Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El debate sobre la posibilidad de que Petro convoque a una incierta reforma constitucional, o que lleve al extremo su ideología de izquierda, no es lo más inquietante…
Cuando uno asume una posición clara sobre política toca inevitablemente intereses personales de orden material o sicológico, estos últimos relacionados con el superyó freudiano. Al fin y al cabo cuestionamos las fibras primigenias de nuestra construcción del ego y sus necesidades, físico-económicas de supervivencia o emocionales, de reconocimiento social. Unos cuantos santos (quizás seres ‘iluminados’) opinarán como maestros, desde un interés superior sintonizado con el subconsciente colectivo. Seguramente tengo un poco de todas esas razones aunque reconozco sencillamente mi necesidad de escribir y comunicar mi pensamiento sin esperar nada a cambio. Esta simple necesidad cabría en el concepto de Abraham Maslow de ‘autorealización’.
En todo caso, independientemente de mi motivación íntima, sé que tocar intereses personales puede ser peligroso en un país intolerante. Por esta razón recibí sin sorprenderme varios insultos en mi columna anterior de LSV: http://www.lasillavacia.com/silla-llena/red-social/historia/por-quien-votaria-en-la-anunciada-lucha-de-clases-65791. Alguno de esos comentarios fue en todo caso suficientemente bien escrito y procuré responderlo en un enriquecedor ejercicio intelectual de confrontación de ideas.
Los comentarios de ‘Simón Sarmiento, Pensionado, Asesor’
Uno de esos comentaristas, Simón, me cuestionó ‘ad hominem’, algo frecuente en los comentarios a columnas políticas. También expuso razones políticas para que no temamos a un gobierno posiblemente autoritario de Petro. Este es su comentario, que divido en dos ‘sic’ (palabra latina que significa así), para separar la descalificación personal del verdadero argumento de opinión:
-“Mala tu argumentación. No solo te descubres como defensor del establecimiento sino que con argumentos peor sustentados pretendes que la gente le digna no a Petro (sic). En mi opinión el verdadero poder está en el congreso. Es allí donde la corruptela que siempre ha gobernado al país, está tranquila porque todo pasa por allí. Me parecías independiente. Ahora ya se que no” (sic) –escribe Simón.
– En cuanto a la primera parte de tu comentario pienso, Simón, que tienes razón al descubrir que defiendo el establecimiento (correspondo en tutearte). A propósito, se entiende por ‘establecimiento’ según la RAE: cosa fundada o establecida; y también: constitución, formación, fundación (diccionario de sinónimos en español). Ser parte del establecimiento no es sinónimo, entonces, de corrupción o mezquindad. En alguna medida Petro pertenece desde 1991 al establecimiento. Por otra parte, puede haber establecimientos de izquierda o de derecha, corruptos o no. Por ello, esta no es una gran revelación e ignoro en qué parte mis escritos me han señalado como anti-establecimiento. Quienes me conocen saben que he pasado mi vida entera dentro del establecimiento, contra el cual nunca me he levantado en armas. Y no lo he hecho porque como cualquier colombiano razonable reconozca que nuestro establecimiento es imperfecto y debemos luchar por mejorarlo. En realidad, no lo he hecho porque, como Gustavo Petro debió reconocerlo hace años, y ahora lo reconocen las Farc, las soluciones violentas son éticamente equivocadas.
Con referencia a mi argumentación, sin duda podría ser mejor, quizás con superior sustentación. A lo mejor hubiera logrado convencerte, con mejor pluma, si lo permiten las ideas rígidas o adaptables de tu superyó, instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. En todo caso, mis ideas son mis ideas y no pretendo, porque no soy político ni vivo de manera alguna de la política, convencer a nadie de que no vote por Petro. Ni siquiera me interesa que me consideren independiente o no, pues me guía solo la sinceridad de mi palabra y no las poses de imagen. Ese trabajo, de presentar una imagen aceptable con el propósito de convencer a alguien, corresponde a Petro y probablemente a ti.
Probablemente, Simón, te preocupa que Petro tenga atemorizada por lo menos a la mitad de los colombianos con la posibilidad de convocar a una constituyente. Otros amigos cercanos a mí, a quienes respeto y aprecio aunque no compartamos criterios políticos, también lo están. Esta supuesta constituyente sería el primer paso que coincidiría con la fundación de la trágica República Bolivariana de Venezuela. Y no se trata de que yo me sume a quienes promueven el terror al ‘castrochavismo’, como jocosamente ilustra hoy el caricaturista ‘Matador’ en EL TIEMPO: http://www.eltiempo.com/opinion/caricaturas/matador/fantasmas-centro-democratico-212678.
Durante casi 5 años Petro invocó la idea de una constituyente
Se trata de que, aunque tú, Simón, y también Petro, coincidan en desmentir esta afirmación, el candidato hizo muchas declaraciones públicas, en diversos medios, pro y anti establecimiento, proponiéndola. Al respecto, como alcalde de Bogotá que en enero de 2013 apenas llevaba un año de gobierno y ya tenía a la ciudad dividida entre petristas y antipetristas, originó este comentario de Antonio Caballero:
“Al permitir la elección minoritaria de Gustavo Petro a la Alcaldía de Bogotá por no habérsela jugado en serio por uno solo de sus propios candidatos, las clases dominantes esperaron que él, en agradecimiento, gobernaría con buena letra, sin exageraciones: ya les había hecho el favor de dividir al Polo, y creyeron que además se dejaría ayudar, manejar, y tal vez corromper. No esperaban que viniera a hacer la revolución. Cuando se puso en esas, se escandalizaron: “¡Nos va a arruinar!” (Las revoluciones arruinan, en efecto)”. https://www.semana.com/opinion/articulo/petro-ahora/329372
El columnista citado no menciona explícitamente la palabra constituyente, pero uno entiende que las revoluciones, que menciona Caballero, llevan necesariamente a nuevas constituciones. En efecto, nadie puede olvidar que Petro, desde esos días, en que un fallo del entonces procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó del cargo, invocó una constituyente entre sus arengas desde al balcón del Palacio de Liévano para defender su elección.
Pero no fue solo Caballero. También recojo un medio electrónico afín a la petrista ‘Colombia Humana’, que expone el pensamiento de Petro. Ahí se afirma: “El camino para el ejercicio del poder constituyente es un proceso que tendrá avances y lamentablemente retrocesos provocados por las grandes fuerzas poderosas en su contra. Los colombianos deben ejercer ese poder constituyente, que es la capacidad de decisión de la ciudadanía en temas fundamentales que afecten su territorio, no a escala nacional como se recogió en la Constitución de 1991 con una Asamblea Constituyente centralizada en Bogotá, sino ya en una etapa descentralizada, con carácter vinculante,”… (http://www.colombiainforma.info/gustavo-petro-la-colombia-humana-significa-transformaciones-para-la-sociedad/ ).
Los argumentos de ‘Simón’ para desestimar una constituyente petrista
Como el tema, Simón, es de creer o no en tu afirmación o en las propuestas en el transcurso del tiempo de Petro, o una u otras, vale la pena recordar que en julio de 2017, ya en condición declarada de candidato presidencial, defendió la convocatoria antidemocrática y despótica de La Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela: http://www.lasillavacia.com/historia/petro-y-su-defensa-de-la-constituyente-de-maduro-61921 .
En este punto, se equivocan quienes defienden a Petro, como víctima del terrorismo proselitista de derecha, así lo hagan con hilarante humor político. Petro es el único responsable de haber dado una imagen, durante muchos años, de apoyar una constituyente refundadora de la sociedad y, simultáneamente, de respaldar maniobras antidemocráticas del chavismo.
En tu argumento dices, Simón, supongo que para desvirtuar el miedo a que Petro lidere una incierta constituyente, que “el verdadero poder está en el congreso”. Es cierto, como me parece entender, que el congreso no autorizaría la constituyente de Petro. Pero, pero… quien no ha tenido reparos en violar el orden institucional (el establecimiento) en alguna época de su vida tampoco puede asegurar que se frenará en recurrir a cualquier ardid para convocar una constituyente “revolucionaria”. Y si no que lo diga el déspota Maduro, quien ha encontrado ardides seudo-democráticos para invocar al constituyente primario. En resumen, Simón, aunque mis argumentos te parezcan malos, los tuyos tampoco me convencen.
Lo que más preocupa de una hipotética presidencia de Petro
Héctor Riveros de LSV, defensor de la paz tan cercano a la candidatura de De la Calle, hace un ejercicio prospectivo preocupante sobre una hipotética presidencia de Petro http://www.lasillavacia.com/blogs/una-muestra-de-lo-que-pasaria-si-petro-gana-las-elecciones-65800. Cierto es que mi columna anterior de LSV tiene coincidencias con Riveros, en reflexionar sobre la lucha de clases que ha caracterizado una parte importante de la trayectoria política de Petro. Al respecto añado que partí del recuerdo del ruso Mikhail Bakunin, quien promovió la lucha de clases en el siglo XIX, con un criterio central: “los campesinos deben tomarse la tierra y expulsar a los terratenientes que viven de la explotación de otros”. No sé por qué, a mí me pareció el jueves pasado encontrar analogías con los últimos discursos de Petro y con la posible idea que podría rondar su cabeza de instaurar en el culmen de su carrera política una dictadura del proletariado. Sí, Simón, de acuerdo. Seguramente para que esto sea factible se requeriría una reforma constitucional de fondo, que por lo anteriormente expuesto es posible, no afirmo que segura, en un gobierno de Petro.
Pero, en realidad, aunque los comentarios que he recibido, como los tuyos, se centran entendiblemente en estos puntos, ese no es el mayor temor que despierta Petro. En mi caso, que no es exactamente el mismo de Riveros, lo que más me preocupa ‘no’ es su ideología, sobre la cual me limité a señalar conocidos fracasos históricos. Sin embargo reconozco que ha habido excepciones de buenos gobiernos de izquierda como los de Antonio Navarro, a nivel nacional, o Pepe Mujica, a nivel internacional. En realidad es difícil desconocerlo, aun siendo críticos con ellos, pues ni Nariño ni Uruguay se quejan de haber heredado crisis democráticas o políticas de sus gobiernos. Pero, si estos son los argumentos para desmontar el temor a Petro, se equivocan. Las competencias de Petro no son las de Navarro ni menos las de Mujica, quienes sí supieron trabajar en equipo para impulsar sus proyectos de desarrollo económico y equidad social.
Petro no ha demostrado como ejecutivo competencias para trabajar en equipo. Uno de sus cercanos amigos lo definió como “déspota de izquierda”. Quien lo definió públicamente como déspota fue en realidad uno de la docena de cercanos colaboradores que terminaron muy pronto alejados de su gobierno (https://www.semana.com/opinion/articulo/daniel-coronell-el-despota/436969-3 ). Y es que en solo un año salieron o se retiraron de su alcaldía demasiados secretarios, consejeros, gerentes de empresas públicas, mientras su jefe, al mejor estilo de Trump, se dedicaba a gobernar por Twitter o largos discursos desde el balcón del palacio Liévano. El mayor temor a Petro no son sus propuestas, muchas de las cuales no tienen que ver con la izquierda, sino su demostrada incapacidad para guiar un equipo ejecutivo. Y, aún los proyectos que encontraren un consenso democrático pueden convertirse en desastres en manos de un mal ejecutivo despótico. No quiero ni pensar en un gobierno probablemente chambón, por su mal manejo del equipo ministerial y de altos ejecutivos del estado, liderando propuestas tan ambiciosas como las de hacer una reingeniería de Ecopetrol o del sistema pensional colombiano. Simón, esto es lo más preocupante de Petro.