Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El Presidente Duque está priorizando la cuestionada e ineficiente guerra contra las drogas por encima de temas cruciales para el país como la justicia para la paz.
Sin haber culminado su primer año de gobierno el Presidente colombiano Iván Duque se ha destacado por apoyar la guerra de Estados Unidos contra las drogas, en particular ha defendido el uso del glifosato para destruir cultivos ilícitos (y dañar la naturaleza con alto costo para los seres humanos).
También prioriza la extradición de sujetos que tienen deudas en materia de narcotráfico con la justicia norteamericana (aunque tengan también deudas más grandes con la justicia colombiana por su papel en el conflicto armado).
Algunos columnistas como
Como una muestra de que la política es un juego constantemente agonístico y competitivo, pese a la obsecuencia de Duque y el partido de gobierno con el Tío Sam, jueces de la jurisdicción especial para la paz (aunque en votación no unánime) han osado no extraditar al polémico líder exguerrillero de las Farc, J. Santrich.
Como lo plantean periodistas de
Democracias obsecuentes con los imperios
En la perspectiva de
El contrapeso de la sociedad civil trasciende el mero ejercicio electoral (y los castigos con el voto a quienes en el pasado incumplieron) y, además del control social sobre los gobernantes (con medidas como la rendición de cuentas), incluye diversos recursos de insumisión como la objeción de consciencia, la desobediencia civil y el derecho a la resistencia civil.
Cuando la capacidad de gobierno es excesiva (y no hay contrapeso de la sociedad civil) caemos en terrenos de la autarquía a pequeña escala (mafias y señores de la guerra) y de la dictadura y del totalitarismo a gran escala.
Como agudamente lo planteaba
Aquí hago énfasis en que en un mundo globalizado y de economía abierta (y mutua pero diferencialmente interdependientes), las democracias no están estrictamente sujetas a los límites del Estado Nación. Planteo que, en el centro hegemónico, existen unas democracias imperialistas y dominantes, con excesiva capacidad de gobierno, poder económico y militar, como para inmiscuirse, de manera permanente, en los destinos de naciones dependientes; en la periferia orbitan unas democracias subordinadas y alguno o todos sus poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) están sujetos, por franca coerción externa o por vergonzosa servidumbre voluntaria, al imperio o potencia más influyente. Esto significa que las democracias imperialistas ejercen una dictadura velada o abierta sobre sus colonias o satélites.
Los ciudadanos de las democracias dominantes se limitan a escoger sus respectivos presidentes. Ocasionalmente, hacen ejercen algún control social sobre los gobiernos y casi siempre priorizan los intereses nacionales por encima del resto del mundo (y, obviamente, por encima de los países subordinados al imperio). Los ciudadanos de las democracias dominadas o subordinadas al imperio, frecuentemente, están sujetos a lo que
En el mundo existe un espectro de diversas democracias imperialistas como Estados Unidos, Israel, China, Rusia y algunos países de la Unión Europea. En particular, en América Latina existen democracias delegativas y sumisas, de derecha a izquierda, desde Colombia (fuertemente influenciada por el uribismo) hasta la Venezuela de Chávez y Maduro, pasando por otros casos como Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil y Nicaragua.
Almas con vocación de títeres y titiriteros
Los presidentes de las democracias subordinadas tienen una doble personalidad. Por el lado de su política exterior son obsecuentes con algún imperio (Estados Unidos, Rusia, China, etc.) y para gobernar los asuntos domésticos son marcadamente autoritarios, en particular con los sectores más vulnerables de la sociedad y con quienes ejercen la oposición política. Maduro y Duque fueron presidentes, básicamente, por el guiño de un líder mayor (respectivamente Chávez y Uribe), quien dijo al manso electorado por quien habría que votar. El común denominador de todos estos líderes es que son peones de alguna democracia imperialista, aunque al interior de su país puedan fungir como poderosas fichas del ajedrez político.
La guerra contra las drogas impuesta por Estados Unidos
El economista
De acuerdo con
Con el tiempo los gobiernos estadounidenses la han impuesto en la agenda de las democracias subordinadas a su imperio, con el resultado de que los gobiernos dóciles ejercen la guerra contra los cultivadores y facilitan la extradición de sujetos inmiscuidos en el narcotráfico. Durante casi medio siglo Colombia ha secundado las órdenes del Tío Sam en cuanto a la guerra contra las drogas.
Cuando, a pesar de la obsecuencia del Presidente Duque, algunos sectores de la oposición o algunos controles verticales (el Congreso, la Corte Suprema) llevan la contraria al imperio, entonces los Estados Unidos ejercen alguna presión (como la reciente diplomacia de la visas) que.
Seguir secundando al Tío Sam en la absurda guerra contra las drogas traerá más años de guerra y de costes ambientales para Colombia.
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