Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Como en la novela QBVII (best-seller de 1970), de León Uris, es posible que la demanda por difamación contra un ‘escritor’ (¿Samper o Uribe?), arroje sorpresas. Me uno a la reciente recomendación de la columnista Cecilia Álvarez Correa, de leer el El Poder del Ahora. Quizás así podamos evitarnos más episodios del ‘narcisismo colectivo’ causal.
Hace más de quince años, asistí a una invitación política de un amigo universitario, en el salón comunal de un edificio cerca del Gimnasio Moderno. Se trataba de un político paisa, culto y de apariencia inmaculada. Era un hombre aún joven, respetuoso y lleno de convicciones de salvar a un país recién calificado de ‘inviable’. Se trataba de Álvaro Uribe Vélez, quien sin apoyo de ‘maquinarias’, ascendió en las encuestas vertiginosamente y ganó la Presidencia de Colombia en primera vuelta. Había nacido una estrella.
Hoy, a quince años de su posesión presidencial, veo en las noticias a un Álvaro Uribe distinto. Su imagen ya no irradia transparencia ni optimismo y es cuestionado, con argumentos irrebatibles, por difamar y matonear a sus adversarios, entre otros pecados capitales. La antigua estrella es ahora repudiada por los periodistas más connotados de Colombia. Y yo, sin olvidar muchos actos admirables del antiguo Uribe, me uno a la indignación de tantas personas respetables, por su trino contra Daniel Samper. Siento, no obstante, algún desconcierto. Es como si la historia más reciente de Colombia hubiera accedido a aquello que algunos llaman ‘un portal de universos paralelos’. De la utopía uribista de febrero de 2002 a la ‘distopía’ uribista de julio de 2017.
Pero, no vale la pena caerle más al caído. Ya hay suficiente ilustración sobre los hechos, sin necesidad de alentar más indignación en un país peligrosamente indignado, para que la opinión pública saque conclusiones. Además, entiendo que se iniciarán unos procesos judiciales en las altas instancias nacionales e internacionales, que pueden tener un significado histórico para nuestra vida política.
Como en la novela QBVII, de León Uris (https://es.wikipedia.org/wiki/QB_VII), es posible que la demanda por difamación contra un ‘escritor’, arroje más de una sorpresa. El novelista podría ser Uribe… pero también Samper.
Daniel Samper Ospina llevará ante la justicia una demanda por calumnia contra Uribe, por haberlo llamado ‘violador de niños’. Tiene todo el derecho y me uno al respaldo que recibió de los columnistas más connotados del país.
No podemos menospreciar las licencias que en la democracia se conceden a la libertad de prensa, especialmente a los humoristas. Pero quizás debamos revisar objetivamente la inconveniencia social de recurrir a cierto tipo de humor, que ridiculiza a otros pueblos o grupos sociales. Hay muchos compatriotas de todas las tendencias políticas, que se sienten cruelmente humillados, con esta clase de chistes. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgarlos de irracionales?
El origen de esta lamentable pero justificada acusación de Samper, por difamación, es aparentemente la respuesta a cierto humor con tinte de discriminación. Recordemos ese trino de Uribe: “Federico Escobar protesta por ofensa del violador de niños, Samper Ospina, a Antioquia, ofensa publicada en Semana”.
En principio, entonces, la ofensa a Antioquia habría originado el calificativo de “violador de niños”. Mientras la justicia adelanta el juicio penal por semejante calificativo, reflexionemos en la justificación para trinarlo.
Defender la patria, un equipo de fútbol, un partido político o una familia agrediendo patológicamente a sus eventuales detractores o enemigos, podría ser ‘narcisismo colectivo’. En 1922 Freud en su Psicología de grupo y análisis del Ego, menciona “como cada pequeño cantón (suizo) mira a los otros por sobre el hombro”. Esto dio base a la teoría de Freud del narcisismo colectivo’.
El narcisismo colectivo se encuentra relacionado con culturas, etnias y grupos de pertenencia social en general. Aunque algunos expertos consideran el narcisismo de grupo como una extensión del narcisismo individual, otros consideran que cada cual es independiente. En todo caso, el regionalismo antioqueño aplica a esta caracterización del narcisismo colectivo.
El sentimiento regionalista es una característica general de los colombianos, y es particularmente arraigado, por ejemplo, entre los paisas y los pastusos. En ambas regiones se considera culturalmente acendrado y por tanto encomiable. Entendible entonces que Felipe Escobar ‘proteste’, como podría protestar cualquiera con total derecho. Pero cuando la “ofensa” amerita que se requiera la balanza de la justicia, quizás dicha “ofensa” se haya originado en un patológico narcisismo colectivo.
Claro, también hay un sentimiento similar de orgullo, que algunos llamarán soberbia, de quien en este caso representa la élite bogotana. Quizás Daniel Samper Ospina sea víctima subconsciente de esta última cultura, que se ve reflejada en el tono de su humor. Al respecto, recuerdo, ‘entre gallos y media-noche’ (no la encontré en Internet), una antigua columna periodística de Samper Pizano, el padre de Samper Ospina, quizás titulada ‘¿Es usted lobo?’.
Se trataba de una humorística encuesta, con auto-calificación de características de lobo por cada respuesta afirmativa. Según el número de ‘sies’, el calificado era clasificado dentro de un grupo social cuestionable; quien obtuviera el máximo puntaje de afirmativos accedía a un grupo sobre el cual preguntaba sarcásticamente el columnista: ‘¿es usted pereirano?’. Debo confesar que como muchos provincianos de Colombia, yo sentí que mi región, caracterizada por su cultura popular, podría ser vista también como ‘loba’ desde los ojos del distinguidísimo periodista. Otros colombianos, acostumbrados a burlarse de quienes no representaran su región o cultura, o a autoburlarse como muchos pastusos, quizás habrán reído con la columna mencionada. En todo caso, a Samper se le perdonaba pronto, por su creatividad y por tratarse, desde otra perspectiva, de un valiente exponente del periodismo investigativo. Esto era y sigue siendo muy importante en un país de corruptelas mafiosas y abusos de poder.
En alguna medida, el florero de Llorente del insulto de Uribe, que fue la columna de Samper Ospina ‘Proclama por la independencia de Antioquia’ http://www.semana.com/opinion/articulo/daniel-samper-ospina-opinion-sobre-la-independencia-de-antioquia/528778 , fue originada por un comentario narcisista colectivo de Samper. Y fue respondida, también en alguna medida, por el narcisismo colectivo de Escobar y Uribe.
Si los colombianos no sufriéramos de ese narcisismo colectivo, la relación entre Uribe y Samper no habría tomado un giro tan dramático. El narcisismo colectivo es una ópera trágica de la humanidad, causante de más de un crimen. En realidad el narcisismo colectivo es una característica espantosa de la especie humana.
El narcisismo colectivo, como se considera antes, puede asemejarse a un yo colectivo ilusorio. Y, es que el budismo considera al yo como una ilusión. El yo se entiende, por los budistas, como un velo de la mente que lleva a las personas a identificarse con su experiencia provocándole sufrimiento. Según el reconocido escritor Eckhart Tolle (https://www.caminosalser.com/contenidos/libros/Tolle_Eckhart-El_Poder_del_Ahora.pdf ), el “yo” (entendido como el “ego”), es una percepción equivocada de lo que somos, un falso sentido de identidad. “Cuando hablamos de “yo” generalmente no nos referimos a lo que somos. El pensamiento original del “yo” atrae a otros pensamientos: viene la identificación con el género, las pertenencias, la percepción del cuerpo, la nacionalidad, la raza, la religión, la profesión.
Me uno a la reciente recomendación de la columnista Cecilia Álvarez Correa, de leer el Poder del Ahora de Tolle, antes citado. Quizás así podamos evitarnos más episodios como el propiciado por Samper-Escobar-Uribe y ayudar a construir ‘una nueva Tierra’ (www.youtube.com/watch?v=HD3WXwylTQ4).