Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En La Guajira, puede ser más caro tomar agua que gaseosa. Sí, ese producto que es alto en azúcares, saborizantes y cuyo valor nutricional es nulo es en algunas zonas rurales dispersas más barato que el agua. Lo que podría parecer una cuestión de libre mercado es, en el fondo, un asunto de salud pública.
El acceso y disponibilidad de agua potable de calidad, tal y como ha sido reconocido en la Observación General N. 15 del Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales, es un derecho enmarcado en la categoría de “garantías indispensables para asegurar un nivel de vida adecuado”. No tener agua pone en riesgo la vida, la salud, la alimentación e incluso la identidad cultural de las poblaciones indígenas. No obstante, lo que es un derecho fundamental y la base biológica de la vida para muchos en La Guajira se ha convertido en un privilegio.
Un estudio reciente realizado por Vorágine describe algunas barreras económicas que enfrentan los guajiros para acceder a agua potable, entre ellas el alto precio de este líquido en relación con las gaseosas: “Preguntamos por el precio de las bebidas endulzadas para compararlos con el del agua embotellada. En algunas presentaciones es más barato comprar gaseosa que comprar agua: si usted va a adquirir una botella de 1 litro (L) de agua le cuesta 2.000 pesos, es decir, cada mililitro (ml) sale a 2 pesos. Por su parte, 1,7 L de gaseosa están en 2.500 pesos, el ml tiene un valor de 1,47 pesos”.
A esto se le suma un obstáculo físico de acceso, el cual Dejusticia ha venido alertando desde el 2016, que enfrenta la población indígena que vive en zonas rurales dispersas de este territorio: el 80% tiene que recurrir a alternativas poco saludables como lagunas o pozos profundos, cuya composición usualmente es salobre, potencialmente con microorganismos y con alto contenido de minerales. Ninguna de las opciones mencionadas anteriormente es apta para el consumo humano.
A las dificultades de acceso al agua, se suma que la situación económica de los habitantes del departamento no es la mejor. Según el Dane, para 2020 el 63% de la población en La Guajira se encontraba en situación de pobreza monetaria y el 52% en pobreza multidimensional.
El agua potable que surte la empresa privada es costosa para la mayoría de las personas, mientras que la alternativa que ofrece el Estado sólo abarca al 20% de la población rural dispersa, que debe utilizarla no solo para el consumo humano, sino para las actividades domésticas, de cocina, aseo, etc. Este escenario se conoce como desigualdad estructural, la cual reduce drásticamente sus posibilidades de salir de la trampa de la pobreza.
El consumo reiterado de bebidas azucaradas para “hidratarse” tiene graves consecuencias en la vida diaria de las personas, en especial en la población indígena. La primera es la deshidratación, pues el alto contenido de azúcar que contiene este ultraprocesado provoca que el cuerpo utilice más agua para transformarlo en energía. Además pone a trabajar a los órganos a marchas forzadas para asimilar sus ingredientes. Por otra parte, las bebidas gaseosas suelen tener cafeína, la cual provoca la perdida de líquidos a través de la orina que, sumado a las pérdidas por el alto contenido de azúcar, es probable que deshidrate aun más.
La deshidratación no es un asunto sin importancia; tiene múltiples efectos en la salud. Por ejemplo, ocasiona problemas renales, dificultad de circulación de la sangre e impacta en la asimilación de nutrientes. Los departamentos de Vaupés (38,8%), Amazonas (19,7%) y La Guajira (19,6%) presentan las cifras más altas de retraso en talla en el país, duplicando y hasta cuadruplicando el promedio nacional.
Tal y como lo hemos advertido antes, el hambre y la sed no pueden ser entendidas de manera aislada, pues el consumo de agua potable en cantidades adecuadas es importante para la absorción de las vitaminas y los minerales provenientes de los alimentos, vitales para la superación de la desnutrición.
La falta de acceso al agua y la sobreexposición a bebidas ultraprocesadas ha tenido un impacto negativo en las costumbres alimentarias de la población del departamento, compuesto en su mayoría por comunidades indígenas.
En la última visita que realizó Dejusticia a La Guajira, personas wayuu nos hicieron saber cómo la dieta alta en ultraprocesados ha tenido un impacto desproporcionado en sus usos y costumbres, desplazando en algunos casos las bebidas y comidas tradicionales preparadas con alimentos propios del territorio.
Dejusticia, en articulación con varias organizaciones aliadas, ha alertado sobre los crecientes índices de malnutrición en La Guajira y su impacto en la salud pública de la primera infancia, destacando cómo la disponibilidad de agua debe tener un puesto central en la solución de esta problemática, ya que el hambre no se supera si hay sed.
Las gaseosas se caracterizan por su alto contenido de azúcar, por lo que consumirlas de manera reiterada para saciar la sed influirá en aumentar la deshidratación, creando un círculo vicioso dañino para la salud.
La implementación de políticas como el impuesto a las bebidas endulzadas podría tener efectos en el recaudo en el corto plazo que permitirían aumentar la inversión en infraestructura en estos territorios para garantizar agua potable de calidad. Esperemos que los gobiernos se lo tomen en serio y le empiecen a apostar a la salud pública.