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“Si unos pocos chicos pudimos conseguir titulares alrededor del mundo por no ir al colegio, imagínense qué podríamos hacer todos juntos si realmente quisiéramos”. Esta es una de las frases célebres de Greta Thunberg, la adolescente que revolucionó el mundo con su lucha contra el cambio climático. Sus palabras hoy son un referente mundial y, como Greta, hay millones de jóvenes que desde lugares muy remotos hasta las grandes ciudades están luchando para proteger sus territorios, alzando sus voces y generando acciones concretas por el clima.
En estos años hemos sido testigos del poder del movimiento por la acción climática que han impulsado jóvenes de todo el mundo. Desde el 2017, he tenido la oportunidad de trabajar con jóvenes principalmente de América Latina y he visto de cerca cómo su trabajo ha impactado en las agendas políticas, económicas y sociales a nivel local, regional y global. Los jóvenes activistas del mundo están demandando justicia climática y financiamiento para los daños ocasionados por los efectos del cambio climático.
Por esto y otras razones, es innegable el poder de los jóvenes como agentes de cambio y promotores de nuevas ideas; contribuyen con propuestas y soluciones claras para acelerar la transformación que el mundo necesita; y, sobre todo, son fuente de inspiración para muchos de nosotros.
Según las Naciones Unidas, hay 1,8 mil millones de jóvenes con edades comprendidas entre los 10 y los 24 años; son la mayor generación de jóvenes de la historia. Alrededor del 88% de ellos viven en países en vías de desarrollo, países que a su vez albergan los mayores bosques, ríos y biodiversidad del planeta. Invertir y salvaguardar el futuro de estos jóvenes es esencial para el desarrollo sostenible de la región y alcanzar el equilibrio que requiere el planeta.
El poder de la juventud combinado con la era más tecnológica es la receta adecuada para escalar la innovación que permita la mitigación y adaptación al cambio climático. Pero para logarlo aún hay muchos temas que resolver. Por ejemplo, ¿cómo podemos proporcionar herramientas y plataformas a los jóvenes para que amplíen sus iniciativas e impulsen la acción colectiva en sus comunidades? Por otro lado, ¿cómo pueden los jóvenes de los países en vías de desarrollo tener mayor acceso a equipos e internet que les permita estar conectados con una conversación y una acción global para hacer frente al cambio climático? Además, ¿cómo disminuir la desigualdad a todo nivel, sobre todo de educación y comunicación, para escalar estrategias de adaptación desarrolladas localmente?

Los altos niveles de desigualdad y pobreza en América Latina y el Caribe son materia de reflexión. La pobreza y brechas estructurales socavan la posibilidad del desarrollo de nuestros jóvenes y consecuentemente de nuestra región. Según la investigación “Conectividad Rural en América Latina y el Caribe: Un puente al desarrollo sostenible en tiempos de pandemia”, realizada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (Iica), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Microsoft, solo 4 de cada 10 latinoamericanos de zonas rurales tienen opciones de conectividad en comparación con el 71% de la población de zonas urbanas.
Esto se traduce en que aproximadamente 77 millones de personas de las zonas rurales de América Latina y el Caribe tienen un acceso mínimo o nulo a la conectividad. A nivel regional, un 32% de la población no accede a servicios de internet. Este panorama es aún más crítico en África, donde varios de sus países registran el menor acceso a internet del mundo.
La conectividad y el manejo de redes sociales han sido fundamentales en la lucha contra el cambio climático liderada por los jóvenes. Millones de jóvenes se han organizado y han establecidos redes y han usado estratégicamente los canales digitales para alzar sus voces, generar una conciencia y un llamado a la acción a nivel global para construir sociedades más sostenibles. Sin duda, es la generación de jóvenes más grande y conectada de la historia.
La juventud tiene la capacidad para reconstruir el tejido social y abrir el camino para un futuro sostenible. Por ello, los gobiernos tienen la obligación de invertir en educación de calidad, empleo decente, herramientas que les permita una vida sana y acceso a salud sexual y reproductiva para garantizar que cada joven alcance su máximo desarrollo. Los jóvenes han demostrado una capacidad única de generar una fuerza colectiva que incide en la consecución de los objetivos de desarrollo sostenibles y climáticos a través del involucramiento de todos los sectores.
No podemos dejar que el potencial de los jóvenes de la región pase desapercibido. Es nuestro deber trabajar con y para ellos para reducir estas brechas tecnológicas que son un reflejo de las persistentes desigualdades económicas y sociales de la región.
A pocos días del Día Internacional de la Juventud, comparto este artículo para resaltar el trabajo y agradecer a esos jóvenes que cada día luchan por un mundo mejor.