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Trabajar o hacer empresa con estudios técnicos o tecnológicos, en vez de obtener reconocimiento social universitario pero probablemente en condición de desempleados o sobrecalificados para el empleo adquirido, parece ser el dilema creciente de los prospectos estudiantiles.

Un reciente estudio del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES) indica que las universidades tienen cada vez menos estudiantes. Uno podría concluir entonces que cada vez más colombianos deciden inscribirse en instituciones técnicas -como el Sena- o en su defecto incursionar directamente en el trabajo o el ‘emprenderismo’. Quizás, de no ser así, algunos recurran a complementar su formación de manera virtual, gratuita o no, gracias a los sistemas virtuales ‘moocs’.

De otra parte, el documento Snies nos pone a pensar en conceptos básicos de mercadeo, según los cuales producto, precio, promoción y plaza, son variables de competitividad para el gran mercado de la educación terciaria. Discernir, entonces, si el Sena y las universidades compiten o no en la captación de estudiantes puede resolverse en una disquisición semántica prioritaria.

Producto

Para algunos expertos en temas de educación existe una gran diferencia, que no tiene discusión si partimos del hecho de que el Sena es un instituto de formación para el trabajo que ‘beneficia’ a millones de colombianos. Los “aprendices” del Sena entrarían claramente “a engrosar las actividades productivas de las empresas y de la industria, para obtener mejor competitividad y producción con los mercados globalizados”, como lo explican acá.

De otra parte, según el predicado del sujeto de reflexión anterior, las universidades ‘preparan a los profesionales, y también enseñan el camino para producir ciencia, cultura e investigación. Las universidades tienen una función necesaria de liderazgo social y de cambio que es esencial para cualquier nación’. La diferencia, no necesita luego, según los seguidores de esta teoría ‘negacionista’, mayor demostración.

El estereotipo conceptual normalmente aceptado está entonces definido con los conceptos anteriores o algunos circunloquios semejantes. En síntesis, si considerando esas definiciones tuviera que escoger una sola palabra para definir la educación del Sena, podría uno decir: ‘productividad’; en cambio, en similar encrucijada con las universidades, cualquiera sugeriría ‘liderazgo’.    

El Sena: trabajo y productividad; la universidad: ciencia, cultura y liderazgo. Este es un razonamiento tan sofístico, como equivocado, que comparten muchos colombianos. La verdad es que si juzgamos a los estudiantes (llamados aprendices en el caso del Sena), como resultado del insumo formativo del Sena o en la universidad, nos surgirían dudas ontológicas. En muchos casos la formación del Sena ha implicado mayores horas de actividades científicas, culturales y de liderazgo, que en el proceso educativo universitario promedio. De otra parte, la inmensa mayoría de universitarios tienen por razón fundamental el estudio para trabajar o al menos para producir. En este sentido cobra validez un conocido dicho en Colombia: ‘El Sena es la universidad de los pobres’. El Sena y las universidades compiten en la práctica por promesas similares al posible estudiante: 1) Puerta de entrada al mercado laboral, y 2) Competencias específicas para desarrollar una labor que sustente un medio de vida esperado.

Es cierto que la ‘universidad de los pobres’ ofrece al estudiante unas competencias técnicas, mientras las universidades propiamente dichas ofrecen –con cumplimiento variable- una mayor ilustración en ciencia, cultura y liderazgo, que deberían repercutir en una mayor empleabilidad en condiciones de equidad social. Sin embargo, también es cierto que, como dice el PhD e investigador universitario Jorge Gámez, “la evidencia está en que no todas las instituciones de educación superior se han acreditado como manda la ley 30 de 1992. Es decir, que no es evidente que este tipo de instituciones tengan educación de calidad garantizada. Es más, la rendición de cuentas a la sociedad sustentada en la autonomía universitaria queda debiendo. Muchas instituciones han debido cerrarse por calidad, pero los contactos políticos no dejan que eso pase. El balance de la educación superior no se ha hecho aún. El modelo neoliberal entró a las aulas en forma de competencias que en realidad el Sena sí forma con notas de excelencia. Los datos de empleabilidad lo corroboran.

Estas indican una empleabilidad cercana al 70%; mientras tanto, las estadísticas de empleabilidad universitaria promedian menos del 35% en universidades de rango económico superior. Vale puntualizar que de ese 35%, muchos trabajadores universitarios son subempleados. No cuento con información estadística confiable, pero es válido conceptuar de manera empírica que en Colombia como en países del primer mundo, muchos profesionales universitarios ocupan cargos de perfil tecnológico, según entidades como AlumnUs y la información de nuestro entorno social.

Como podemos ver el mercado de la educación terciaria está cambiando y los padres y estudiantes están abandonando progresivamente el argumento de costear un título universitario como mecanismo de ascenso social. La universidad de los pobres, aún con su estigma social caricaturesco ofrece mayor rentabilidad, en el sentido de empleabilidad e ingresos. Como podemos ver el producto de educación terciaria de nivel tecnológico, ya sea virtual o presencial, tecnológica-Sena o universitaria,  están claramente compitiendo.     

Precio

Para rectores de universidades de élite, como Alejandro Gaviria de la Universidad de los Andes, los estudiantes están encontrando alternativas mejores en costo-beneficio por fuera de las universidades. “Hay personas que toman un curso de programación de seis meses y consiguen un trabajo con un sueldo de $1’500.000. Hay otras que estudian un pregrado de cinco años y siguen desempleadas”… El promedio de los sueldos, además, es muy bajo. Para una persona con un título técnico, el salario aproximado en 2016 fue de $1’063.692, para un tecnólogo de $1’156.948, y para un profesional de $1’796.880”.

Lo cierto es que estas universidades de élite, que compiten en un segmento social alto, tienen menos problemas de mercadeo y precios, ya que ‘en teoría’ dirigen su producto educativo a los deciles de mayores ingresos. Otro es el caso de universidades más populares. Según  el experto en educación Francisco Cajiao, “las cifras recientes sobre el ingreso familiar de los colombianos señalan que en los primeros nueve deciles el ingreso mensual de las familias es menor de cinco millones de pesos, mientras que una matrícula promedio en una institución de educación superior (IES) de mediano tamaño, no acreditada pero de buena calidad, está en el orden de los cuatro millones”. 

Promoción

Si el producto y sus promesas básicas (empleabilidad y salario digno) no marcan la diferencia, la principal diferencia hoy en día no es la accesibilidad académica de la universidad privada, ya que los niveles de exigencia de los exámenes de admisión a la universidad, en tiempos de decrecimiento de alumnos, han rebajado.

El tema, en términos de mercadeo, es la ‘promoción’ (y me refiero tanto al punto de promoción estrictamente del mercadeo de cada universidad como al efecto de ‘promoción social’ que es una necesidad sentida de nuestra comunidad); uno diría que el principal argumento para que muchos padres de familia hagan esfuerzos heroicos para pagar una educación universitaria del más alto nivel posible es, en consecuencia, el del igualamiento o la promoción social.

El propósito, de superar una aberración social producida por el estatus de la educación recibida, es loable. Tristemente, esta lucha por obtener un título universitario competitivo inicia con un grave hándicap. El punto es que la educación primaria y secundaria, especialmente en el segmento público colombiano, es de reconocida mala calidad. Con este tipo de formación básica deficiente la inversión de los padres en la educación universitaria se enfrenta a un prospecto de empleabilidad y salarios negativo. Muchos son los profesionales universitarios que terminan de taxistas o en actividades que no requerían su formación universitaria.

El tema de la baja calidad de la educación básica también afecta al Sena, por supuesto. La entidad hace un esfuerzo enorme para dotar de competencias de la educación básica -como lectoescritura, matemáticas e inglés- a sus estudiantes. En muchos casos dichas deficiencias son superadas y los egresados del Sena no solo son competitivos sino que ascienden en sus empresas a niveles profesionales. Por supuesto que algunos de ellos trascienden la educación del Sena y reciben formación complementaria e incluso terminan algún tipo de titulación universitaria en su exitosa carrera profesional.

La estrategia de promoción del Sena está basada en la dignidad de una entidad líder en América Latina, que hace inversiones en tecnología de punta, sintonizada con los requerimientos de la “revolución” 4-G. Esto cambia la perspectiva peyorativa del voz a voz que durante años la ha promovido de manera piadosa pero bastante desacertada como:”la universidad de los pobres”.

En cuanto a promoción, como estrategia, el Sena se promueve con empresarios y emprendedores exitosísimos egresados de sus aulas, como Harry Sasson, uno de los más reconocidos empresarios de la gastronomía nacional formado en el Sena. También ayuda a promover al Sena el éxito de trabajadores de nivel internacional como: Daniel Alejandro Naranjo Giraldo, Técnico profesional en Cocina, ganador del concurso mejor chef joven de Colombia, organizado por la Asociación Mundial de Gastronomía Chaîne des Rôtisseurs;  un competitivo estudiante del Sena ubicado al más alto nivel social: Gerente de Maserati en Colombia, Robert Kunzel. Anecdóticamente, respecto a este último caso de estudio, Kunzel se graduó a los 19 años en el Sena y empezó a trabajar como jefe de taller de varias marcas.

 Plaza

La estrategia de mercadeo de las universidades, que consideró hace tiempo buscar estudiantes segmentando plazas, ha llevado a que muchas universidades nacidas en Bogotá tengan exitosas sedes en ciudades “de provincia”. Esta estrategia de ‘plaza’ abarata costos de educación para estudiantes de ciudades intermedias y pequeñas, quienes debían sumar costos de viajes y residencia fuera de su tierra natal.

Pero, ni producto, ni precio, ni promoción, marcan la diferencia por cuestiones de plaza en la competencia de la educación gratis del Sena, en más de mil municipios de Colombia. Los estudiantes colombianos ya no tienen condicionamientos de plaza en su formación. La disrupción de la educación virtual y a distancia y los cursos de plataformas como EDx, la plataforma virtual de Harvard y el MIT, y las clases de Cursera, EdX, Udacity y FutureLearn, han educado en cursos cortos a más un millón de colombianos.

Otro ejemplo, en España, que es uno de los puntos de referencia del Sena en educación terciaria, es Vértice. Se trata de una empresa privada de capacitación que ofrece servicios de formación a personas de todo el mundo. Lo hace  a través de internet, basada en videoconferencias y en su página Web declara tener “alumnos inscritos en más de 30 países”.

En síntesis, el Sena si compite en esta era 4G por alumnos de formación terciaria hasta con las más prestigiosas universidades colombianas. Pero la competencia del Sena no solo es en la disyuntiva de seguir o no una carrera técnica, segmento en el cual el Sena es un ‘fuera de serie’. Estas prestigiosas universidades han incursionado progresivamente en cursos técnicos, en los cuales compiten con el Sena no solo en calidad académica sino en nicho de good-will social. Pero todos, Sena y universidades, compiten en el mercado global de la educación terciaria de la ‘era 4G’.  

Nota de agradecimiento: Este artículo contó con la valiosa colaboración del profesor universitario Jorge Gámez Gutiérrez, PhD en Ciencias Empresariales, ganador del primer Premio Extraordinario de la Universidad de Nebrija a su tesis doctoral, en 2011.

ADENDA A OCTUBRE 4 DE 2019: Retomo un aparte de la columna del profesor Wasserman, del día de hoy (El Tiempo). El reconocido académico universitario nos da luces sobre el falso dilema de privilegiar en políticas públicas la educación tecnológica (SENA) o universitaria. Concluye el profesor:  “…Por eso es inocua la discusión sobre si es más importante la ciencia básica o la aplicada, la teórica o la tecnológica. Todas son necesarias, se realimentan mutuamente porque solas son insuficientes. Los países innovadores tienen programas que apoyan la ciencia basada en la curiosidad. Pareciera buena idea imitar a quienes tienen éxito”.

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.