El Amazonas es el mayor pulmón del mundo. Hay abundantes estudios, informes, artículos y documentos que así lo señalan. La invaluable cantidad de riqueza en fauna y flora que posee hacen que esta afirmación sea una verdad que parece irrefutable, afirmarlo es casi como teorizar una obviedad. 

Pero este pulmón se encuentra enfermo y en acelerado proceso de deterioro. Aunque las causas son múltiples, los elevados niveles de ilegalidad en la expansión de la frontera agrícola, la minería, la ganadería y la explotación madereras son los mayores responsables.

Un problema que en los últimos cuatro años se agudizó en niveles sin precedentes, particularmente en la Amazonía brasileña y colombiana. Esto en parte por la negligencia de los gobiernos de Duque y Bolsonaro, quienes poco o nada lo que hicieron para detener la deforestación y la destrucción de este ecosistema estratégico para el planeta.

En el caso colombiano, la operación militar Artemisa para frenar la deforestación y las campañas masivas de reforestación fueron la principal respuesta a esta tragedia ambiental, obteniendo resultados con muy poco éxito.

Pero el caso brasileño es aún más crítico, pues el negacionismo frente a la existencia del cambio climático y el impulso de la actividad agropecuaria en la Amazonia fue una bandera del Gobierno Bolsonaro, dejando unas consecuencias nefastas para la selva y su biodiversidad.

Las pretensiones del Gobierno Bolsonaro de explotar la Amazonia llegaron a tal punto que en el Congreso brasilero se está tramitando un paquete de leyes para permitir extraer tierras de los resguardos indígenas, quitar algunas figuras de protección a grandes porciones de selva e incentivar el desarrollo agropecuario en miles de hectáreas de la Amazonía.

En Colombia y Brasil, el abandono estatal a la selva amazónica ha obligado a las mismas comunidades, resguardos indígenas, autoridades científicas y ambientalistas a tener que organizarse, georreferenciar ellas mismas los ecosistemas e intentar protegerlos. Una actividad tan riesgosa que hoy Brasil y Colombia tienen la mayor cantidad de los lideres ambientales asesinados del mundo.

Pero la elección de Gustavo Petro y Lula da Silva parece un baño de esperanza para el pulmón del mundo y la atención a esta crisis ambiental, pues ambos gobiernos tienen la defensa del medioambiente como una bandera. En el caso de Lula, incluso hay un antecedente con sus 8 años de gobierno entre el 2003 al 2010, donde la defensa de la Amazonía fue uno de sus pilares de su mandato.

Para el caso del Gobierno Petro, este antecedente no existe, pero las acciones e intervenciones que se han dado en tres meses de gobierno muestran un cambio en la política de abandono del Amazonas. La ratificación del Acuerdo de Escazú y las órdenes presidenciales de dinamitar las dragas de mineros ilegales y de destinar la flota de 12 helicópteros Black Hawk donada por el Gobierno de Estados Unidos para combatir la deforestación del Amazonas, la tala ilegal y a proteger el medio ambiente, así permite creerlo.

Por ahora solo toca esperar que este compromiso de los gobiernos Petro y Lula con el Amazonas quede reforzado en sus planes de desarrollo, con buenos presupuestos y, de esta forma, el pulmón del mundo comience a recibir el tratamiento que necesita para recuperarse. 

Politólogo y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, máster en Gobierno y Gestión Pública en América Latina de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Académico y activista ambiental.