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El 20 por ciento de la superficie agrícola cuenta con algún sistema de riego y genera el 40 por ciento de los alimentos de la población mundial. Pero consume 70 por ciento del agua extraída por el hombre de ríos, lagos y acuíferos.

Uno de los grandes retos de la humanidad siempre ha sido la producción de alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer sus necesidades.

En principio, hace cientos de años, el aumento de la producción agrícola estuvo estrechamente vinculada a la intervención de los ecosistemas naturales para generar terrenos agrícolas. Gran parte del territorio más apto para la agricultura fue ocupado y poco a poco la ampliación de la frontera agrícola siguió sobre terrenos marginales.

Hace un poco más de 200 años se afirmaba que la humanidad sufriría de hambrunas ya que la población mundial crecería más rápido que la producción de alimentos, lo cual no sucedió debido al desarrollo tecnológico.

En los años sesenta, se pensó que la intensificación de la producción sería la solución a gran parte de la pobreza y al hambre en los países menos desarrollados. A pesar de que hubo algunos avances el problema aún persiste, esto debido más a temas de distribución de los alimentos que a la cantidad producida. Igualmente los problemas ambientales continuaron, como por ejemplo el deterioro del suelo, la contaminación y presión sobre el recurso hídrico, la pérdida de biodiversidad y las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Cómo estamos actualmente en el mundo?

Actualmente estamos ocupando cerca del 40 por ciento del suelo del planeta para la producción agropecuaria, y una tercera parte de este se encuentra en un grado moderado de deterioro, lo que conlleva a una reducción significativa de los rendimientos de los cultivos y la capacidad del suelo para almacenar y completar el ciclo del carbono, los nutrientes y el agua. Del territorio ocupado, una tercera parte es agrícola y dos terceras partes son pastos.

Estamos empleando en promedio un poco más de media hectárea de tierra para alimentar a una persona en el mundo. El 20 por ciento de la superficie agrícola cuenta con algún sistema de riego y genera el 40 por ciento de los alimentos de la población mundial pero consume 70 por ciento del agua extraída por el hombre de ríos, lagos y acuíferos.

En cuanto a la expansión de la frontera agrícola, en la década pasada se deforestaron cerca de 7 millones de hectáreas en el mundo, de las cuales 80 por ciento fueron destinadas a usos agropecuarios.

La productividad de cereales es 4 veces mayor en los países de altos ingresos comparados con los países de más bajos ingresos, y el doble comparado con países de ingresos medio-bajo. Los cultivos para la producción de biocombustibles han reemplazado cerca del 3 por ciento de la superficie para la producción de alimentos, y se estima que alcance el 9 por ciento en las próximas décadas.

Las actividades agrícolas y los cambios en el uso del suelo son responsables de una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

De cara al futuro el reto es enorme. Por el lado de la demanda se espera que en tres décadas la población mundial incremente un 33 por ciento y que el consumo per cápita de alimento crezca a su vez.

Por el lado de la oferta, se espera que se ponga fin a la deforestación y por lo tanto se detenga la frontera agrícola, incluso algunos escenarios plantean la reconversión de áreas productivas hacia áreas protegidas o restauración de ecosistemas naturales. Las proyecciones escenarios de cambio climático calculan que el aumento de temperatura cause una disminución de más del 25 por ciento en el rendimiento de los cultivos en las próximas décadas.

Se  necesita entonces producir más comida en igual o menos tierra, con escenarios de tierras menos productivas, mayores tensiones por el uso del recurso hídrico y bajo un clima cambiante.

Más allá de esas variables, hay todavía mucho terreno en el cual avanzar. Por ejemplo en el desperdicio de comida y en la distribución de los alimentos, en la tecnificación de muchas de las áreas de cultivos, en la planificación del territorio y en el uso del recurso hídrico, en la conversión de áreas de pasturas a cultivos, en una cultura de un consumo más racional y responsable, entre otras.

¿Cómo estamos actualmente en Colombia?

En Colombia, una tercera parte del territorio está ocupado por pastos y sólo un 6 por ciento se encuentra ocupada por cultivos.

Un 20 por ciento del suelo destinado a producción agropecuaria se encuentra en un estado de deterioro entre moderado y alto. Una cuarta parte de la superficie agrícola en Colombia cuenta con riego y usa la mitad del agua extraída por el hombre.  Los cultivos que hacen un uso más intensivo de agua de riego son: palma, plátano tecnificado, caña de azúcar, arroz de riego y banano.

La productividad del suelo por kilómetro cuadrado es un tercio de la productividad del suelo de los países desarrollados y actualmente se destina cerca del 8 por ciento de la superficie agrícola para la producción de biocombustibles. El sector, incluido el cambio de uso del suelo, genera un poco más de la mitad de las emisiones del país y se espera que en la próxima década el sector reduzca cerca de 20 millones de toneladas anuales de emisiones.

Lo que se viene haciendo desde el Gobierno Central

La estrategia del Gobierno Colombiano en materia de crecimiento agropecuario se centra en el corto plazo en la estrategia de “Colombia siembra”, para lograr 1 millón de hectáreas agrícolas sembradas.

En términos de mediano y largo plazo, actualmente se encuentra formulando el Plan Maestro de la Orinoquía, que contiene un capítulo importante en materia de desarrollo agropecuario. Desde el Gobierno Central, se ve a esta región como un futuro polo de desarrollo agrícola. Otra de las iniciativas que se han ventilado, pero que todavía no cuenta con un asidero en materia de política, planes y programas es la conversión de área en pastos a cultivos.

El gran reto que queda por delante es poder lograr una producción sostenible adaptada al clima. En este sentido, surge la iniciativa de “crecimiento verde” para que el desarrollo económico se genere sin detrimento del medio ambiente. Esta iniciativa busca promover la competitividad, pero bajo un uso sostenible de los recursos naturales, y asegurar que los territorios sean resilientes a las amenazas climáticas. Uno de los ejes claves de esta iniciativa es el uso eficiente del agua y el suelo.

Por otra parte, recientemente se lanzó la política de pago por servicios ambientales que busca, en parte, reducir la presión del sector agropecuario sobre los ecosistemas naturales.

Actualmente está en trámite en el Congreso un proyecto de ley de cambio climático, donde el sector agropecuario jugará un papel fundamental en materia de mitigación. Asimismo existen una serie de iniciativas, la mayoría de ellas financiadas con recursos internacionales, que buscan apoyar la búsqueda de alternativas productivas sostenibles, y muchas de ellas apostando por frenar la deforestación y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (p ej. Visión Amazonía y Fondo Biocarbono).

Dos acciones claves para lograr una producción sostenible adaptada al clima

Dos elementos claves para afrontar estos desafíos son la tecnología y la planificación del territorio.

En términos de oferta tecnológica, en la mayoría de los cultivos se observa un rezago en la implementación tecnológica debido al gran debilitamiento de los programas de asistencia técnica desde la institucionalidad pública. Algunos gremios lograron con recursos parafiscales, recursos públicos y/o recursos privados mantener la asistencia técnica para sus cultivos (por ejemplo el café, caña, arroz, palma, banano, flores). Muchos productores reciben asistencia técnica directamente desde casas comerciales de venta de agroquímicos lo que deja sobre el campo de la ética el compromiso de la producción sostenible.

En el mediano y largo plazo, la generación de nueva tecnología será fundamental, y en este sentido debe existir una mayor inversión en investigación agropecuaria. En Colombia, la inversión en investigación agropecuaria ha estado por debajo de 1 por ciento del PIB, y con relación al gasto agropecuario, en la mayoría de los casos, ha estado por debajo del 10 por ciento y en el mejor de los casos ha alcanzado un 20 por ciento.

En cuanto a ordenamiento territorial, es necesario fortalecer técnicamente las capacidades de los tomadores de decisiones regionales y locales con el fin de poder generar mejores planes de ordenamiento, y coordinar en terreno los lineamientos de las autoridades regionales ambientales (CARs) y la unidad de planificación rural agropecuaria (UPRA).

La oferta tecnológica y la planificación territorial además de contribuir con el aumento de la productividad, también deben responder a los desafíos de un uso eficiente de los recursos naturales, la reducción de emisiones y la adaptación al cambio climático.

La restricción en el presupuesto público no debe ser una excusa, ya que si se logra generar una agenda de trabajo, un mapa de iniciativas nacionales  e internacionales y articular el financiamiento internacional con las apuestas estratégicas del sector seguramente será suficiente para dar un gran paso hacia un sector agropecuario sostenible adaptado al clima. 

Investigador del CIAT desde al año 2010 en el Área de Investigación DAPA (Programa de Análisis de Políticas), donde trabaja temas relacionados con Cambio Climático y Servicios Ecosistemicos en la región Andina. Su formación y experiencia se han centrado en la gestión de cuencas hidrográficas...