerada codicia. Pero, bueno, muchas demandas comerciales se podrían calificar de exageradas.

Todavía quedaba entre muchas personas que conocimos a Mattos la confianza en que la justicia definiría si, codicioso o no, se trataba de un derecho legítimamente amparado por los jueces. El curso de los acontecimientos del proceso jurídico mostró en todo caso a un demandante al cual le importaba poco que se derrumbara la imagen del fabricante coreano que le había dado la oportunidad de enriquecerse, ni tampoco la suerte de los trabajadores colombianos de la empresa.

Pero, en los últimos tiempos el derrumbamiento total de la imagen del comerciante vino con la acusación pública de actividades delictivas de Mattos en este proceso judicial.  Como representante de Hyundai Colombia Automotriz S.A. Mattos fue llamado a responder por varios delitos.

Entre ellos, se le acusa de: cohecho propio, acceso abusivo a un sistema informático agravado, daño informático agravado y utilización ilícita de equipos transmisores o receptores. Los males no vinieron solos, tras las revelaciones judiciales. Una vez que se conoció la orden de captura por tales acusaciones, Estados Unidos le canceló la visa. Al parecer, Mattos estaba adelantando el trámite para la residencia en el país norteamericano, seguramente escapando del señalamiento público que su notoriedad le había dado en su actual país de residencia, España.

A las puertas del infierno

La novela de la metamorfosis de Mattos, que recuerda al personaje de Kafka, Gregor Samsa, no termina aquí. Todo se agravó recientemente, cuando el abogado Luis David Durán, preso en la cárcel Modelo de Bogotá, contó a la justicia los detalles de la operación criminal que Mattos puso en marcha. Según él, buscaba con esta estratagema ganarse 35 millones de dólares en el juicio contra la multinacional.

Por cierto, Durán es el mismo testigo que asegura que el abogado Alex Vernot, abogado de Mattos también preso al día de hoy, fue a verlo a la cárcel Modelo. En esta visita  habría ofrecido a Durán dos millones de dólares para que no colaborara con la Fiscalía.

El hombre que fue ejemplo de empresario exitoso y cumplidor de la ley está hoy a las puertas del infierno a sus casi setenta años. En efecto, el emprendedor que aprovechó la apertura económica de los 90 para generar empleo, riqueza y beneficios en calidad y precio a los consumidores colombianos, se derrumbó en el abismo de la infelicidad. Esto se deduce del concepto firmado por la médica española Teresa Cruz Lamadrid hace unas semanas, y reportado con fines judiciales.

En el citado documento se afirma que Carlos Mattos padece de un cuadro de ansiedad, insomnio, opresión en el pecho, llanto e ideas autolíticas (las ideas autolíticas se refieren a la presencia persistente en el sujeto de pensamientos de suicidio).

La necesidad patológica de reconocimiento social

Uno no sabe que puede haber ocurrido en la mente brillante de un ejecutivo que muchos habían calificado como un hombre ejemplar de negocios: “sagaz, inteligente y preocupado por defender sus intereses”. Mattos había recibido reconocimientos internacionales, como el de ‘Overseers Board of Directors de Babson College’, que seguramente tenían en cuenta tanto su filantropía, como su reputación intachable. Y no fue este el único reconocimiento importante: el 27 de febrero de 2009 en Washington, USA, recibió la distinción “Excelencia en liderazgo” del Consejo Economico Interamericano. Quizás la explicación de su metamorfosis esté en el exacerbamiento progresivo de una condición ‘egótica’ que marca al ser humano. La misma necesidad de reconocimiento que es motor de la política y de la historia que es la base de la dialéctica hegeliana. Esta se volvió evidentemente patológica en Mattos, desde aquel video de 2011. Ahora solo queda de su recuerdo el llanto ‘autolítico’ al caer la tarde.  

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.