Cuando la periodista Vicky Dávila trinó sobre lo costoso que está el pan en una tienda de cadena, su trino se viralizó entre la oposición al gobierno y tuvo más de 2 millones de reproducciones. Mientras tanto, el presidente Petro sacó pecho esta semana porque la inflación del precio de los alimentos bajó en abril respecto al mes anterior, y espera que tenga una tendencia decreciente en la segunda mitad del año.

Para aclarar sobre las cifras y argumentos que se han dicho en los últimos días sobre la inflación de los alimentos, la Silla Académica entrevistó al economista Duván Emilio Ramírez, ex-decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Manizales y actual rector de esa institución. Es autor del artículo “Estrategia, competitividad y sustentabilidad en el sector agrícola”, y de recientes columnas de opinión sobre la inflación de los alimentos en el país. Con él analizamos el documento de trabajo del Banco de la República: Inflación de alimentos: una comparación con otros países, que informa las siguientes tesis. 

1) Las razones que explican la inflación preceden a Petro

Para Duván Ramírez, la inflación de los alimentos no es un fenómeno nuevo. Es el producto de una combinación de tres grandes factores que vienen desde mucho antes del gobierno actual. El primero es el freno a la economía global que ocurrió por la emergencia del covid. Sólo entre mayo del 2019 y del 2020, el comercio mundial de bienes cayó un 17 por ciento.

“Eso ayudó a generar un trancón logístico internacional, pues los bienes y servicios dejaron de moverse a la misma velocidad. Muchas empresas colombianas quedaron, por ejemplo, luchando por un cupo en barcos para traer materia prima o insumos para alimentos”, dice.

Otro factor de peso fue el paro nacional de 2021, que aunque parece ya lejano, tuvo un efecto que todavía se ve en los ciclos de producción y distribución de alimentos. Los bloqueos al suministro de bienes básicos afectaron especialmente el sector agropecuario y la cría de pequeños animales, así como la industria avícola.

Por ejemplo, entre enero de 2020 y abril de 2021, la producción de huevos venía creciendo a una tasa anual promedio del 12 por ciento. A partir de mayo de 2021 (cuando se dio el paro) este crecimiento cae a un promedio del -1 por ciento, al tiempo que los precios vienen creciendo anualmente a un promedio del 23 por ciento. De hecho, el estudio del Banco de la República sobre inflación: Inflación de alimentos: una comparación con otros países, muestra que el paro es un factor decisivo para explicar por qué la inflación de los alimentos fue mayor en Colombia que en otros países de la región.

A todo esto se suma el efecto en cadena que ha dejado la invasión de Rusia a Ucrania, que subió el costo de los combustibles, y eso le pegó a la inflación. De acuerdo con un estudio del Fondo Monetario Internacional, un aumento del 10 por ciento de los precios del petróleo implicó un aumento de la inflación del 1.2 por ciento en América Latina (Brasil, Chile, Colombia, México y Perú).

“Resultó que el país necesitaba de Ucrania más de lo que se pensaba, pues ese país es líder mundial en la producción de insumos para los abonos agrícolas, así que la guerra encareció el acceso a estos insumos y a los alimentos que dependen de esos insumos. Según el Banco Mundial, el precio de los fertilizantes aumentó en casi un 70 por ciento en 2022”, dice el economista.

Esto le pega especialmente a un país como Colombia, que importa el 75 por ciento de la materia prima de sus fertilizantes (urea, potasio y fósforo, principalmente) de los cuales un 42 por ciento vienen precisamente de Rusia y Ucrania, como cuenta un informe del economista Gustavo Hernandez.

Todo esto se resume en los datos que arroja un estudio de la FAO, que muestra que entre 2000 y 2019, los precios de los alimentos venían en una tendencia moderada de crecimiento: un promedio de 2,1 por ciento. Sin embargo, desde el 2020 hasta la actualidad, el crecimiento del costo de los alimentos ha sido en promedio del 16,6%, una tendencia que es global y que no se le puede adjudicar al presidente Petro, que lleva menos de un año en el poder. 

2) Es cierto que los precios de los alimentos han bajado, pero siguen históricamente elevados

Esta semana el presidente Petro compartió las gráficas de un Camilo Rey, en las que el economista hacía el cálculo de los cambios de la inflación anual de los alimentos en todo el mundo de marzo a abril de este año.

Con estos datos, que le gustaron al presidente, el economista concluye correctamente que en Colombia la inflación bajó del 21% en marzo al 18% en abril, y que eso pone a Colombia entre los 20 países del mundo donde más han caído las tasas de inflación de los precios de los alimentos.  

Aunque para Duván Ramírez, bajar tres puntos en la tasa de inflación de alimentos es un logro importante, sigue siendo insuficiente si se tiene en cuenta que Colombia, antes de la pandemia, tenía unas tasas de inflación de alimentos del 4 por ciento. Por esta razón, no le parece que sea una cifra que tranquilice sobre lo que está pasando con los precios.

“Yo no diría que en Colombia es donde se presenta una de las mayores reducciones de los precios de los alimentos basado en la radiografía de un mes. Hay que ver la comparación con el resto del mundo en un márgen más amplio, y ahí sí analizar en el histórico qué tan distinta es la inflación actual con la de años anteriores”.

Por ejemplo, como cuenta el estudio del Banco de la República sobre inflación de los alimentos, entre mayo de 2021 y julio de 2022, los precios de la comida en Colombia presentaron crecimientos anuales 12 veces superiores al promedio de los otros países de la OCDE y 7 al del resto de América Latina, y esa tendencia no se ha reducido este año. Esta gráfica ejemplifica ese fenómeno: 

Además, otros factores podrían hacer que en el segundo semestre del año sigan costosos los alimentos, y afectar la tendencia de reducción. Uno principal es el comportamiento del dólar (que es un factor decisivo en el precio de lo que comemos), pues el 30 por ciento del total de alimentos son importados al país, por lo que si la tasa de cambio no cae, tampoco bajarán considerablemente los precios. 

3. Sirve bajar tasas de interés a productores, pero falta resolver problema de fertilizantes

El presidente Gustavo Petro ha anunciado medidas para ayudar a bajar la inflación de los alimentos. Entre estas, hay una que se está implementando, que es la reducción de las tasas de interés del Banco Agrario para los productores en el campo.

También dijo que acordó con la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) y la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), que se tomarán otras medidas en logística y transporte terrestre para bajar costos, aunque éstas todavía no se han detallado.

Para el profesor Duván Ramírez, esas medidas son un buen comienzo y servirán para combatir la inflación, pero hay restricciones de ese mecanismo: “Un crédito puede ser un pequeño estímulo, pero a un campesino que ya está endeudado no le van a prestar fácil, así que muchos no van a poder acceder a esas ayudas”, dice.

Pero más allá de los créditos, el economista dice que estas medidas crediticias no tocan el corazón del problema: “las medidas priorizadas deberían ser avanzar en que dejemos la dependencia del país de insumos importados para casi todos los sectores productivos. Esa es una idea que el gobierno ya ha contemplado con la posible compra de Monómeros, pero no ha concretado”, dice.

Con la compra de la petroquímica venezolana, Monómeros, que es la principal productora de fertilizantes de la nación (produce el 28 por ciento de los fertilizantes), el gobierno Petro espera ampliar la capacidad instalada del país para producir sus propios fertilizantes, y así reducir los costos de estos insumos.

Una idea que tiene sentido, pues, como calculó un estudio reciente del DNP, el aumento de los precios de los fertilizantes afecta directamente al sector agrícola y tiene un efecto de 2 puntos sobre la inflación de alimentos nacional y de 6 sobre la inflación global. La adquisición total de la compañía llegaría a ser de 500 millones de dólares, según el embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti. Pero tomará tiempo porque el gobierno está terminando de definir de qué cuenta saldrá la plata para esta compra, aunque ya han mencionado que la compra sería a través de Ecopetrol, y que aún falta definir detalles de la licencia de operación de la empresa, que tiene vigencia hasta junio de 2023.

Como medidas alternativas para bajar los costos de los alimentos, Ramírez dice que otras podrían ser la reducción de aranceles para la importación de ciertos bienes, aunque esto desestimula a mediano y largo plazo la producción nacional. El profesor descarta la idea de un control gubernamental de precios como insostenible.

“No es una buena medida porque conduce a un gradual desabastecimiento, No hay que ir ni mirar muy lejos para ver las consecuencias de un control oficial de precios”, dice, refiriéndose a esta medida que fue adoptada en su momento por Venezuela para contener la hiperinflación. 

4. Ya han fallado propuestas para que el Estado les compre directamente a campesinos

Regresando de su viaje a Portugal, el presidente Petro anunció, entre otras posibles medidas, que la cadena de supermercados Ara (que abrirá 230 nuevas tiendas en el país en 2023) pueda comprarles directamente los productos a campesinos colombianos, saltándose a los intermediarios entre el supermercado y el productor.

Para el economista Duván Ramírez, esta es una propuesta que recuerda a la creación, durante el mandato de Carlos Lleras Restrepo, del Instituto de Mercadeo Agropecuario (Idema), que se encargaba de la regulación del mercadeo de productos agropecuarios. A grandes rasgos, lo que hacía el Idema era comprarle a precios rentables al productor, para luego vender, almacenar, y, en ocasiones, exportar esos productos.

“En una época se veían en el país los supermercados del Idema, que compraban productos agrícolas a campesinos a precios que garantizaban que recuperaran el costo de producción. Uno podía ir a esos supermercados estatales, donde incluso se conseguían alimentos importados que el Estado adquiría directamente”, dice Duván Ramírez.

Pero, para el economista, justo el Idema deja unas lecciones sobre los límites de una propuesta como la que le hizo el presidente a los supermercados Ara.

“La liquidación del Idema en 1994 obedeció a que le generaba pérdidas al Estado desde 1973, por los costos que asumía con el almacenamiento de las cosechas y las diferencias en los precios a los que vendía los alimentos frente a los precios a los que los compraba”, dice el economista.

Para Duván Ramírez, precisamente, esto muestra que no se pueden sacar tan fácilmente los intermediarios de la cadena de comercialización de los alimentos.

“Yo creo que el presidente busca volver un poco a eso, pero en ese proceso desconoce el papel fundamental que tienen los intermediarios. Es cierto que hoy en día la cadena de intermediación se ha vuelto mucho más larga y eso se refleja en el fenómeno de que cuando los campesinos van a la plaza de mercado “les bautizan la carga”, y les fijan un precio con el cual se vende el plátano o la papá, por ejemplo”, dice.

Pero, para el académico, no se puede desconocer que la intermediación le va agregando valor a la carga, porque cumple funciones importantes como permitir que alimentos como la papa o la mora estén disponibles en las tiendas o en sitios de acopio.

“Ubicar el producto en una cadena de suministro es algo que tiene un costo y eso no se puede obviar. Por ejemplo, cuando uno va al Meta, los campesinos en el sector de Lejanías llevan el producto a unos centros de acopio, precisamente porque les cuesta mucho llevar su carga hasta una plaza grande de mercado.

Por lo que los centros de acopio son un paso de intermediación necesario: llevan el producto a Corabastos, y a veces hacen el trabajo de madurar el producto, asumiendo costos propios”, dice Ramírez. 

5. Las alzas más grandes se ven especialmente en ciudades intermedias

El otro dato que arrojan las cifras es que la inflación de los alimentos no pega por igual a todo el país. Con los datos más recientes del Índice de Precios al consumidor, las ciudades con más alzas de los precios de alimentos son Ibagué (30,87 por ciento), Cúcuta (30,69 por ciento) y Tunja (30,38 por ciento).

En otras ciudades principales, como Medellín, Bogotá y Barranquilla, los incrementos fueron menores. Estuvieron entre 27,08 por ciento y 26,11 por ciento, respectivamente.

Esta tendencia viene desde meses pasados, donde las ciudades donde más se han encarecido los alimentos son Popayán e Ibagué. Para Ramírez, este fenómeno se explica porque las ciudades grandes tienen una mayor eficiencia de mercados. “Cuando una economía es fuerte hace que mucha gente busque llegar a ella. Eso genera más abastecimiento agregado, y se consigue la comida mucho más fácil, porque hay mayor equilibrio entre la oferta y la demanda. Eso hace que el alza de los precios no sea tan dramática”, dice.

En un contexto de escasez de alimentos, un mercado como el de Ibagué no es tan eficiente en esos términos. Una de sus hipótesis es que hay una relación entre el desabastecimiento en esas ciudades y el alza de los costos de los alimentos. “En los últimos meses, por el invierno prolongado, hubo escasez de alimentos, lo que hace que los productores prefieran llevar su carga disminuida directamente a las ciudades grandes. Eso reduce la oferta en las ciudades intermedias, lo que encarece precios en ellas”, dice.   

Soy la practicante de La Silla Académica. Estudio Literatura y Narrativas Digitales con una opción en Periodismo. Anteriormente trabajé en el departamento editorial de Perífrasis: Revista de Literatura, Teoría y Crítica.

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.