¿Qué pasaría si le dicen que ya no hay agua que pueda pagar? ¿O que ese celular que quiere ya no se fabrica? ¿Qué pasaría si el país no puede producir más bienes o servicios? 

En 1965, Aurelio Peccei, un industrial italiano, y Alexander King, un escocés líder de ciencia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), coincidieron en una preocupación: el futuro de la humanidad en nuestro planeta. Tres años más tarde, la inquietud de estos adelantados a su tiempo los llevó a celebrar la que sería la primera reunión de científicos, humanistas y hombres de negocios en Roma, y que se conocería más tarde como el Club de Roma.

El Club ha estado enfocado desde sus inicios, hace cinco décadas, en lograr una perspectiva global y de largo plazo en el análisis de problemas complejos con variables interconectadas. En esta línea, el Club encomienda en 1971 a un grupo de investigadores, liderados por Jay Forrester del MIT, desarrollar un modelo que permita analizar las implicaciones de un crecimiento económico exponencial.

Los resultados de su análisis fueron publicados en 1972 en el libro “Los límites del crecimiento“, el cual exploró 12 escenarios futuros combinando variables como población, desarrollo tecnológico e industrial, disponibilidad de alimentos, recursos no renovables y polución, entre otros, cubriendo un periodo de 1972 hasta 2100. 

Las conclusiones fueron claras: nuestro planeta está físicamente limitado y el crecimiento poblacional, sumados a las emisiones y a los impactos de la actividad humana, muy probablemente excederán la capacidad de carga* de nuestro planeta, llevándonos, por la fuerza, a ajustar la curva de crecimiento o enfrentar el colapso planetario.

El mensaje suena bastante familiar a lo que se ha divulgado en medios por cuenta de la celebración del Día de la Tierra. Por otro lado, también es familiar la negación frente al cambio climático, la timidez de algunos sectores y organizaciones para tomar acciones y la falta de liderazgo en algunos escenarios políticos.

¿Qué ha cambiado en 50 años después de la publicación del libro que dio paso a movimientos verdes en la década de los setenta? Mucho y nada. Mucho porque la tecnología y la ciencia permiten explicar con mayor precisión por qué estamos frente a una crisis climática (entre otras varias crisis como la de la biodiversidad), qué hacer para resolverla y dónde vamos a terminar si no tomamos acciones. Nada porque seguimos apostando a un crecimiento económico ilimitado, inviable y mal distribuido. Según Inequality.org, el 1 % de la población más rica del mundo tiene el 46 % de la riqueza global.

Hoy, 50 años después de la publicación de “Los límites del Crecimiento”, seguimos dando el crecimiento económico por sentado en un planeta claramente finito, con recursos y capacidad limitada. Hablamos de que esta es la década decisiva para contrarrestar el cambio climático (hasta el año 2030), pero el conocimiento hace cinco décadas apuntaba en la misma dirección y compartía el mismo mensaje de urgencia; sin embargo, vamos por la misma senda.

El conocimiento es poder y puede transformar, pero no opera por sí solo. Se necesita entender y desarrollar un nivel de consciencia diferente sobre lo que estamos viviendo y sobre el reto al que nos enfrentamos. Esa lógica no se crea de adulto tan fácilmente, se aprende de niño y se fortalece a través de herramientas en la vida adulta.

Qué diferente sería si de niños aprendiéramos y entendiéramos los límites planetarios; si la educación universitaria fortaleciera nuestra capacidad para aplicar la técnica en la solución de los grandes problemas que enfrentamos como sociedad, es decir, aprender la técnica con un propósito; y si en la vida adulta nuestro éxito no se midiera solamente en cuánto acumulamos -cuánto crecemos-, sino en el impacto positivo que generamos como seres humanos.

Si además de interiorizar el carácter limitado de los recursos que tenemos, dichos recursos tuvieran un precio que refleje ese carácter finito (escasez de agua, entonces un precio más alto en nuestro recibo; mayores residuos, entonces un mayor costo de recolección de basura; menor calidad del aire, entonces un mayor impuesto por contaminar) tomaríamos decisiones más inteligentes y la discusión sobre cuánto crecer y hasta dónde llegar estaría en nuestras agendas familiares, educativas, corporativas y nacionales.

¿Es posible? Yo creo que sí, pero hacen falta muchos cambios en la forma en que operamos como sociedad para que podamos seguir consumiendo recursos y adquiriendo los productos que queremos, o mejor que necesitamos, pero de una forma responsable. Lamentablemente, los cambios llegarán a la fuerza cuando las circunstancias de los límites planetarios nos obliguen.

* La National Geographic define la capacidad de carga como el tamaño promedio de la población de una especie en un hábitat particular. El tamaño de la población de la especie está limitado por factores ambientales como alimentación adecuada, refugio, agua y parejas. Si no se cubren estas necesidades, la población disminuirá hasta que el recurso se recupere.

Es la directora de sostenibilidad y cambio climático de PWC Colombia. Estudió contaduría pública en la Universidad Nacional de Colombia, una especialización en organizaciones, responsabilidad social y desarrollo y una maestría en gerencia y práctica del desarrollo en la Universidad de los Andes....