Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Grandes retos esperan al próximo Gobierno. Y aunque no es el único, el ambiental deberá ser, sin duda, un tema clave en la agenda del país durante los próximos cuatro años. Nuestros compromisos para mitigar el cambio climático están claros y tenemos la ventaja de que hoy existe un consenso global sobre la necesidad tomar acción y, desde el Acuerdo de París, una meta que nos permite medir el progreso del país y del mundo y, además, saber bien hacia dónde debemos transitar.
Esto, desafortunadamente, no ocurre actualmente con otro tema tan clave y urgente como el cambio climático: la pérdida de biodiversidad. El panorama es igualmente grave en Colombia y en el mundo: si la deforestación continúa en aumento, la pérdida de biodiversidad se acelerará y a 2030 Colombia podría perder alrededor de 1,5 billones de pesos del Producto Interno Bruto (PIB) y entre 1.034 y 1.670 millones de pesos en ahorros genuinos.
La biodiversidad es un concepto amplio: no solo tiene que ver con un número de especies determinadas, sino con el agua, con la calidad del suelo del que dependen los cultivos de los que nos alimentamos y con otros importantes servicios ecosistémicos que permiten nuestro diario vivir. Aunque sabemos que este es uno de los principales desafíos de nuestra era y nos encontramos en una década definitiva para revertir la tendencia, hoy el mundo no cuenta con una meta clara que nos permita, tanto local como globalmente, implementar acciones medibles para frenar esta situación.
Sin un norte claro, es difícil avanzar o, al menos, saber si estamos haciéndolo. En palabras del filósofo Séneca, “no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va”.
Nos urge entonces adoptar una meta global para la biodiversidad que nos sirva como norte hacia el cual debemos avanzar. Esa meta debe ser la llamada “Naturaleza Positiva”.
La “Naturaleza Positiva” es un concepto desarrollado por las grandes ONG de conservación ambiental del mundo-incluyendo a The Nature Conservancy-, y trae consigo tres métricas básicas escalonadas.
La primera es lograr que la pérdida neta de naturaleza sea cero a partir de 2020. La segunda, una mejora positiva neta de la naturaleza para 2030. Esto significa que para 2030, debemos tener evidencia de que estamos aumentando la naturaleza global. La tercera, una recuperación completa de la naturaleza para 2050.
Claro que son metas ambiciosas, pues implican revertir la tendencia y empezar a ver un balance de “Naturaleza Positiva” desde 2030 –en apenas 8 años. Pero lograr el cumplimiento de estas tres metas asegura no solamente la detención de la pérdida de biodiversidad, que es una de nuestras principales amenazas planetarias, sino también la recuperación de lo que ya hemos perdido.
En las manos del próximo Gobierno estará promover la adopción de un nuevo marco global de biodiversidad que aborde como base el concepto de “Naturaleza Positiva”. No solo se trata de un tema global, la situación en Colombia es crítica. Aunque firmamos y ratificamos el Convenio de Diversidad Biológica (CBD) y somos el segundo país más biodiverso del mundo, nuestra biodiversidad ha evidenciado una disminución promedio del 18 %. Nuestro rol en el posicionamiento de la “Naturaleza Positiva” como una prioridad mundial debe ser protagónico y empieza por incorporarla como principio integrador de nuestro modelo económico.
Si queremos cumplir la meta para 2030, el próximo Gobierno deberá incorporar acciones claras y concretas para detener los principales motores de la pérdida de biodiversidad en el país, entre ellos la deforestación. Algunas de estas acciones serán: reformar los incentivos fiscales perversos, que promueven la expansión de actividades agropecuarias fuera de la frontera agrícola; entender y aprehender la biodiversidad como eje central en los planes de desarrollo territoriales y sectoriales, ya que necesitamos de la biodiversidad para contar con los servicios naturales de los que dependen casi todos los procesos productivos e industriales; incorporar integralmente prácticas agrícolas regenerativas, que recuperen nuestros suelos y que mantengan la biodiversidad al mismo tiempo que se promueve el desarrollo rural; implementar soluciones basadas en la naturaleza para cumplir con nuestras metas de adaptación y mitigación al cambio climático; proteger y recuperar nuestras cuencas de agua; e implementar una planeación territorial que integre a nivel local, regional y nacional, criterios de protección de la naturaleza.
Como colombiana, espero que el Estado entienda que la “Naturaleza Positiva” es el principal aliado del desarrollo económico del país, pues si seguimos perdiendo nuestra biodiversidad, perdemos oportunidades de crecimiento. La “Naturaleza Positiva” puede ser ese viento favorable del que hablaba Séneca, pero ahora necesitamos, con urgencia, encaminar el barco hacia un escenario en el que la pérdida de biodiversidad sea tan protagonista como el cambio climático y logremos reconciliar la conservación con el desarrollo sostenible del país.