Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El agua es el elemento más importante para garantizar la vida de miles de millones de especies. Un recurso que a primera vista parece abundante, pues más del 60% de la superficie de la tierra es agua, no obstante, solo el 2,5% es potable y puede ser consumida por seres humanos y otras especies.
Casi la mitad de esta agua dulce se encuentra congelada y, en ese orden, el recurso hídrico disponible en la actualidad para el consumo de personas es bastante limitado.
Es una situación dramática, en especial en periodos donde se agudiza la escasez de este recurso a causa del aumento de las temperaturas y el calentamiento global. Tal y como viene sucediendo en la parte norte del planeta a causa del verano y las olas de calor.
Además, en gran parte de la Tierra se está registrando el ingreso del periodo de El Niño a causa del calentamiento de las aguas superficiales del pacífico, lo cual sugiere que los periodos de calor se podrían extender hasta diciembre y enero.
Estas circunstancias han hecho que estemos viviendo uno de los periodos de mayor temperatura. Según datos de la Nasa, julio fue el mes más caluroso en la tierra desde qué hay registros.
En este escenario tan alarmante Colombia tiene una posición bastante privilegiada, pues según datos de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), los colombianos tienen la sexta reserva de agua potable más grande del planeta.
Cifras que se complementan con los datos del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, quienes sostienen que el país posee más del 50 por ciento de los páramos del mundo, esas fábricas de agua que purifican y garantizan la regulación hídrica.
No obstante, casi el 70 por ciento de esa agua se ubica en la Orinoquia y el Amazonas, zonas azotadas por la deforestación y la minería ilegal, donde solo viven cerca de 7 millones de personas, los otros 43 millones de colombianos se ubican lejos de estos territorios.
En este escenario, a pesar de la abundancia hídrica del país, aún son millones de colombianos los que no pueden tener un acceso garantizado al agua potable.

Según cifras del ministerio de Vivienda, el 7% de los hogares colombianos no tienen acceso a agua potable, un poco más de 3 millones de personas que no cuentan con este servicio público y 12 millones de personas tienen un acceso inadecuado, esto representa 25% de la población del país.
Según los reportes al Sistema Único de Información (SUI) de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliaros: “la calidad del agua fue apta para el consumo humano en 619 municipios, 218 presentaron un riesgo bajo, 154 un riesgo medio, 85 un riesgo alto y 8 fueron clasificados como inviables sanitariamente por incumplimiento de parámetros químicos o microbiológicos, que afectan la salud humana”.
En el Estudio Nacional de Agua de 2022 se advirtió que 835 municipios del país, a causa del fenómeno de La Niña, eran propensos a desabastecimiento de agua. Siendo Chocó, Huila, Nariño y Bolívar los departamentos más vulnerables.
De igual manera, la ministra de Vivienda, Ciudad y Territorio, Catalina Velasco, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, manifestó que en el país solo se tratan el 52 por ciento de las aguas residuales, el resto son vertidas a afluentes.
Hoy el panorama es más que retador, y se ha convertido en una carrera contra reloj donde son miles de millones las vidas que están en riesgo. En este punto, vale la pena preguntarse si en este escenario es tan crítico, teniendo un acceso tan privilegiado al recurso hídrico en el país, ¿qué pasaría en un escenario de escasez y agotamiento de agua? (escenario que parece que se dará en los próximos años).
Hoy el llamado debe comenzar por cada uno. No solo cuidar y proteger el agua es una obligación moral y de supervivencia, también debe serlo no contaminarla y prevenir que otros lo hagan.
Por esta razón, no se debe verter los aceites usados por los grifos, no arrojar residuos o elementos contaminantes a quebradas y ríos, no desperdiciar el agua y promover el cuidado de ecosistemas como los paramos, los retiros de los afluentes y las cuencas abastecedoras que garantizan este recurso.