No sólo de pan vive el hombre. Así dice uno de los versículos más famoso de la Biblia y así lo demostraron hace poco muchas familias del Urabá. Aun con la nevera y la alacena llena, el pueblo antioqueño no tenía servicio de gas para preparar los alimentos. Esto demuestra lo que ya todos sabemos, pero que a veces no dimensionamos: los servicios públicos domiciliarios son necesidades básicas para vivir.

En Urabá muchas familias cocinaron con leña y carbón durante el tiempo que duró el corte del servicio. A nadie le debería sorprender cocinar así, ya que es lo más común en muchos territorios rurales del país, en especial, en las zonas más alejadas y de difícil acceso.

“A veces, un pan o un huevo están a 90 minutos de distancia”

Pero el problema no siempre es la falta de dinero para comprar alimentos ni tampoco la falta de cómo prepararlos. A veces, un pan o un huevo están a 90 minutos de distancia.

Este es el caso de Kayetamaná, una ranchería en La Guajira donde viven 140 personas en 24 viviendas. Allí, cada familia gasta en promedio 29.000 pesos sólo en el transporte que necesita para desplazarse hasta la tienda más cercana. Este valor incluso aumenta a 100.000 pesos en familias que se abastecen en otras tiendas más lejanas donde la oferta de productos es mayor.

Si hacemos una comparación rápida, una persona en Kayetamaná gasta tres veces más para salir a mercar que una persona de una ciudad, que paga la carrera mínima de un taxi. Aunque claramente sabemos que una persona de la ranchería wayuú difícilmente hace un mercado completo. En promedio, cada familia de este territorio tiene ingresos mensuales de 198.000 pesos, según información de la Organización Tierra Grata.

“Una de las trampas de la pobreza más arraigada en nuestra sociedad: a mayor pobreza, más costoso es acceder a los productos básicos”

A la carencia económica y falta de tiendas en Kayetamaná se suma la carencia de energía que para refrigerar los alimentos de primera necesidad. Los lácteos, como la leche y los quesos, las carnes, que incluyen los pescados, y algunas verduras, como brócoli y la berenjena, no solo son productos de primera necesidad, sino que también son alimentos altos en proteína cuyo consumo moderado evita la desnutrición.

Así, las comunidades más apartadas no sólo necesitan de pan, alimentos y métodos de preparación. También necesitan de energía, que permita la refrigeración de alimentos perecederos, que contribuya a la sana nutrición y a la disminución de la pobreza. Pero, sobre todo, se necesita una energía que sea accesible a los territorios para derrumbar una de las trampas de la pobreza más arraigada en nuestra sociedad: a mayor pobreza, más costoso es acceder los de productos básicos.

Es cofundador y director de operaciones de Tierra Grata. Es diseñador, emprendedor social y gestor de proyectos.