Hernán Santacruz.

Hernán Santacruz, de 75 años, y José Manuel Santacruz, su hijo, profesores de psiquiatría de la U. Javeriana, hablan sobre la vejez en tiempos de coronavirus.

 

Aunque todos estamos confinados en este momento, las medidas de encierro han sido especialmente drásticas para las personas mayores de 70 años -el Presidente Iván Duque ordenó su aislamiento preventivo por dos meses dado que son la población que más riesgo de muerte tiene por el coronavirus, algo que no ha sido bien recibido por muchos de ellos, según los mensajes que circulan en redes y los comentarios de personas cercanas, que se van multiplicando.

Una enfermedad con ese particular riesgo sobre los viejos, invita a reflexionar sobre el valor de su vida en una sociedad y nos enfrenta al dilema sobre cuidar de su salud física por un lado, y poder estar afectando su salud mental por el otro.

La Silla Académica entrevistó a Hernán Santacruz, psiquiatra y quien ha sido profesor del Departamento de Psiquiatría por 46 años -el profesor más antiguo que tiene la Universidad Javeriana- y a su hijo, José Manuel Santacruz, psicogeriatra y profesor del mismo departamento, quienes hablan sobre su experiencia personal con esta enfermedad y las medidas preventivas, y cuál puede ser el impacto que tengan en la población vieja del país a partir de su conocimiento profesional. Ambos también trabajan en el Hospital San Ignacio.

Hernán Santacruz es autor del artículo “Una vez más: psiquiatría y salud mental” , y José Manuel Santacruz de “Alteraciones del comportamiento de pacientes con diagnóstico de trastorno neurocognoscitivo en Bogotá (Colombia)” con base en los cuales hacemos esta entrevista.

La Silla Académica: Lo primero. ¿Estuvieron de acuerdo con los toques de queda o aislamientos obligatorios para mayores de 60 y 70 años, uno de ellos por dos meses como el que decretó el Presidente? Moisés Wasserman, por ejemplo, manifestó su descontento…

Hernán. Es una limitación importante. Tengo 75 años y medio y me he mantenido muy activo, pero así no sea fácil, por supuesto la voy a cumplir. Entiendo la racionalidad de la medida porque trata de proteger una franja de la población que es vulnerable, la de los viejitos o los “abuelitos”, como nos llaman ahora, palabra que me irrita inmediatamente porque yo soy abuelito de mis nietos y de nadie más. El uso, además del diminutivo en ambos adjetivos, insinúa dependencia y fragilidad.

José Manuel. Nos estamos enfrentando a una situación que no conocemos y que implica tomar decisiones sin antecedentes, por eso es difícil juzgar si los gobernantes están haciendo lo apropiado.

Son medidas que les caen muy duro a las personas viejas, sobre todo, porque ponen en evidencia su condición de vulnerabilidad, contra la cual luchan, y bajo ese esquema, es como si ahora por decreto se la impusieran.

‘Son medidas que les caen muy duro a las personas viejas, sobre todo, porque ponen en evidencia su condición de vulnerabilidad, es como si ahora por decreto se la impusieran’

José Manuel Santacruz

Encerrarlos les hace perder la movilidad, la autosuficiencia, la independencia, algo a lo que le tienen mucho miedo.

Pero es claro que el confinamiento previene el contagio. En el Reino Unido, donde habían optado por no evitar que la gente saliera, les tocó echarse para atrás. Todos -viejos, adultos, niños- podemos contagiar a otros, por eso algunos han cuestionado que ciertas medidas solo cobijen a los viejos.

Pero si los viejos se mueren más por esta enfermedad tiene sentido que haya medidas especiales para disminuir su riesgo de infectarse.

LSA: Hernán, usted dice que le irrita el término abuelitos que, por ejemplo, ha usado varias veces el Presidente Iván Duque. ¿Cómo debe llamárseles y por qué es importante?

Hernán. Es lo mismo que si a ti en una tienda te dicen: ‘mamita’, pero tu no eres mamá para nadie más que para tus hijos. O si a mi me dicen: ‘Gracias, padre’. Yo no soy papá sino de mis hijos. Es un apelativo restringido a lo familiar y a lo cercano y fuera de ese ámbito, me parece que no debe usarse.

A veces la gente también dice: ‘usted ya está grande’ lo cual es lingüísticamente incorrecto, porque uno puede ser grande siendo joven. Es la majadería de los eufemismos propios de nuestra cultura. Nos deben decir viejos. Ahora, tampoco me voy a quejar en redes por eso.

José Manuel. Al usar el eufemismo “abuelitos” lo que el Presidente y otras personas hacen es promover el estigma de que ser viejo es algo malo.

Aunque en familia puede ser una expresión de ternura, en estos mensajes, en cambio, empequeñece.

En nuestra cultura, la vejez está ligada a la enfermedad, a la pérdida de la movilidad: la gente piensa en los viejos y cree que se quedan quietos y que necesariamente pierden el estatus social y económico. La belleza y la vejez van, además, por caminos contrarios.

En los hospitales veo a veces médicos que les cuentan a los hijos: ‘don Tito tiene cáncer’, y en seguida les preguntan: ‘¿qué hacemos?’. Si “don Tito” tiene la capacidad de entender, es a él a quien hay que preguntarle qué quiere hacer. Los hijos no podemos tomar decisiones sobre nuestros papás.

En la calle y en los medios, de igual forma, constantemente, se refuerza la idea del antienvejecimiento: quítese las arrugas, detenga la vejez.

En países como España o Portugal, en cambio, en los que la expectativa de vida es mayor y la proporción de viejos es alta, esta visión ha ido cambiando, porque si nada catastrófico pasa antes, la gente va a llegar allá, así que por simple autocuidado hay que tener una percepción distinta de esa etapa.

LSA: Hernán. ¿A qué le atribuye que a sus 75 años todavía esté dando clase? Hay gente que ha optado por retirarse o gente que queriendo seguir trabajando, no ha podido…

Hernán. A algo de lo que no soy responsable y es que pertenezco a una familia longeva: conocí a mis abuelos y a una bisabuela. Mi madre escribió en un periódico hasta que tuvo 80 años y algunos de mis tíos montaron a caballo hasta sus 90 años.

Además, me gusta y todavía me siguen escuchando. La universidad me sigue asignando clases y seminarios, asumo que si lo siguen haciendo, es porque lo estoy haciendo bien. El día que deje de ser así, me darán una medallita más y me mandarán para la casa.

La longevidad es primordialmente el resultado de diversas disposiciones genéticas. No se es longevo por seguir ciertas pautas que se consideran saludables o por haber llevado una conducta “moralmente irreprochable”.

José Manuel. También tiene que ver con el contexto cultural en que nació y creció mi papá, en el cual el objetivo de la vida era en gran medida trabajar y eso los definía como persona. De hecho, empresarios o campesinos en Colombia son viejos que no han parado de trabajar.

En cambio, la respuesta casi global de los papás de hoy cuando les preguntan qué quieren para sus hijos, es que sean felices.

Hernán. Yo aprendí que tenía derecho a llamarme feliz si seguía siendo útil y productivo, significativo para otros, en cualquier tipo de actividad.

José Manuel. Esa también es otra diferencia. Para los viejos es muy importante cumplir una función social. Las generaciones contemporáneas basan más el éxito en logros individuales.

Pero, a diferencia de mi papá, que sigue trabajando porque quiere, la mayoría de viejos en Colombia trabaja por necesidad así lo revelan los estudios. Con lo que ganan también ayudan a su familia. Muchos trabajan en la informalidad o cuidan nietos para que otros puedan trabajar, sin que les reconozcan algo.

LSA: ¿Tuvo que parar de trabajar con el confinamiento?

Hernán. He estado dictando clases y seminarios, y dirigiendo grupos de apoyo, virtualmente. Se siente un poco extraño, pero ya llevo 10 días haciéndolo y cada vez lo hago mejor.

José Manuel. Mi papá se ha adaptado perfectamente al encerramiento. He participado en algunas reuniones virtuales en que él también ha estado y en cinco minutos ya está conectado a Zoom o a alguna otra plataforma. También está haciendo consulta virtual. Eso va en contra de la idea que los viejos no pueden aprender cosas nuevas.

Una persona vieja y enferma quizá va a tener dificultades. Como las puede tener también una persona joven y enferma.

LSA: Muchos viejos no pueden seguir trabajando o haciendo actividades en su casa. Según la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento -Sabe- de 2015, su mayor temor es a perder su autonomía y funcionalidad -incluso más que a un cáncer- ¿Esto explica la reticencia de algunos a encerrarse según comentarios en redes y de personas cercanas?

José Manuel. La mayoría de las personas viejas en Colombia nacieron y crecieron en el campo. Los que nacieron y crecieron en las ciudades seguro lo hicieron también en casas o apartamentos más grandes de las que habitan ahora, o pasaban mucho tiempo en los espacios comunes del barrio.

Y aunque dieron la vuelta de un país rural a uno urbano y tuvieron que adaptarse, las experiencias de la infancia dejan una huella profunda en el funcionamiento de la mente. Por eso puede ser más manejable para un joven estar encerrado que para un viejo.

Al mismo tiempo, los viejos en Colombia que nacieron hace 80, 70 años, se han echado al hombro la historia de violencia de este país en sus diferentes formas.

Han sufrido desplazamiento y maltrato y aunque esto no es deseable pueden tener una mayor capacidad para sobreponerse a una crisis como la que estamos viviendo.

Sin embargo, es importante tener presente que las libertades individuales en este caso tienen que ceder al bien común.

LSA: ¿Creen que además del coronavirus, la depresión por las medidas de aislamiento social pueden afectar prevalentemente a los viejos? según los resultados de la Sabe una de las causas de la depresión es el aislamiento social…

Hernán. Una secuela de la pandemia es este aislamiento forzoso que puede extenderse con mayores o menores restricciones los próximos seis meses y aplicar, especialmente, para los más viejos de la población, algo que puede terminar afectando el estado psicológico de la gente.

Trabajar y hacer ejercicio, por ejemplo, son antídotos contra la ansiedad.

Es frecuente que personas angustiadas experimenten tranquilidad el resto del día después de hacer una actividad física intensa.

En esa línea, si se trata de personas ansiosas es posible que con el encierro se vayan a poner mal, pero uno debe ser capaz de encontrar reemplazos para la actividad que ya no puede realizar.

Si yo no pudiera dictar más clases, leería y escribiría. Así no tenga público. Caminaría mil veces por el corredor de mi apartamento.

No hay que ponernos tan trágicos y en esto creo que el ejemplo de los presos y los astronautas puede ayudar. Más allá de las condiciones de hacinamiento de las cárceles colombianas, los que hacen ejercicio guardados en su celda, se deterioran mucho menos y están más sanos que los que no lo hacen. Lo mismo pasa con los que visitan las bibliotecas.

Los astronautas también pueden pasar cinco meses o más solos y no vuelven a la Tierra locos.

Si algo caracteriza a la especie humana es su adaptabilidad y aunque el envejecimiento implica una disminución de la misma, la tecnología puede ayudar a muchos viejos a seguir conectados con sus seres queridos, por ejemplo.

José Manuel. Usar el término “aislamiento social” es equivocado. Hay que promover el contacto social con aislamiento físico. Esto puede hacer más llevadero el confinamiento.

Usar el término “aislamiento social” es equivocado. Hay que promover el contacto social con aislamiento físico

José Manuel Santacruz

No podemos hablar, en todo caso, de las personas mayores como un todo. La capacidad de adaptarse va ligada a la historia de vida. Si hay algunas personas que han tenido limitaciones en su desarrollo personal, cuando les toca afrontar un cambio más grande, tienen mayores dificultades.

LSA: Usted hizo en estudio sobre los cambios de comportamiento en pacientes con Alzheimer ¿cómo puede afectar el coronavirus de manera especial a personas con esa condición y a quienes cuidan de ellas?

José Manuel. La demencia más frecuente (o trastorno neurocognoscitivo como lo llamamos ahora) es causada por la enfermedad de Alzheimer -cerca del 60 por ciento de los casos- y su principal síntoma es la pérdida de la memoria.

Si la persona no se acuerda de los hechos recientes, así le digan que hay un virus y que debe quedarse en la casa lo olvidará, y a los 15 minutos, a la hora, al día siguiente, insistirá en salir porque esa ha sido su rutina de toda la vida.

Cuando se lo prohiban, va a reaccionar seguramente como cualquier ser humano cuando percibe algo como injusto: de forma agresiva ‘yo salgo, porque salgo’, más si es una persona más joven la que se lo está exigiendo.

En este caso en que su vida está en riesgo, algo que posiblemente pueda ayudar, también a los cuidadores, es distraer a la persona enferma, cambiar de actividad o incluso responderle cada vez: ‘acabamos de llegar del parque’. Puede ponerse la falla de memoria a favor del manejo de la situación.

LSA: La mayoría de los comentarios sobre viejos que se rehúsan a acatar la medida de confinamiento parecen referirse a hombres. Al mismo tiempo, la depresión es mayor en las mujeres, por ejemplo. ¿Hay alguna correlación entre estos hechos?

José Manuel. En efecto, la depresión como el Alzheimer son más frecuentes en mujeres. Hay muchas teorías al respecto. Una de las explicaciones tiene que ver con la pérdida de la capacidad de producir hormonas, que las vuelve más vulnerables.

Una de las teorías que me parece que mejor explica el predominio del Alzheimer en las mujeres es la que sostiene que los hombres mayores tienen una mayor reserva cognitiva o protección de la memoria que las mujeres mayores porque han estado más expuestos al estudio, a la lectura, a la escritura, algo que afortunadamente ha venido cambiando con el mayor acceso de las mujeres a la educación y tenemos que esperar cuáles van a ser sus efectos en este campo.

En cuanto a la mayor disposición para acatar el encierro, me parece que puede tener que ver con lo mismo: las mujeres mayores en una sociedad machista estuvieron más acostumbradas a estar en el espacio de la casa; es frecuente que muchas se dedicaron al hogar y a cuidar a las personas a su cargo. Muchas mujeres que trabajaban antes, después de casarse dejaron de hacerlo. Esto es lo que veo en mis consultas. Por tanto les pueden resultar menos dramáticas las medidas y quizás por eso se quejan menos.

LSA: ¿Usted es un buen ejemplo de lo que es llegar a la vida adulta con salud mental? En uno de sus artículos sobre salud mental y psiquiatría usted habla de unos de los informes sobre salud en el mundo de la OMS en el que entre las 10 causas de años perdidos por discapacidad en la gente, ocho tienen que ver con padecimientos psicológicos…

Hernán. En principio diría que sí. En ciertas cosas he cambiado. Soy menos tolerante y, por ende me irrito más fácilmente. Fuera de eso, leo dos o tres horas cada día, literatura y textos de psiquiatría o campos afines. No veo televisión. Escucho noticieros y leo el periódico una vez a la semana, porque pienso que me los puedo ahorrar dado que repiten todo el tiempo.

LSA: ¿Cómo se refleja la salud mental de los colombianos en edades tempranas, en el estado de la salud mental de sus ancianos?

Hernán. Si uno tiene una buena salud mental a los 25 años la va a tener a los 75, salvo que algo extraordinario ocurra.

En la salud mental influyen cuatro factores, principalmente, que se desarrollan en los primeros años de vida.

Primero, la confianza básica, como la llamó Erik Erikson, un psicoanalista alemán, que la da una relación con la madre (o quien la sustituya adecuadamente) durante los primeros dos años de vida basada en el amor y el cuidado. Se refleja en niños limpios, gorditos y alegres.

Esa confianza se va fortaleciendo en la medida que uno supera obstáculos. El sistema educativo por grados, por ejemplo, tiene ese objetivo. En la vida de adulto se traduce en la seguridad en que uno va a poder resolver las situaciones corrientes que se le presentan.

El segundo factor es la habilidad comunicativa, que se adquiere en los primeros cinco años de vida y depende de que le hablen a uno y de la riqueza en el lenguaje con que lo hagan.

Es la capacidad de ponerle más de un nombre a cada cosa y eso solo ya garantiza que vas a poder entender el mundo en el que vives.

Luego, en la escolaridad, entre los seis y los 18 años, se supone que ampliamos enormemente nuestro vocabulario. Si no hay lenguaje, no hay pensamiento.

Las profesiones son en buena medida el aprendizaje de un lenguaje especializado: el de los médicos, los abogados, los ingenieros.

El tercer factor es la capacidad de obedecer y de mandar, de autosometerse y autoafirmarse, y eso se construye más que todo entre los seis y los 18 años. Se logra en la interacción con otros.

Para poder funcionar en un grupo social a veces uno tiene que autoafirmarse y esto solo es posible si los otros se autosometen.

Y, por último, está la capacidad de vincularse emocionalmente con otras personas o incluso con una institución, a pesar de que no seamos correspondidos. Es infantil pensar que porque uno da, tiene que recibir.

José Manuel. La salud mental se refleja en la capacidad de trabajar, de interactuar socialmente, de aportar a la comunidad, de desplegarse como ser humano y de afrontar el sufrimiento. Algo importante es que no hay salud mental buena sin una salud física buena.

Tener salud mental en todo caso no es no tener enfermedades mentales. De la salud mental a la enfermedad mental hay un trecho largo.

LSA: ¿En qué sentido?

José Manuel. Los trastornos o enfermedades mentales se pueden dar en cualquier momento de la vida, tienden a ser crónicos en el sentido que uno puede salir de la crisis pero tiene un factor de riesgo para que le vuelva a dar y se caracterizan porque impiden que una persona pueda desarrollar la mejor versión de sí misma. Generan discapacidad: le impiden a una persona hacer sus actividades diarias. Algunas de esas enfermedades son la depresión, el estrés postraumático o la esquizofrenia.

Pero, una persona puede no tener una enfermedad mental y tener problemas de salud mental, como ser abusivo, excluyente o sometedor de los demás, características que son producto de nuestra construcción como sociedad.

Yo tengo pacientes con esquizofrenia que son buenos ciudadanos y de hecho pueden ser víctimas de otros que los discriminan y maltratan.

Me quedo por eso con el enfermo mental y no con el que estando “cuerdo” supuestamente, excluye, abusa o somete a los demás.

LSA: ¿Cree que el coronavirus hace una diferencia en la proximidad que una persona mayor de 70 años siente con la muerte?

Hernán. No especialmente, después de que uno ha alcanzado cierta edad se supone que se va a morir en cualquier momento. Estadísticamente, es mucho más probable que uno se muera a que lo haga un nieto.

Las posibilidades de sufrir un infarto o tener cáncer aumentan con el paso de los años. Yo me gradué de médico hace 50 años, con 74 compañeros. De mi clase sobrevivimos menos de la mitad. Teníamos en general la misma edad y sabíamos lo mismo.

La muerte por coronavirus o sin coronavirus es un evento natural. Verla como un castigo es una consecuencia de la tradición judeocristiana. ¡Siquiera existe: qué tal que toda la gente que ha nacido alguna vez siguiera viva!

LSA: Usted ha estudiado mucho la relación entre desastres naturales, como el de Armero, y salud mental en países en desarrollo ¿algunas de esas reflexiones podrían extenderse al impacto que está teniendo y tendrá el coronavirus en ese campo?

Hernán. La avalancha de Armero, el desbordamiento del río Páez o el terremoto de Armenia, como los desastres naturales en general, tienen la característica de que son súbitos, desorganizan la vida cotidiana y tienen consecuencias que se extienden en el tiempo. El coronavirus es una especie de desastre natural que viene en cámara lenta.

El coronavirus es una especie de desastre natural que viene en cámara lenta

Hernán Santacruz

Verlo de esa manera es importante para cuidar la salud mental, porque ahora, como cuando la avalancha de Armero, muchas personas atribuyen lo que pasa a que un poder superior nos está castigando y ver la enfermedad como un castigo es algo medieval.

La humanidad ha sido diezmada por epidemias bacterianas y virales muchas veces, sin que hayan acabado con la especie.

Una de las diferencias, quizá, está en que dada la facilidad que hay para viajar hoy, el coronavirus pasó en cuestión de semanas a otros países, mientras que la gripa española, por ejemplo, se tardó en llegar a Colombia entre dos y tres años.

José Manuel. Siguiendo con la frase de mi papá, es probable que con el coronavirus veamos consecuencias propias de los desastres naturales, también en cámara lenta.

Crisis de este tipo y el aislamiento, concretamente, pueden provocar una descompensación en personas que ya tengan una enfermedad o pueden ser disparadoras de enfermedades a las que algunas personas están predispuestas. Dependerá mucho de la vulnerabilidad de cada quien, de los apoyos que tenga y de cómo nos vaya, de qué tan traumático sea.

Pueden aparecer depresiones, fobias, trastorno de estrés postraumático. Ahora bien, no hay que psicopatologizar el funcionamiento cotidiano.

Es normal que experimentemos tristeza, alegría, aburrimiento, ansiedad, y, posiblemente en mayor grado, lo hagan los viejos por el especial riesgo que tienen. Aunque también le pasa a los no viejos ante la pérdida de la tranquilidad, la muerte de familiares, la probabilidad de la muerte propia, tener que quedarse en la casa mirando para el techo, sin que esas emociones deriven en una enfermedad psiquiátrica.

LSA: ¿Por qué enfocó su estudio en adultos mayores?

José Manuel. En Colombia hay pocos geriatras, que son los médicos de la salud física de las personas mayores, pero hay menos psiquiatras especializados en personas mayores, tal vez, somos diez en todo el país.

En mi caso, hubo una influencia de mis papás. Mi mamá es psicóloga y también trabaja en envejecimiento.

Pero, aparte de eso, siempre me gustó y es la realidad de nuestra población. Más allá del coronavirus y las muertes que está causando, la población vieja en Colombia y en el mundo será cada vez mayor, y eso exige médicos capacitados para tratar personas viejas que requieren un abordaje distinto al de una persona joven.

La educación debe empezar a enfocarse en los viejos, cada vez serán más y los médicos tenemos que estar entrenados para atenderlos .

LSA: Según la encuesta Sabe de 2015, el 50 por ciento de los colombianos tienen una visión negativa de la vejez. ¿A partir de la experiencia con su papá pero también con sus pacientes cuál es su visión de la vejez?

José Manuel. Mi idea de vejez, es la de una vejez diversa, hay formas muy distintas de ser viejo.

Mi idea de vejez, es la de una vejez diversa, hay formas muy distintas de ser viejo

José Manuel Santacruz

Hay un riesgo mayor de estar enfermo, pero no todos son enfermos y la enfermedad no lo es todo en una persona.

Uno tiene que apuntarle dentro de esa diversidad a tener una vejez como la que uno quiere e irla construyendo durante la vida. Apuntarle a un envejecimiento saludable o exitoso.

Eso implica construirse como persona, cuidar de uno mismo, aplazar el placer inmediato por un placer mejor a largo plazo, que es propio del pensamiento adulto.

En España, donde la vejez está más asumida en la sociedad, los viejos tienen un rol muy importante: uno sale a caminar y siempre están en las plazas, consumen, hacen mover la economía.

Hay viejos sabios y otros que no lo son

Hernán Santacruz

LSA: Esta enfermedad que pone en riesgo principalmente la vida de los viejos ha puesto de presente el valor que tienen en una sociedad ¿cuál es?

Hernán. Los viejos en muchas culturas son respetados y sus opiniones son tenidas en cuenta. Se homologa la sabiduría con la vejez. Sin embargo, hay viejos sabios y otros que no lo son, la edad no te confiere sabiduría, te la confiere la capacidad de haber aprendido de las experiencias propias y de transmitirla a los más jóvenes.

Ningún ser vivo envejece como lo hacen los seres humanos, a pesar de la disminución de sus capacidades. Otros animales cuando se hacen viejos son víctimas rápidamente de los depredadores.

Los viejos sobreviven porque son un insumo para la supervivencia grupal, pero eso solo se da cuando el envejecimiento es sano. Cuando es patológico, por ejemplo, como el de quienes sufren enfermedades como el Alzheimer, su capacidad de aportar la experiencia acumulada, para la supervivencia del grupo, se pierde.

Como cuando el nieto le pregunta a uno por el coronavirus y uno solo puede responder: ‘es una vaina’, ‘es una joda’

Hernán Santacruz

Y se pierde también cuando un viejo no tiene habilidad para transmitirla: como cuando el nieto le pregunta a uno por el coronavirus y uno solo puede responder: ‘es una vaina’, ‘es una joda’.

Para citar:

Felizzola, Carlos, & Santacruz, Hernán. (2002). Una vez más: psiquiatría y salud mental. Revista Colombiana de Psiquiatría, 31(3), 191-192.

Chimbí-Arias C, et al. Alteraciones del comportamiento de pacientes con diagnóstico de trastorno neurocognoscitivo en Bogotá (Colombia). Rev Colomb Psiquiat. 2018. https://doi.org/10.1016/j.rcp.2018.10.007

Soy abogada con maestría en derecho, mi tesis fue sobre las causas del bajo apego que tenemos a las normas en Colombia desde la Colonia. Terminé en La Silla Vacía porque me apasiona el análisis político, después de trabajar muchos años en derecho privado y de trabajar casi uno en el Congreso....