Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El mundo asiste a lo que parece ser su peor tragedia desde las grandes guerras: la migración desordenada se ha convertido en un desafío urgente que tiene colapsados a la mayoría de sistemas y gobiernos.
En Italia, donde resido, la situación es dramática y cada vez más caótica. En los últimos días, la isla de Lampedusa ha recibido una cifra récord de migrantes africanos desesperados por el hambre y la falta de oportunidades.
Alrededor de 10 mil, un número que supera la población total de la isla, que solo tiene 6 mil habitantes. Es una presión insoportable para los isleños, ya que las llegadas son cada vez más numerosas.
El éxodo también ha traído consigo un ambiente de violencia y confusión, acompañado de un vertiginoso aumento de racismo y xenofobia. El sindaco (alcalde) de la isla convocó a la gente para decirle al mundo que ellos desean vivir de la pesca y el turismo, y que no quieren más problemas en su territorio.
La presidenta, Giorgia Meloni, también busca fórmulas, no para frenar la migración, porque es imposible, pero sí para convocar a la Unión Europea a desarrollar programas conjuntos de asistencia y recibo de los migrantes que les permitan llegar a diferentes países del continente e integrarse.
Meloni pide a gritos que no la dejen sola en esta tragedia humanitaria. Italia, por su cercanía con África por el Mediterraneo, es uno de los países más afectados por la ola migratoria.
Un tema cada día más arduo y complejo, que se repite en más y más lugares del mundo. De Ucrania sigue saliendo gente por la guerra contra Rusia, a la que no se le ve fin en el mediano plazo. En Siria tampoco para la afluencia de migrantes, una realidad que parece no tener dolientes. Afganistán y Bangladesh también hacen parte de este proceso.
En América no somos ajenos al problema, pues quizás se vive el peor momento migratorio del continente, lo que está pasando en el Tapón del Darién es desgarrador y sumamente preocupante.
En los últimos cinco años han pasado más de 750 mil migrantes venezolanos, cubanos, haitianos, colombianos, ecuatorianos e incluso africanos, un desbalance que revela la tragedia que obliga a muchos a dejar su país y que tiene al Urabá colapsado.
Especialmente al municipio de Necoclí, que se ha convertido en paso obligado para cruzar la peligrosa selva del Darién.
El Presidente de Panamá expresó que no puede recibir más migrantes y piensa cerrar el paso, pero está demostrado que esa no es una solución, porque la desesperación del migrante siempre encuentra maneras para pasar y cada vez más inverosímiles, eso está claro.
En Cuba el problema persiste, siempre hay cubanos dispuestos a abandonar la isla. También en Nicaragua, con la dictadura de Daniel Ortega los habitantes salen de su país hacia Mexico, otro paso obligatorio para muchos migrantes, por el río Grande en busca del famoso sueño Americano que cada vez se desvanece más.
En la actualidad, la crisis migratoria toca también a New York, al borde del caos y a punto de destruirla, dijo el alcalde Eric Adams. Las vías públicas y los albergues están colapsados y, como si fuera poco, la ciudad está al borde de la bancarrota con un déficit de 12 mil millones de dólares, pero siguen llegando migrantes.
La cifra es aterradora, 10 mil personas por mes acaba con cualquier presupuesto y cualquier sistema de salud, por sólido que parezca.
Mientras tanto, hay países como Argentina donde el Estado está al borde de la quiebra por la inflación y la economía cuelga de un hilo, la gente decide escapar hacia el extranjero impulsada por la idea de encontrar una nueva vida. Son todavía más procesos migratorios desordenados en camino.
Pero ¿Qué está pasando? ¿Por qué hay este movimiento en el mundo? Simple, por las malas decisiones de los dirigentes, que han generado más desigualdad, por las guerras por posiciones políticas, ideológicas y religiosas, sin mencionar las dictaduras que se han incrustado en países donde hasta la esperanza se ha perdido.
Al límite, la gente prefiere irse a buscar fortuna donde pueda tener más opciones y posibilidades, aunque esto no sea del todo cierto. Es el momento para que las grandes organizaciones lideren una cruzada de ayuda para tantos migrantes que sufren los rigores de una vida sin ilusiones y sin futuro.