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Este artículo fue escrito por Sebastián Vargas Álvarez*, Historiador y Magister en Estudios Culturales de la Universidad Javeriana.
Para las comunidades indígenas el arte es vivencia, no existe como un campo separado o especializado de la vida social, sino que es una dimensión que se encuentra entretejida con “la existencia y pervivencia de los pueblos”.
Así lo expresaron el mayor Lorenzo Tunubalá (comunidad misak) y el artista Edinson Quiñones el pasado 7 de octubre en la inauguración de la exposición “Sembrar la duda. Indicios sobre las representaciones indígenas en Colombia”, en el Museo de Arte Miguel Urrutia (Mamu) del Banco de la República.
Se trata de una muestra de más de 800 piezas con las que se busca dar cuenta del lugar de lo indígena en la historia del arte y las narrativas culturales del país, todo desde una doble perspectiva. Por un lado, a partir de una deconstrucción crítica de las miradas externas (estéticas, científicas o políticas) que han pretendido representar lo indígena y, por otro, desde la autorepresentación y la creación propia de las comunidades del pasado y el presente.
El equipo de curaduría, compuesto por Sigrid Castañeda, Julien Petit y María Wills, señaló en la inauguración que la exposición es el resultado de un largo proceso de coproducción con artistas y comunidades indígenas contemporáneas.
Además, se buscó aprovechar el centenario del Banco de la República (1923 – 2023) para hacer un análisis autocrítico de esta relevante institución cultural y de memoria en el país. También para transformar sus propias prácticas de adquisición y exhibición de colecciones, y de procesos de mediación con lo público, con el ánimo de hacerlas más diversas e incluyentes.
No basta con realizar una exposición temporal que incorpore la pluralidad de manifestaciones estéticas de los pueblos indígenas en el museo para “hacer un check” como institución políticamente correcta, sino que este ejercicio debe propiciar cambios estructurales y permanentes que permitan realmente abrir y democratizar los museos y espacios culturales. En ese sentido, “Sembrar la duda” es una apuesta interesante y comprometida.
La exposición no pretende establecer una historia completa, unívoca o cronológica del arte y la producción cultural de los pueblos indígenas en Colombia. Más bien, propone 6 indicios para abordar esta cuestión: “Identidades”, “Archipiélago del Macizo”, “La imagen fotosensible”, “Naturaleza sagrada”, “Arte/Sania/Diseño” y “Anacronías”.
Más que ejes temáticos o subtemas, se trata de diferentes entradas que le permiten al visitante explorar el problema del lugar de lo indígena en nuestras narraciones colectivas de país.
Los indicios se configuran a partir de fragmentos pertenecientes a diversas temporalidades –desde lo prehispánico hasta lo contemporáneo– que causan interesantes resonancias con nuestro presente y abren la posibilidad de futuros alternativos. Como lo planteó hace ya un tiempo el historiador Carlo Ginzburg, los indicios son vestigios que se constituyen en “zonas privilegiadas” para comprender una realidad compleja, impenetrable o inaferrable, especialmente cuando no la hemos experimentado de manera directa.
Algo fundamental de la muestra es la pluralidad de formas, géneros, formatos y materialidades en las cuales se encarna: fotografía, pintura, arte textil, escultura, performance, artes gráficas, instalación, entre otros. Se trata de una exposición densa con una notable cantidad y diversidad de objetos, imágenes y sonidos, que estimulan la contemplación estética del visitante a la vez que posibilitan acercamientos inusitados a nuestra(s) historia(s).
Dicha pluralidad facilita un acercamiento a las (auto)representaciones indígenas en Colombia desde una multiplicidad de saberes o disciplinas: las artes, la antropología, el diseño, la historia, la lingüística, la literatura, etc. La mayoría de piezas hacen parte de las valiosas y heterogéneas colecciones del Banco de la República (colecciones de Arte, Museo del Oro, archivos documentales y fotográficos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, etc.), a las que se suman algunas obras en préstamo de otras entidades o artistas.
El equipo curatorial acertó al no incluir fichas o cédulas con la información correspondiente a cada obra, pues de esta manera no se direcciona la interpretación del visitante hacia una narrativa preestablecida, y no se satura una exhibición ya de por sí bastante cargada. No obstante, dicha información puede consultarse a través de códigos QR instalados en diferentes puntos del recorrido, o bien en los catálogos impresos que tienen a su disposición los mediadores del museo en cada sala.
También quisiera resaltar la centralidad de una “curaduría viva” en el proceso de pensamiento y creación de esta exposición. Como ya mencioné, a lo largo del proyecto se sostuvieron diálogos con artistas y comunidades de diferentes territorios del país. De igual forma, se han hecho rituales del fuego, círculos de la palabra y pagamentos en el Mamu y el Museo del Oro en Bogotá. En la inauguración de la exposición, se compartió la hoja de coca y el chirrincho, y sonaron las canciones del grupo de rap Embera Warra.
El uso de materiales orgánicos y sostenibles en el montaje museográfico –desarrollado por Organizmo en colaboración con varios artesanos– permite unos usos no lineales del espacio, a la vez que incentiva una reflexión sobre las “materialidades simbólicas” y nuestra relación con el medio ambiente, lo cual se intuye desde la propia entrada de la exhibición, con el gran arco de guadua que cubre las escaleras. Por último, la muestra contempla una nutrida programación de actividades (y activaciones) con la participación de integrantes de comunidades indígenas, lo que le permitirá al público profundizar en diversos saberes y prácticas culturales.
Queda entonces abierta la invitación a hacer parte de esta exposición, que se podrá visitar entre el 7 de octubre de 2023 y el 15 de abril de 2024 en los pisos 2 y 3 del Mamu. Una invitación para que en y con el museo, sembremos dudas y cosechemos nuevas historias.
Sembrar duda en el Museo de Arte Miguel Urrutia
Cortesía Banco de la República.

Sebastián Vargas Álvarez
Historiador y Magister en Estudios Culturales (Universidad Javeriana, Colombia) y Doctor en Historia (Universidad Iberoamericana-Ciudad de México). Profesor del Programa de Historia, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario (Colombia). Sus principales intereses de investigación-intervención son las políticas de la memoria y los usos públicos de la historia. Su más reciente libro se titula Mutaciones de la piedra. pensar el monumento desde Colombia (Bogotá: Universidad del Rosario, 2023).