Mañana termina el viaje por África de la vicepresidenta Francia Márquez, cuyo propósito era más simbólico que el tradicional de estrechar vínculos económicos entre países. Según lo explicó, buscaba formas simbólicas de reparación de la esclavitud.
Como todo lo relacionado con la vicepresidenta, su viaje y la polémica que provocó reabrió un debate sobre el racismo y los vínculos históricos de Colombia y África a través de la institución de la esclavitud.
La Silla Académica entrevistó a Katherine Bonil, profesora asistente del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad Javeriana, y coordinadora de la maestría en Estudios Afrocolombianos. Es autora de los artículos “Free people of African descent and jurisdictional politics in eighteenth-century New Granada: the Bogas of the Magdalena River” y de “Nuevas perspectivas sobre la historia afrodescendiente en Colombia”, que informan esta entrevista sobre la historia de la esclavitud en el país, y por qué importa el viaje de la vicepresidenta.
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La docente e internacionalista Sandra Borda dijo en un trino: “Francia Márquez debe ejercer un liderazgo que en vez de subir siempre la quijada, opte por enseñar”, refiriéndose al viaje a África de la vicepresidenta. Para muchos este comentario fue racista. ¿Está de acuerdo con esta lectura?
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La forma más patente de racismo es cuando se asocian a las características de los grupos humanos unos rasgos de comportamiento fijos, usualmente peyorativos. Por ejemplo, cuando en distintos momentos de la historia se ha asociado al ser negro una serie de vicios, como una propensión a la embriaguez, a no tener intereses intelectuales, etc. En esa medida tenemos una historia de racismo muy clara a lo largo de todos los periodos de nuestra historia colonial y republicana.
Pero hay otras formas más sutiles de racismo que son más cotidianas, y que no pasan por decir algo malo sobre la población negra, pero que sí se expresan en la manera en la cual se espera que las personas afrodescendientes hablen, se vistan o actúen. La profesora Borda cae en este tipo sutil de racismo.
¿Por qué razón? Porque como expresó en su columna la escritora Velia Vidal, los trinos de la profesora Borda le piden a la vicepresidenta que escriba una columna sobre qué gana Colombia con su acercamiento a África, lo que denota una lectura de lo que debe ser el liderazgo de los servidores públicos, que está asociada a cierto nivel educativo, discurso y expresiones delicadas y sumisas que se ajustan a lo que se considera culto. Precisamente lo que ha venido asociado con el paradigma de lo blanco.
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Otra crítica que se hizo del viaje a África de Francia Márquez fue la que hizo, por ejemplo, el representante uribista Hernán Cadavid. Dijo que sólo el combustible del viaje le había costado casi $1.700 millones al país. ¿Le parece que esas cuentas pedidas por la oposición son un caso más de racismo?
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A Francia Márquez, como a cualquier otro funcionario público, le pueden pedir cuentas por el uso que hace de recursos públicos, así que no tiene nada de malo que ella esté obligada a dar cuenta de cuánto cuesta el viaje y en qué se gasta. Pero el problema es que a la vicepresidenta también la están criticando según una expectativa sobre cómo se debe comportar, con la idea de que debe tener una corporalidad y una supuesta compostura para que su viaje parezca serio.
Por ejemplo, la senadora uribista María Fernanda Cabal criticó un video en el que se ve bailando a la vicepresidenta en medio de la gira por África. Cabal dice: “esto es vivir sabroso”, cuestionando, con un ideal racial y sexista, que bailar es algo que una funcionaria de su nivel no debe hacer en ese tipo de encuentros diplomáticos.
Además, es un reclamo que le hacen a ella porque es un viaje a África, porque cuándo se ve que se levante aspaviento por una comitiva diplomática que se dirige a Estados Unidos o a Europa. Lo que levanta ampolla es que el viaje es a lugares a los que muchas personas consideran sin importancia estratégica.
LSA:
Francia Márquez dijo que para este Gobierno era primordial este viaje a África, porque Colombia ha mirado mucho a Estados Unidos, a Europa y a Asia, pero no a ese continente. ¿Qué evaluación hace de lo logrado en el viaje y de su valor simbólico?
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Como historiadora de la esclavitud y de la diáspora africana me parece un viaje que es fascinante en términos simbólicos. Primero, porque para la población afrodescendiente ha sido muy importante la recuperación de esos lazos históricos y de comunes prácticas culturales que los unen a África como parte de su identidad, y que ahora se valide ese vínculo, pero en el nivel político, es algo que les da fuerza a todas estas iniciativas.
Segundo, porque es un símbolo muy grande, y es que el viaje de Francia Márquez invierte el viaje transatlántico que por más de tres siglos hicieron las personas esclavizadas desde África hasta las colonias. Es precisamente el revés de ese viaje, y señala que estamos en otro momento histórico en el que los lazos entre los dos continentes se pueden plantear basados no en la sumisión de los negros, sino en unas identidades afro que tienen un peso político y económico importante.
Esto no es una novedad en otros países. En Brasil, por ejemplo (que también ha tenido una extensa historia de esclavitud) las relaciones con África han sido mucho más frecuentes y también los intercambios culturales.
Pero en Colombia históricamente hemos tenido la limitante de mirar la diplomacia como algo que nos vincula especialmente al norte global y en función de grandes intereses económicos. Es refrescante ver que se puede reimaginar una diplomacia que parte desde las artes, el conocimiento y los temas ambientales.
LSA:
El vínculo histórico entre África y Colombia se dio, en gran parte, a través de la institución de la esclavitud. Usted es una historiadora de esa institución. ¿Cuáles son algunos de los rasgos característicos de la esclavitud en Colombia?
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Las ideas que generalmente se hacen las personas en Colombia sobre cómo fue la esclavitud en las colonias están muy permeadas por cómo ocurrió la esclavitud en Estados Unidos, gracias a la influencia del cine y de la literatura de ese país. Entonces, la gente imagina a las personas esclavizadas trabajando en plantaciones de algodón, separados de otras clases y congregados entre ellos.
Pero en las colonias hispanoamericanas la plantación no fue el motivo principal de la esclavización. En la Nueva Granada la gran mayoría de esclavizados venían a ocupar oficios en la minería del oro y de la plata. Por eso la región pacífica, por ejemplo, tuvo una presencia más voluminosa de esclavizados, porque allí se encontraba una gran cantidad de minas de estos minerales. Lo mismo ocurre con ciertas partes del Caribe, donde también llegaron a ocupar oficios en la ganadería y en el transporte marítimo y fluvial.
Otros muchos esclavizados llegaron también a las ciudades a trabajar en el servicio doméstico y como artesanos. Esto quiere decir que la población esclavizada ocupó una muy variada cantidad de oficios que, a su vez, les permitieron establecer relaciones sociales distintas a las de las plantaciones estadounidenses, mucho más segregadas.
Eso condujo a un tejido social rico y más diverso que indujo a un mayor mestizaje y a la aparición de distintas categorías sociales, como los zambos, que eran los hijos de una persona negra con una indígena, y que compartían el espacio social de las ciudades.
Otra característica importante de la esclavitud en la Nueva Granada es que durante el siglo XVI y XVII, la gran mayoría de esclavizados venía directamente de África. Estos se conocían como esclavos bozales, y hablaban y practicaban sus lenguas y cultos originarios. Pero esta población fue pasando paulatinamente por un proceso de criollización.
LSA:
¿Qué quiere decir esto?
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Que ya para el siglo XVIII, la gran mayoría de esclavizados habían nacido en este territorio y tenían una relación más grande con la tierra, así como una mayor pericia a la hora de relacionarse con las instituciones coloniales.
Un censo de población esclavizada del siglo XVIII muestra que las personas afro estaba entre el 5 o 15 por ciento del total de la población, aunque con grandes diferencias dependiendo de la zona. En las zonas del Caribe hay pueblos donde incluso hasta el 90% de la gente era libre de todos los colores, y en su gran mayoría era afrodescendiente.
Todo esto también afecta las formas de resistencia frente al orden colonial. Si en los primeros siglos se encontraba más comúnmente la formación de palenques, que eran los lugares poblados por cimarrones o esclavizados africanos fugados del régimen esclavista, luego hay una larguísima tradición de personas acudiendo a los estrados judiciales y haciendo reclamos a las instituciones aún cuando eran esclavizados, pues sí tenían algunos derechos aunque limitados. Por ejemplo, podían pedir un cambio de amo si eran maltratados o podían comprar su propia libertad.
Esta historia termina, aunque parcialmente, con el fin del régimen esclavista en 1851, que fue decretado por el presidente liberal José Hilario López, pero sin que se modificaran sustancialmente las condiciones de marginalidad social y económica de las personas negras, con lo que se acabó la esclavitud, pero no la exclusión.
LSA:
En uno de sus artículos habla del caso de los bogas, una población negra que trataba de defender su condición de movilidad en medio de la colonia. ¿Quiénes eran los bogas y por qué importan para contar una historia sobre las formas de resistencia afro a las instituciones coloniales?
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Los bogas eran individuos negros, sobre todo del Caribe, que estaban a cargo de la navegación entre las ciudades de la costa y el interior por la vía del río Magdalena. Incialmente fueron esclavizados, y ya para el siglo XVIII eran una población de personas negras y zambas que tenían condición, la mayor parte de ellos, de libertad.
Los bogas eran descritos en los relatos de viajeros europeos y criollos que recorrían el río como individuos salvajes, desnudos, borrachos y pendencieros. Investigadores como Humboldt contaban cómo gritaban groserías durante todo el viaje y emitían ruidos que no se sabían si eran humanos. Esta fue la imagen que se reprodujo desde la literatura del siglo XIX y, por ende, la imagen que les llegó a los historiadores.
Cuando empecé a indagar más en el archivo, empecé a encontrarlos en otras dinámicas. Los bogas resistían las duras condiciones del viaje poniendo sus condiciones, como demorando los viajes, dejando a los viajeros tirados, o haciendo el trayecto insufrible para algunos; burlándose de ellos. Pero lo que me ha interesado es ver cómo los bogas, por ciertas estructuras de cómo estaba organizado el Estado colonial, encontraron formas legales de adquirir privilegios y de establecerse como individuos importantes en la comunidad, ya que eran centrales en la circulación de personas y bienes.
Los bogas permiten ver las posibilidades que llegaron a tener los esclavizados, y luego sus descendientes libres, para llevar a cabo sus vidas. Estaban muy orgullosos de su labor, y eran conscientes de que si ellos detenían la navegación, el comercio y el funcionamiento político del Virreinato iba a parar. Algo similar a lo que hoy en día causa un paro de camioneros, pero a niveles mucho más grandes, ya que en ese momento la dependencia sobre el río Magdalena era absoluta.
Ellos eran conscientes de este papel. Así lo muestran los documentos que dejaron, por ejemplo, cuando presentaban quejas porque un oficial no los había tratado con el respeto debido o cuando pedían que los sacaran de la cárcel si los habían metido por algún problema, argumentando que ellos no obedecían a un alcalde, sino a un jefe particular.
LSA:
¿Cómo contrasta esta condición de las poblaciones negras, como la de los bogas, con la forma como estaban organizados los indígenas en la colonia?
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La población indígena tenía una identificación corporativa en ese pluralismo legal de la colonia, es decir, hacían parte de un mismo grupo: los indios eran una categoría jurídica. Esto les permitía obtener ciertos derechos. Por ejemplo, hacer peticiones o reclamos al rey, tener un gobernante indígena y mantener ciertas prácticas dentro de lo que se llamaba el pueblo de indios.
A las poblaciones negras no se les brindó esta identidad corporativa, no había una cosa tal como los africanos o los negros que tuviera un estatus jurídico. Entonces, a lo que se vieron abocados los esclavizados y sus descendientes fue a buscar identificaciones corporativas más pequeñas, por decirlo así, para poder pedir cosas fácilmente ante las autoridades.
Una forma eran las cofradías, unas instituciones católicas donde se reunían esclavizados alrededor de un santo o de una advocación de la Virgen, pero que podían movilizar ciertos recursos ante autoridades.
Los bogas explotaron ciertas identidades corporativas. Por ejemplo, algunos llegaron a ser empleados del rey, trabajaron para el correo y en los vapores, etc. Eso permitió que ciertos grupos específicos pudieran pedir derechos, una tradición que luego los fortaleció para hacer huelgas pidiendo mejoras en las condiciones de trabajo. Esa posibilidad de agruparse para pedir cosas fue generando una tradición de reclamos colectivos que llegan hasta el sindicalismo.
Pero en un arco histórico amplio, a la población afro le ha sido un poco más difícil luchar contra esa fragmentación que le fue impuesta durante durante la colonia, y ha sido más difícil lograr la unificación al momento de relacionarse con el Estado.
Por eso la figura de Francia Márquez es maravillosa, porque, de alguna u otra manera, recoge toda esa tradición de relación de las poblaciones negras con las instituciones de poder, y que la ponen a ella donde está hoy. Ella viene de esas prácticas de resistencia y de negociación con el Estado que vienen ocurriendo desde los primeros esclavizados en el siglo XVI y XVII.
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¿Desde cuándo se puede hablar de estudios históricos sobre esclavitud? ¿En qué periodo se enfocan?
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Las reflexiones sobre la esclavitud, lo afro y lo negro comienzan con fuerza en la primera mitad del siglo XX, con unos académicos negros muy importantes provenientes del Pacífico y del Caribe. Por darte un ejemplo, están los trabajos centrales de Manuel Zapata Olivella y de Delia Zapata Olivella, así como desde la literatura los de Rogelio Velázquez.
Todos están haciendo trabajos sobre los palenques y se preguntaban sobre el lugar del negro y de África en el folclor nacional. A mediados del siglo XX, cuando se empiezan a institucionalizar ciertas disciplinas como la historia, se abren departamentos de historia.
Ahí surgen los trabajos como el de Jaime Jaramillo, que hacía historia social, y fue de los primeros en contar cómo funcionaba la relación entre amos y esclavizados y por ende, la sociedad esclavista. De allí viene una gente formada que se pregunta por la institución de la esclavización desde una perspectiva económica, cómo funcionaba, alrededor de qué productos y cómo se manejaba la mano de obra.
Luego viene la historia social preguntándose por la vida cotidiana de las personas en las haciendas de los esclavizados. Desde entonces el tema de la resistencia ha estado presente en estos estudios. Se estudió mucho el tema de los palenques y el cimarrón, es decir, la huida de los esclavizados y su conformación de poblados en los montes.
Pero más recientemente ha aparecido un interés en el uso de la justicia por parte de los esclavizados y sus descendientes libres. Es en ese último campo en el que yo me he interesado, en cómo los esclavizados, como los bogas o como muchos otros, encontraban un margen de tener una movilidad en la sociedad.
Eso nos ha hecho más conscientes de que las poblaciones afro llevan años negociando con el Estado roles en la sociedad para ganar representación, y el viaje de Francia Márquez en África muestra el largo arco de ese proceso en el país.