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El cambio climático es uno de los retos más grandes que enfrenta la humanidad hoy en día, tanto por los riesgos que representa como por las oportunidades que ofrece combatir esta crisis. Sin embargo, no necesariamente está en el top de la agenda personal, corporativa o de los gobiernos, por lo que vale recordar por qué es tan importante y tan urgente.
Swiss Re, líder mundial en seguros y reaseguros, estimó el año pasado que el cambio climático afectará a 48 países que representan el 90 % de la economía mundial, y que ésta perdería hasta un 18 % del producto interno bruto (PIB) en 2050, comparado con un mundo sin cambio climático, si no se toman medidas.
Para tener un orden de magnitud de este impacto, podemos contrastarlo con el de un gran evento disruptivo global, la pandemia de covid, que sumado a otras situaciones de orden económico ocurridas en 2020 llevó a una contracción del PIB mundial en 3,4 %, según estiman los expertos.
Por el contrario, tomar acciones frente al cambio climático abre una ventana de oportunidad, por ejemplo, la creación de 40 millones de empleos en el sector de energías renovables para 2050, según estimaciones del Foro Económico Mundial; con el desarrollo de nuevos productos o servicios que hagan frente a la crisis climática o, al menos, no la exacerben; y con la reconversión de procesos productivos que generen menos impactos ambientales y reduzcan los costos de operación.
En cuanto a la urgencia, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (Ipcc por sus siglas en inglés), órgano de las Naciones Unidas para evaluar la ciencia relacionada con el cambio climático, indicó en octubre de 2021 que la temperatura de la superficie global seguirá aumentando hasta al menos mediados de siglo, a menos que se produzcan reducciones significativas en la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas.
¿Tenemos tiempo? No tanto. PwC indica que en 2020 logramos una reducción de la carbono intensidad de nuestra economía global (toneladas de dióxido de carbono por unidad del PIB producida) en tan solo 2,5 % frente al año anterior, y que si queremos llegar a 2050 con un calentamiento global de 1,5°C, que nos mantendría relativamente a salvo, debemos multiplicar esta descarbonización por cinco y alcanzar una tasa anual de 12,9 %, nada fácil. Lo más importante, ésta tarea debe comenzar ahora.
Como individuos
Desde el punto de vista individual, la psicología puede ayudarnos a entender por qué nos cuesta tomar acción frente a un fenómeno importante y urgente. Hay que decir que no somos perfectamente racionales al momento de tomar decisiones, y que nuestro cerebro define cursos de acción basado no solamente en los datos, sino en la inminencia del riesgo y en la conexión emocional con el problema.
La película No miren arriba, disponible en Netflix y muy popular por estos días, es un buen ejemplo de cómo opera nuestro cerebro frente a retos existenciales para los cuales hay certeza científica, pero frente a los cuales tomamos acciones que no están a la altura de las circunstancias.
Diversos expertos en la materia resaltan la dificultad de lograr una acción colectiva para luchar contra enemigos abstractos, o cuando no hay un villano de carne y hueso del cual defendernos, como el cambio climático. Abordan adicionalmente nuestra preferencia natural por tomar decisiones gratificantes a nivel individual en el corto plazo, en contravía de una renuncia personal para alcanzar un bienestar colectivo en el largo plazo.
Consumir bienes innecesarios, por ejemplo, puede generar felicidad personal momentánea pero al mismo tiempo alejarnos de nuestra meta global de ser carbono neutro, por cuenta del aumento de emisiones de dióxido de carbono en la fabricación, distribución, y disposición de estos productos. En su lugar, promover acciones individuales orientadas a reducir, reciclar y/o reutilizar (3R de la ecología) tiene el poder de cambiar los hábitos de consumo de una sociedad entera.
Como organizaciones
Las organizaciones están lideradas por seres humanos con retos y sesgos en la percepción personal frente al cambio climático, sumados a la necesidad de estos líderes empresariales de dividir y balancear su atención entre los riesgos y oportunidades diversas a las que los enfrentan los mercados de hoy en día.
La Encuesta Global de Presidentes de PwC lanzada en enero de 2022 indicó que solo el 22 % de los 4.446 Presidentes encuestados a nivel mundial ha asumido compromisos de cero-neto*, así como que están más preocupados por la posibilidad de que un ciberataque o un impacto macroeconómico perjudique el logro de los objetivos financieros de su empresa, y menos por desafíos tales como el cambio climático y la desigualdad social.
Lo anterior a pesar de que el Foro Económico Mundial, en su reporte de Riesgos Globales 2022, señala que climas extremos y una débil acción climática están en el top de amenazas críticas para la humanidad en los próximos diez años.
A nivel de gobierno
Aunque la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) celebrada a finales de 2021 en Glasgow logró la alineación de 197 países en torno a acciones concretas para frenar el cambio climático, expertos señalan que incluso si todas aquellos compromisos se materializan estaríamos por encima de los 1,5°C en 2100. Preocupa que la pandemia ha debilitado y, probablemente, continúe mermando la capacidad financiera de los gobiernos para cumplir los compromisos adquiridos en Glasgow.
Los países, al igual que los individuos y las corporaciones deben balancear costos y gratificaciones de corto y largo plazo, escoger en qué problemas se centra la atención y cuándo, y luchar contra enemigos visibles que frecuentemente logran más interés que los abstractos.
Aunque no hay una solución definitiva a nivel individual, corporativo y gubernamental, la comunicación acerca del cambio climático puede hacer una diferencia en dos sentidos, como lo mencionan los psicólogos Cameron Brick y Sander van der Linden.
Primero, los datos y evidencia científica pueden ayudarnos a aterrizar los riesgos y oportunidades del cambio climático a un contexto presente, local e individual; y, segundo, las acciones de ciudadanos del común, empresas y países con impactos positivos frente al cambio climático como 3R y carbono-neutralidad pueden comunicarse y difundirse más ampliamente, mostrando que dichas acciones son posibles y deseables, posicionándolas como un imperativo moral que a la larga se convierta en regla implícita en nuestra sociedad.
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*Cero-neto: se logra cuando las emisiones de dióxido de carbono generadas por el hombre en un periodo están equilibradas con las remociones de este gas en la atmósfera durante ese mismo periodo. También se denomina como carbono neutralidad.