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¿Qué hay detrás de la frase “la política se hace con los amigos”? A primera vista, podría indicar una mentalidad aparentemente lógica e inofensiva, pero muchas veces refleja la cultura clientelista basada en el amiguismo que debilita las instituciones y la democracia.
Muchos candidatos y políticos para empatizar y congeniar con sus electores acostumbran a decirles frases como “ustedes son mis amigos”, “en mi tienen a un amigo”, o “soy su amigo”. De hecho, en algunos ambientes es común la frase “la política es entre amigos” o “la política se hace con los amigos”. Aunque a primera vista esta mentalidad puede parecer lógica e inofensiva, en realidad puede indicar un grave problema en nuestra cultura política, dependiendo del sentido en que se entienda y se aplique.
Si con ella se quiere expresar que las campañas políticas se hacen primero basándose en el apoyo de los amigos, es correcta. En efecto, cuando una persona aspira a un cargo de elección popular, los familiares y amigos son los primeros que normalmente prestan su ayuda en las diferentes actividades y gastos que implica una campaña política.
No obstante, si con ella se quiere decir que por el mero hecho de ser amigo de alguien hay que apoyarlo en una aspiración política o que, una vez en el poder, se debe gobernar con los amigos, esta visión es peligrosa y denota una gran falencia en nuestra cultura política.
En cuanto al primer punto, si bien a un amigo se le puede apoyar en una aspiración, este no debe ser el criterio principal (la amistad) y, ni siquiera, debe ser un requisito. Si, por ejemplo, usted invierte sus ahorros en un negocio, supongamos en un bus de transporte, ¿se lo dejaría a un amigo que no sabe manejar o tiene fama de no ser muy honesto con el manejo del dinero? Por más amigo que sea, una persona racional le diría que lo siente pero que de esa forma no lo puede apoyar. Le daría prelación a lo que obraría como evidencia inobjetable para negar el apoyo : no tiene ni la capacidad ni la rectitud requerida para desempeñar ese papel. Sabe que si lo apoya se vería afectado, y hasta la amistad podría verse malograda.
Lo mismo debería suceder con los cargos de elección popular: ¿Por qué apoyar y votar por alguien que no tiene la idoneidad o la reputación requerida por el simple hecho de ser amigo? El mal manejo de los recursos públicos también nos afecta directamente, y una cosa es la amistad y otra la responsabilidad ciudadana.
Con respecto al segundo punto, también es falso que se tenga que elegir a amigos y conocidos para puestos públicos o para otorgarles contratos. Esto no quiere decir que no se pueda hacer. Los cargos de libre nombramiento y remoción permiten precisamente seleccionar a personas de confianza. Lo que significa es que la amistad tampoco es el criterio principal, sino que primero deben primar criterios de idoneidad, mérito, cumplimiento y, cuando sea el caso, de igualdad de oportunidad para los ciudadanos. Si el amigo tiene el perfil adecuado para desempeñar el cargo, cumple a cabalidad con sus obligaciones y cobra lo que es justo, no hay lío. El problema es que muchas veces estos criterios se pasan por alto, primando solamente la llamada amistad, y el servicio civil público (o la burocracia) no se logra profesionalizar y aislar lo suficiente de los gobiernos de turno.
El sistema clientelista ha normalizado el pensar que un político puede administrar una institución pública como si le perteneciera, como si pudiera disponer de ella de la forma que lo hace con un bien de propiedad privada.
Ciertamente, en Colombia es común pensar de la otra forma porque todavía tenemos un sistema político basado en relaciones clientelistas en donde un “patrón” o jefe político media las relaciones de los ciudadanos con las instituciones. Por eso todavía es tan importante tener una “palanca política” para poder acceder con ventaja a servicios o bienes públicos. Lejos de esta concepción viciada, en Colombia todo ciudadano es sujeto de los mismos derechos frente a la ley y las instituciones públicas. En las sociedades con una democracia más madura en donde ya superaron la etapa clientelista y pre-moderna de la política, cualquier ciudadano puede acceder en igualdad de condiciones a cualquier servicio público y puede exigir sus derechos sin necesidad de que medie un “padrino político” o un “político amigo”.
La captura de las instituciones públicas con meros objetivos burocráticos para sostener unas clientelas, aprovechando el alto nivel de desempleo para manipular y chantajear a los electores, es uno de los factores determinantes de la corrupción y del bajo nivel de los políticos que nos representan y, por tanto, una de las barreras que impiden el desarrollo de Colombia.