A medida que el océano Pacífico se calienta y las alarmas suenan anunciando la llegada de El Niño, millones de personas ya están experimentando las consecuencias de temperaturas tan elevadas en sus cuerpos.

Si bien el gobierno ha intentado calmar las especulaciones sobre un aumento en los precios de la energía eléctrica, mi preocupación se centra en el papel de las comunidades locales en el acceso y consumo de uno de los recursos más importante para hacer frente a El Niño: el agua.

Para aquellos que no lo sepan, El Niño es un fenómeno natural que se produce debido a las dinámicas del océano Pacífico y el sistema climático global.

En pocas palabras, esto significa que nos enfrentamos a un período de aumento de las temperaturas. Según el Ideam, este fenómeno coincide con el inicio de la segunda temporada de lluvias más baja en el oriente del Caribe y gran parte de la región Andina. Por lo tanto, es importante prestar especial atención al monitoreo de las altas temperaturas que pueden favorecer los incendios forestales y la exposición a la radiación solar.

Es importante recordar El Niño del 2015. Fue El Niño más fuerte en los últimos 145 años y los impactos en nuestra región fueron catastróficos, especialmente debido al aumento de los incendios forestales y la sequía excepcional que puso en riesgo el agua disponible para el consumo humano y las actividades agrícolas. Si bien El Niño sigue siendo la principal fuente de variabilidad de la temperatura interanual en la región, los impactos de la crisis climática, como el aumento de las temperaturas, deberían alertarnos aún más cuando se acerca un Niño.

La exposición a temperaturas extremas, junto con la humedad típica de nuestra región, pone en riesgo la salud de la población. Se ha encontrado que las olas de calor y las temperaturas extremas están relacionadas con lesiones renales agudas, complicaciones en los embarazos, impactos en la salud mental, cambios en los patrones de sueño y, por lo tanto, al alivio del calor, entre otros. Además, también afecta la productividad laboral y restringe las actividades de recreación y deporte al aire libre, que son fundamentales para evitar otros riesgos para la salud.

Ahora bien, el agua se convierte en un recurso necesario para hacer frente a esta temporada de calor. Evitar la deshidratación es fundamental. Es por eso que el consumo de líquidos se vuelve más frecuente, especialmente en las ciudades de tierra caliente del país.

Entonces, ¿cómo es el acceso al agua potable en estas áreas? Si bien poder tomar agua directamente de la llave depende de condiciones geográficas y del suelo que salen de la mano de los hacedores de política pública, no todo el país tiene acceso a agua potable con solo abrir la llave. De hecho, según la Encuesta de Calidad de Vida del 2022, más del 27% del país hierve el agua, casi el 10% adicional compra agua embotellada para consumirla dentro de su hogar, un 0,8% le echa cloro y un 8% usa filtros. Cabe resaltar, que no necesariamente ese 54% de la población que toma agua directamente de la llave está tomando agua potable. 

Además del consumo de agua embotellada en el hogar, en las ciudades donde el agua del grifo no es apta para el consumo humano, no existe la costumbre de llevar una botella o cualquier otro recipiente que permita almacenar líquidos para consumirlos más tarde.

Lo más común es, tal vez, comprar cualquier bebida disponible en la tienda más cercana para aliviar la sed en ese momento. Imagínese estar caminando bajo el sol del mediodía en Cúcuta, con una botella de agua que lleva en la mano toda la mañana y que está a temperatura ambiente. Lo último que usted encontraría es alivio.

Es aquí donde hago un llamado a los gobernadores y alcaldes de tierra caliente. En primer lugar, es crucial proteger y priorizar los espacios verdes en las ciudades que reduzcan el calor extremo y creen sombra para ayudar a proporcionar una sensación de confort.

Estas Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN) no solo son necesarias para aumentar la capacidad de adaptación de las ciudades a la crisis climática, sino que, al mismo tiempo, un buen diseño e implementación de las SBN permitirá reducir la demanda adicional de energía para enfriarnos.

En segundo lugar, es importante promover prácticas de reciclaje de plástico. Dado que es necesario consumir líquidos durante estas temporadas, si la única forma de acceder a ellos es a través de productos embotellados en plástico, los gobernadores y alcaldes deben esforzarse en implementar planes de reciclaje eficientes que incluyan incluso la educación y la promoción de normas sociales que contribuyan a reducir el uso del plástico y fomentar su reciclaje.

En tercer lugar, es necesario garantizar el acceso a agua potable fría, ya sea mediante puntos de abastecimiento, como en los eventos deportivos. Esto significa que una persona que camina bajo el sol del mediodía pueda encontrar un lugar donde obtener agua potable fría para refrescarse.

Incluso las personas sin hogar que viven en las calles podrían acceder a estos espacios para aliviar el calor, ya que probablemente no tengan acceso a otras fuentes. Esto debe ir acompañado de políticas de conservación del agua y la necesidad de evitar el desperdicio de este recurso público.

Además, las entidades de salud locales deben estar preparadas para crear alertas de las posibles consecuencias en la población más vulnerable. Por ejemplo, crear planes de emergencia para atender a personas mayores, tanto aquellos que vivan en recintos con más población mayor o incluso, divulgar información para que familiares estén atentos de cualquier situación de alerta derivada del calor y evitarlas.

Asimismo, se debe hacer algo similar en la población recluida, niños y mujeres embarazadas, quienes son parte del grupo más vulnerable ante olas de calor. Propiciar también que los trabajadores en espacios exteriores no estén expuestos a temperaturas extremas y exposiciones largas.

Un punto extra es tener en cuenta que enfermedades como el dengue y otras transmitidas por vectores pueden acentuarse durante esta temporada. El rol de la prevención es crucial.

Aunque ya se siente el inicio de la temporada de calor, se espera que El Niño se fortalezca entre noviembre de este año y enero del próximo. Aún hay tiempo para preparar planes de contingencia ante un Niño extremo y sus impactos en la población.

Sin embargo, este no es un tema temporal para nuestra región. La crisis climática se está acentuando y eso implica temperaturas mucho más altas en varias zonas del país. Es momento de que, en plena campaña electoral, los candidatos a alcaldías y gobernaciones tengan en cuenta lo que se avecina cuando las temperaturas extremas se vuelven cotidianas.

Estudió economía y una maestría en economía en la Universidad de los Andes. Sus áreas de interés son la economía del cambio climático, crecimiento económico, desigualdad socioeconómica y calidad del aire.