Cómo me gustaría que Trump fuera tan inteligente como dice ser, tal vez lo sea, pero que tuviera también sabiduría. Sin embargo, la historia de la humanidad está escrita por gobernantes inteligentes, más que sabios. Y tiembla uno al pensar en la inteligencia de personajes como Alejandro Magno, Napoleón, Stalin y Hitler, por mencionar solo algunos nombres. 

Nadie más controversial que el Presidente de EE.UU. Una vez más Donald Trump volvió a presumir hace pocos días de su supuestamente elevado coeficiente intelectual. Como no se conocen bien los fundamentos de tal afirmación, ni siquiera el IQ (cociente intelectual) referido, la opinión del mundo se muestra dividida.

Algunos creen en el Presidente y otros piensan que la declaración solo es otra prueba de la estupidez de Donald. Entre estos últimos podría estar el Secretario de Estado, Rex Tillerson, a quien Trump dirigió su sarcástico comentario, comparando su propia inteligencia.     

Quienes  defienden la inteligencia de Trump, dicen que el talento está demostrado por su éxito en el mundo inmobiliario. Este es un sector que requiere grandes capacidades de análisis cuantitativos y financieros. Solo personas brillantes triunfan en él. Tampoco se puede desconocer su inteligencia que, empleada para el mercadeo político, lo llevó a la presidencia de ‘América’.  

Otros piensan como dicen que piensa Tillerson en privado: Donald es un ‘moron’ (idiota). Tal vez esta es una opinión atractiva para los malquerientes de Trump, que ignoran su inteligencia, demostrada en resultados patrimoniales y políticos,  de manera contraevidente. Quizás están juzgando dos cosas distintas: la inteligencia y la sabiduría.  Sabio es quien ha logrado unir el conocimiento a la ética, que demuestra gran capacidad de lograr la armonía de su vida con el universo.

Un sabio no juzga, solo entiende, no divide el mundo entre buenos y malos; en realidad evita dividir y procura unir. El sabio no se trasnocha por vender una imagen de sí mismo, pues su mayor interés personal es descubrirse a sí mismo. Y ciertamente, bajo esta definición de sabiduría, Trump puede ser muy inteligente, pero para nada un sabio.

Cómo me gustaría que Trump fuera tan inteligente como dice ser, pero que al menos reflejara cierta sabiduría. Sin embargo, la historia política de la humanidad está escrita por gobernantes inteligentes, más que por gobernantes sabios. Y tiembla uno al pensar en la inteligencia de personajes como Alejandro Magno,  Napoleón Bonaparte,  Iósif Stalin y Adolf Hitler, por mencionar solo algunos nombres.

Cada uno de ellos fue suficientemente inteligente para construir su propio imperio, a costa de la muerte y la destrucción de millones de seres humanos. Pero, tarde o temprano, en menos de cien años, todos esos imperios se destruyeron y sus propios pueblos derramaron sudor, sangre y lágrimas.  

Ah, si la inteligencia de cada uno de ellos hubiera estado acompañada de sabiduría, habrían transformado el mundo para bien y evitado su autodestrucción. Tomemos por exponente a Hitler, cuya ‘genialidad’ logró el milagro de transformar a Alemania en potencia económica y militar en menos de veinte años. Y la Alemania nazi, de Hitler, puso de rodillas al mundo. Todo para qué, para que poco después volviera a caer ella misma de rodillas. Y cayó, como en la Primera Guerra, con el mayor dolor y oprobio de su historia.

Hitler pudo ser muy inteligente, pero nunca más inteligente que todos los sobrevivientes alemanes juntos. Ellos, forjados en la sabiduría que nace de experiencias dolorosas, han construido una historia verdaderamente exitosa de su país, en los últimos setenta años. Algo va de la sabiduría con la cual Merkel lidera la Comunidad Europea al inteligentísimo III Reich.

Y es que la inteligencia, como la de Trump, la de Hitler y otros caudillos “exitosos”, es individual. La sabiduría, por el contrario, es de conexiones colectivas; puede provenir de un individuo, pero se une con la humanidad y la humanidad con el universo. 

Que Trump tenga un IQ elevadísimo no me sorprendería. En realidad, si le permitimos, podría hacer que  Estados Unidos ponga al mundo de rodillas, como lo hizo Hitler con Alemania. Pero confiemos en que la sabiduría del pueblo americano y de sus instituciones sea mayor aún que la inteligencia de su presidente.      

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.