Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Conservar la naturaleza de un humedal en Colombia, en medio de la matriz urbana, por parte de los ciudadanos, es una labor muy compleja, en especial cuando esta realidad riñe con situaciones de inseguridad, proyectos de urbanismo y la promoción de la recreación activa.
La labor de muchos ciudadanos comprometidos con la protección y conservación de los humedales, ubicados en zonas urbanas, se hace en la mayoría de los casos por un fuerte compromiso por defender la permanencia de miles de seres vivos que no tienen voz ante la gestión estatal; en busca de mejorar la salud pública por la contaminación del agua, el suelo y el aire; y también para llenar el vacío que deja la ausencia de autoridades ambientales fuertes y coherentes.

El movimiento ambiental en Bogotá para la defensa de los humedales ubicados en zona rural y urbana, comenzó en los años noventa, en los humedales de Tibabuyes y La Conejera, tratando de evitar que fueran rellenados para luego ser loteados y vendidos para construir viviendas. Con los años esta labor se ha multiplicado a todos los humedales en los cuales tiene injerencia la Secretaría Distrital de Ambiente y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca-CAR.
Ha sido un proceso desigual en la relación con las instituciones y su poder de gestión, pero que se ha realizado dentro de los parámetros establecidos en la constitución de 1991 y todo el compendio normativo ambiental, cuyas herramientas han permitido a muchos ciudadanos proteger varios de estos ecosistemas de una serie de proyectos que en muchos casos sólo habrían causado deterioro, pérdida de especies vegetales y animales, y la destrucción de hábitats de importancia ecológica.
Con la elaboración e implementación de la Política Distrital de humedales entre los años 2005 y 2006 la gestión ciudadana, en equipo con la academia, ONG’s e instituciones, se logra consolidar con estrategias, metas y proyectos, una visión de futuro para el manejo de los humedales, en concordancia con el compromiso que adquirió el Estado Colombiano mediante el tratado para la Conservación Internacional de Humedales-RAMSAR, ratificado por Colombia con la ley 357 de 1997.
El caso del humedal de Córdoba y La Conejera son emblemáticos en la ciudad, porque en cada uno de ellos un equipo de vecinos lograron consolidar un enorme bosque protector, a través de la siembra de árboles nativos y su efectiva protección mediante acciones jurídicas, sociales, culturales y técnicas. Es por ello que hoy son dos de los humedales más ricos en fauna, flora y diversidad de paisaje en la capital.

A pesar de ello, en esta administración al igual que hace 20 años, los humedales de Bogotá están siendo presentados como zonas naturales que deberían ser manejadas como el parque el Virrey (para la recreación activa) y no como lo que son, reservas naturales para la conservación de la vida silvestre y el disfrute humano responsable y, para ello, en el plan de desarrollo, el Concejo de Bogotá aprobó el proyecto de “Parques Lineales”, o más bien corredores de cemento, ladrillo y luminarias, que ya en varios humedales han sido contratados para el diseño de obra.
En contraste, en el humedal de Córdoba la acción popular 0254, ganada en todas sus instancias, dentro del marco que otorga el Estado de Derecho Colombiano, y cuya jurisprudencia es de obligatorio cumplimiento, prohibe la construcción de obras duras, la tala de árboles por paisajísmo o capricho del gobernante de turno, y obliga a darle prioridad a la conservación de su riqueza natural y a la descontaminación del agua.
Como es normal, no todos los Bogotanos han estado de acuerdo con lo Concertado, a pesar de ello, el deber como ciudadanos es el de respetar las decisiones amparadas por las altas cortes. Sin embargo, quienes protegen el humedal de Córdoba están siendo cuestionados y culpados de algunos problemas de inseguridad que si bien se han presentado dentro de sus límites, también, ocurren en toda la ciudad donde su incidencia y frecuencia es, sin duda, mayor a la presentada en el humedal. Las notas de algunos medios, a veces publicadas sutilmente, hacen sentir que la labor ambiental realizada y la consolidación del bosque y su tupida vegetación en zonas renaturalizadas, son la causa de situaciones como atracos y agresiones personales, desconociendo con ello 20 años de trabajo voluntario en cuanto a la protección del mismo.

Estos hechos de señalamiento a través de artículos de prensa en medios impresos y digitales, como es el caso de El Tiempo, no le hacen ningún bien a nadie y mucho menos a los humedales, pero sí generan confusión, desinformación, división en la comunidad, estigmatización y presión hacia las instituciones para que tomen malas decisiones. A pesar de la mala publicidad y de los problemas, sus vecinos y visitantes no han dejado de disfrutarlo: caminando, observando aves, apreciando su paisaje acuático y boscoso, haciendo yoga, paseando sus mascotas, cuidando los árboles, aprendiendo de su naturaleza o leyendo en algún paraje verde y soleado.

Por lo tanto, es de vital importancia encontrar por consenso, entre ciudadanos e instituciones, las soluciones equilibradas entre la conservación de los humedales como reservas naturales y las acciones que garanticen su uso para la recreación pasiva con seguridad y tranquilidad.
Estos son algunos de los artículos referidos:
Denuncian actos sexuales en el humedal Córdoba de Bogotá
Un hilo de sangre en el humedal / Voy y Vuelvo
