Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Existen muchos, quizás demasiados, manipuladores de oficio rondando en los medios sociales. Algunos de ellos son fletados por el sistema o por intereses colectivos. Otros son fanáticos, proselitistas de su propia fe, que buscan reafirmarse cada día más en sus propias creencias o extenderlas a los demás. Y no faltan los ‘manipuladores solitarios’, que amenazan el bien común.
Desde siempre los medios de comunicación han sido acusados de manipular a la opinión pública. La izquierda ha acusado al capitalismo de usar los medios tradicionales, para que la oligarquía mantenga el poder. Esto no es novedad alguna y relativamente demostrable desde los inicios de nuestra República.
Pero cuando la izquierda está en el poder hace exactamente lo mismo para sostener la llamada ‘dictadura del proletariado’. Y esto también se comprueba históricamente. Para el efecto basta recordar al diario Pravda (‘La Verdad’), de la desaparecida Unión Soviética. Pero también pensemos en el actual periódico Granma de Cuba o en VTV, la televisión pública de Venezuela. Los únicos que han defendido la imparcialidad de estos medios son miopes panegiristas de sus respectivos sistemas.
Hoy en día la situación es un poco distinta, gracias a la aparición de los medios sociales de comunicación. Mediante los blogs, Twitter, Facebook o YouTube, el periodismo tiene alternativas verdaderamente democráticas. Este es el caso también de portales como LA SILLA VACÍA y otros medios alternativos absolutamente independientes.
Por fortuna la libertad de expresión moderna no tiene límites. Cualquier ciudadano del mundo puede ser periodista y editor de algún medio virtual. Hasta aquí todo bien. Los medios sociales son una opción revolucionaria de la tecnología, que en principio ayudaría a evitar la manipulación de las masas.
Pero las cosas no son idílicas tampoco en el mundo de las ‘tic’. Lamentablemente, quienes manejan el poder, quienes viven del negocio de la política, infiltran o contratan redes de supuestos ‘opinadores’ independientes, para apoyar sus causas. Uno de los casos más recordados al respecto es el de Andrés Sepúlveda, el famoso hacker de la pasada campaña presidencial en Colombia.
Y Sepúlveda no es el único, como sabemos. Probablemente todas las campañas tenían contratados propagandistas semejantes. Existen muchos, quizás demasiados, manipuladores de oficio rondando en los medios sociales. Algunos de ellos son fletados por el sistema o por intereses colectivos. Otros son fanáticos, proselitistas de su propia fe, que buscan reafirmarse cada día más en sus propias creencias o extenderlas a los demás. Para estos manipuladores la verdad y la fe, dos conceptos ontológicamente diferentes, son la misma cosa. Y, finalmente, no faltan los ‘manipuladores solitarios’, que aprovechan la volatilidad de los medios sociales, su mágica posibilidad de confundir a la opinión pública para lograr sus propios intereses, sin importar el bien común.
Pero por supuesto, bien sea actuando de manera individual o colectiva, todo manipulador desprecia el bien común. En algunos casos lo arropa, y en este caso se vuelven más peligrosos, con anhelos colectivos o con intereses nacionales. Y no olvidemos el concepto de J.L. Borges sobre los nacionalismos: son el mismo sentimiento de territorialidad de los primates. Lo cierto es que la manipulación se facilita si uno logra despertar algún sentimiento instintivo de solidaridad grupal, de defensa del más débil, de compasión por los demás. Todos estos motivos presentan caminos de espiritualidad preciosamente empedrados a ojos de la opinión pública. Cualquiera de ellos puede manipular a un grupo social… hasta llevarlo al infierno de la inequidad.
Examinemos en este punto uno de los más recientes ejemplos de ‘manipulación solitaria’: el video en YouTube de Sol Ángel Fonseca. Sol Ángel es una ‘pilosa’ estudiante bogotana de 18 años, cuyo sueño es estudiar astronomía en Estados Unidos. Desde cuando supo que había sido admitida en la Universidad de Arizona con una supuesta beca que no le cubría el 100 % de los gastos empezó a llamar la atención en los medios sociales para conseguir ayuda. Hasta aquí Sol Fonseca sólo merecería elogios como una colombiana luchadora, por usar los medios para que la gente se solidarizara con ella para poder realizar su sueño personal.
Lástima, en un momento dado, quizás mal aconsejada, cayó en la tentación de manipular a la opinión pública. Fue cuando Sol Ángel dirigió uno de sus videos de YouTube a la ministra de Educación, Gina Parody. Para conseguir el propósito de que la Ministra se viera obligada a ayudarle, aunque la normatividad vigente no permita este tipo de apoyos a un particular, sin que el mismo apoyo sea accesible a todos los colombianos, engañó a la opinión pública. Lo hizo cuando dijo que la Universidad de Arizona la había becado (y que, por tanto, el Estado estaba en la obligación moral de darle un apoyo para cubrir algún faltante).
La realidad del asunto resultó ser que la universidad mencionada nunca la becó (a propósito, conozco varios casos en que universidades de EE.UU. realmente sí han becado a estudiantes colombianos con el 100% de sus gastos, sin que medie ningún apoyo del Estado colombiano). La U. de Arizona sólo ofreció a Fonseca un 20% de descuento en la matrícula del primer semestre. La solicitud de Sol Fonseca a la Ministra, que conmovió a muchos compatriotas, requeriría entonces un aporte de dinero cercano a los 600 millones de pesos.
Sí, en teoría la solicitud de Fonseca iba contra el bien común. Y si, hubiera resultado atendida por el Gobierno, como querrían muchos internautas, el principio de equidad social obligaría a que todos los colombianos en semejantes circunstancias recibieran el mismo trato. Desde luego, ni siquiera el presupuesto total del SENA para un año de labores sería suficiente para atender tal demanda. De otra parte, el apoyo que requería Sol habría consumido los mismos recursos que se podrían entregar a 12 estudiantes colombianos para que cursaran su carrera completa en Colombia, en una universidad privada de buen nivel académico o muchos más en una universidad pública del mejor nivel.
Por desgracia, si esto ocurre en casos aislados, el tema de los riesgos de manipulaciones se expande enormemente cuando se trata de causas políticas (recordemos una vez más el caso Sepúlveda). Pero, por fortuna, el antídoto a la manipulación nace de la misma libertad de prensa de los medios sociales. Este antídoto produce efectos poco a poco, cuando uno se acostumbra a revisar varias fuentes y diversas columnas de opinión.El remedio empieza a ser efectivo cuando alguien se abstiene de emitir juicios con la primera información recibida, especialmente cuando esta viene de amigos o copartidarios. Pero también cuando uno aprende a dudar, como Descartes, de las opiniones emitidas por energúmenos o fanáticos y de quienes pretenden conmover a los demás hasta las lágrimas con discursos políticos o religiosos.
En estos momentos de decisiones cruciales por las cuales pasa la historia de Colombia, como el tema del plebiscito por la paz, es importante aprender a no tragar entero y el caso de Sol Fonseca (a quien deseo la mejor suerte y que ojalá, de alguna manera, alcance su sueño) es apenas un ejemplo. Considero importante escuchar a todos, en particular a quienes emiten opiniones contrarias, especialmente cuando lo hacen de manera serena. Salvo mejor opinión.