El papel de los militares en Venezuela. Un país en contravía en la región.

En un artículo recientemente publicado en la revista Foreign Affairs Latinoamérica (Volumen 17, número 4) Arturo Sotomayor señala las tendencias  generales de las fuerzas armadas en la región con motivo de la reducción de los conflictos interestatales, y  la tendencia a legalizar vía arbitraje internacional y Corte Internacional de Justicia los diferendos territoriales pendientes y aún no resueltos.

Por tal motivo considera que es difícil justificar en la actualidad la existencia de una fuerzas armadas destinadas a enfrentar amenazas externas, y que es por ello mismo que, en la  mayoría de países, se destinan a otras misiones, resaltando en particular el combate del crimen organizado transnacional, y la lucha contra grupos al margen de la ley. El motivo: somos la región en paz más insegura del mundo

Sin embargo, en este contexto regional sobresale el caso venezolano. Desde la llegada del chavismo al poder las Fuerzas armadas han aumentado de manera progresiva su poderío militar, justamente para enfrentar amenazas tanto externas como internas, solo que en este caso todas las amenazas tienen el común denominador de atentar contra la perdurabilidad del  proyecto político revolucionario.

Las cifras son contundentes. Venezuela pasó en poco más de una década de ocupar el puesto 46 entre los principales países importadores de armas del mundo a ocupar el 18 (Sipri, 2016). El personal militar desde el año 2014 se incrementa de manera significativa. Se pasó de un personal militar de 194.744 en 2014 a 365.315 en 2016 y la milicia de incrementó de 70.000 en 2014 a 365.046 miembros en 2016. (Resdal, 2014 y 2016)

Pero así mismo, las misiones de los militares se han ampliado a otros ámbitos internos que van más allá del enfrentamiento al crimen organizado, con el que por demás hay serias dudas de colaboración entre unos y otros.  Venezuela es hoy por hoy el segundo lugar entre los países con mayor violencia letal en el mundo (Observatorio Venezolano de Violencia, 2016)

 En Venezuela cada vez más los militares influyen en la vida política del país (aproximadamente un 37% del gabinete de gobierno posee presencia militar y en sectores estratégicos), en la vida económica convirtiéndose en empresarios y en la social definiendo y gestionando la política pública de la mano del partido PSUV. Aumentan las dosis de militarización de la sociedad, siendo esta la variable más significativa de retroceso democrático y consolidación de un nuevo tipo de dictadura en América Latina.

Esta influencia y mayor autonomía de los militares no se reduce al campo de la defensa y de los asuntos internos, sino que se expande también a la política exterior conduciendo a que su diplomacia esté, aún más que en el pasado, permeada por las visiones de las  amenazas reales o percibidas de los militares.

La historia enseña, que cuando ello ocurre, toman mayor fuerza las hipótesis de conflicto y en especial con los países vecinos. Es por ello, que desde que llegó Maduro al poder y comenzó a gobernar de manera colegiada con los militares, subió el tono y las acusaciones hacia Colombia como responsable de los males que padece el país.

Para nadie es un secreto que la existencia de dos regímenes opuestos y dos economías asimétricas han generado serias tensiones bilaterales en una frontera en la que se cierran los espacios de cooperación bilaterales y aumentan los del crimen organizado transnacional. Es por ello, también que desde el año 2015, cuando se cerró la frontera de manera unilateral por el gobierno de Venezuela y se expulsó y deportó a miles de colombianos hubo señales de que podría predominar la visión de la militarización de la frontera.

Lo anterior, plantea un reto en las relaciones colombo- venezolanas. Cuando la integración y la cooperación se reduce al mínimo como ocurre hoy en día entre ambas naciones, y  públicamente Maduro, que enfrenta una crisis multidimensional, llama a Santos de traidor y lo percibe como enemigo hay mayores riesgos a que se militarice la relación bilateral.

Esta militarización polariza y limita la relación, haciendo que se tienda a la provocación en la frontera. Como  ha ocurrido últimamente con los casos de militares venezolanos que incursionaron a territorio nacional. Colombia no debe caer en provocaciones que solo le dan juego y resonancia a un propósito que es más interno que externo.

Vicedecana de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos. Profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales. Magister en European Business. Actualmente cursa el Doctorado en Estudios Políticos de la Universidad Externado de Colombia. Profesora principal de la Facultad de Estudios...