La hazaña que ha pasado baja el radar pasa por funcionarias estrella y políticos que han adaptado a lo local medidas que vienen de los Gobiernos Uribe y Santos.
Colombia ha logrado una hazaña en los últimos 15 años, que ha pasado bajo el radar, pero que tiene un impacto sobre el futuro de miles de mujeres: cada vez son menos los embarazos en niñas y en adolescentes.
Es el resultado en gran parte del esfuerzo de funcionarios quijotescos, de una continuidad en la política pública entre los gobiernos de Uribe y de Santos, y de un cambio en la mirada de las políticas:
“Pasamos de un enfoque que concibe el embarazo en adolescentes como el producto de una relación sexual irresponsable a otro que no reduce la sexualidad a las relaciones sexuales y tiene en cuenta otros determinantes como la cultura”, dice Elvia Vargas.
Y es que “en pleno siglo XXI todavía hay mujeres que van donde el médico rural para que las oriente para planificar y el médico les pide el permiso del esposo. O mujeres que aún con el condón en la mesa de noche no se atreven a decirle a su pareja que lo use porque lo pueden tomar a mal”, cuenta Martha Carolina Ibarra.
Vargas e Ibarra son investigadoras del grupo de Familia y Sexualidad del Departamento de Psicología de la Universidad de Los Andes y coeditoras de libro “Embarazo temprano. Evidencias de la investigación en Colombia”, que sirvió de base para este reportaje.
Lo que pasó fue que después del pico que se dio en 2005, año en que el porcentaje de adolescentes entre 15 y 19 años que alguna vez estuvo embarazada fue de 22,1 por ciento (una de cada cinco mujeres), la tendencia a la baja ha sido constante: en 2010 se redujo al 21,1 por ciento y en 2015, fecha de la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud -Ends-, al 18,8 por ciento (una de cada seis mujeres).
Gráfica tomada de “Embarazo temprano. Evidencias de la investigación en Colombia”, editada por Manuela Galvis.
Esta gráfica de Carmen Elisa Flórez y Victoria Eugenia Soto, investigadora de Proesa de la Universidad Icesi, también coautoras del libro, retrata esa revolución silenciosa.
La Ends con base en la cual hicieron la gráfica tiene la ventaja que mide no solo los nacimientos en niñas o adolescentes con 19 años o menores, sino también las pérdidas o abortos que han tenido, por lo que captura las adolescentes que han estado embarazadas alguna vez.
Aunque la cifra actualizada solo se sabrá cuando salga la siguiente Ends que es la de 2020 -que ya deberían estarla aplicando pero no han comenzado-, el otro indicador que es el de la tasa de crecimiento de nacidos de madres con 19 años o menores, ha seguido bajando.
Esto ha sido así al menos en los 192 municipios que priorizó el Conpes 147 de 2012 que organizó la política nacional de prevención de embarazo en adolescentes y recogió todo lo que venía funcionando desde el segundo Gobierno Uribe, principalmente, siguiendo en el de Santos.
El embarazo en adolescentes en esos municipios ha bajado casi un 6 por ciento entre 2015 y 2018, según cálculos que hizo para este reportaje Darwin Cortés, coeditor del libro base de este reportaje y profesor de la Facultad de Economía del Rosario.
Cambiar las creencias que inciden en el embarazo en adolescentes a nivel local ha sido una tarea titánica, que ha requerido coordinación entre diferentes sectores empezando por salud y educación e intervención a muchos niveles: individual, familiar, escolar, comunitario y cultural. Dos municipios, La Ceja y Mosquera, de maneras muy distintas, muestran cómo lo lograron. La Silla estuvo en ambos lugares y estas son sus historias:
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Mosquera, Cundinamarca
Mosquera es un municipio que queda entre media hora y una hora de Bogotá. Tiene cerca de 150 mil habitantes, la mayoría de estrato 2, muchos de los cuales trabajan por turnos en las floras, como le llaman allá a los cultivos de flores.

Calle de Mosquera. Foto: Julián Mojica.
Mosquera tiene una particularidad, y es que es un municipio abierto a recibir gente de todo tipo que venga de afuera: a los venezolanos, por ejemplo, no les piden permiso especial de permanencia para aceptar a sus hijos en el colegio; y es normal ver también estudiantes afro que han llegado con sus familias desde el Pacífico o la región Caribe.
Aún con los retos que significa una población flotante para la continuidad de las políticas, Mosquera ha marcado un récord nacional en reducción de embarazos tempranos. De 228 adolescentes embarazadas en 2015 pasaron a 82 en 2019, incluyendo migrantes venezolanas.
Este logro ha sido el resultado del cambio demográfico, en parte, pero sobre todo del esfuerzo quijotesco de varios funcionarios públicos, varios de ellos alrededor de los colegios, y también de políticos que comprometieron los recursos y la voluntad política para sacarlo adelante.
Aunque los expertos coinciden en que no pueden ser triunfalistas y bajar las alarmas porque el embarazo en adolescentes se puede activar por muchas razones como la migración venezolana justamente, la violencia sexual, el recrudecimiento del conflicto o la parálisis de las políticas.
Las psicoorientadoras son cables a tierra de la política de sexualidad
Alrededor de la plaza grande y arborizada que tiene el pueblo, hay dos colegios públicos de ocho que tiene Mosquera: la Merced y el Juan Luis Londoño, con cerca de 3 mil y 2 mil estudiantes cada uno, y dos psicoorientadoras para todos ellos: Yira Osorio y Ángela Blanco.
Yira Osorio y Ángela Blanco Foto: Manuela Galvis.
Cada una llegó a Mosquera por caminos diferentes. Yira es llanera y Ángela bogotana, pero tienen varias cosas en común.
Son psicopedagogas de la Universidad Pedagógica -aunque estudiaron en épocas distintas- y desertaron de las primeras carreras que estudiaron. Yira alcanzó a hacer tres años de Derecho, y Ángela a estudiar enfermería. La vocación de ambas era otra.
Las dos son conocidas en el pueblo por sus programas: el que Yira ayudó a implementar se llama “Prisma” y el de Ángela, “Piénsalo”; ambos adaptan creativamente en lo local las políticas nacionales sobre educación sexual y reproductiva que impulsaron los Gobiernos de Uribe y Santos, que por lo menos en eso tuvieron una relativa continuidad.

Colegio La Merced, Mosquera. Foto: Julián Mojica.
El colegio La Merced fue hasta hace poco un convento y está situado justo al frente de la Iglesia de Mosquera, lo cual ha tenido un peso en los programas para reducir embarazos:
“Es difícil movilizar el pensamiento en un espacio donde se piensa que todas las mujeres deben ser como la Vírgen María, pero el rector me lo ha permitido. Con que lo dejen trabajar a uno, hacen mucho”, dice Yira.
Yira Osorio. Foto: Julián Mojica.
El apoyo de las directivas ha sido un factor clave para que se pueda implementar la política de educación sexual en los colegios.
El embarazo es solo un síntoma de muchos problemas que afrontan los niños y jóvenes. Por eso, Yira en 2016 creó, con un grupo de profesores -13 hasta el año pasado- “Prisma”, para abarcar las diferentes caras que tiene la prevención.
Realizan actividades conjuntas para prevenir la violencia sexual, el consumo de drogas y alcohol, promover el respeto por la identidad y construir el proyecto de vida.
Como el embarazo en adolescentes está íntimamente relacionado con las creencias, uno de los últimos productos que se inventó “Prisma”, se llama “En la primera nada pasa”.
Los profesores, disfrazados como sus estudiantes, grabaron con sus celulares un cortometraje hablando y comportándose igual que ellos, para mostrarles que desde siempre corren un riesgo en todo: no solo cuando empiezan su actividad sexual, cuando empiezan a consumir drogas o alcohol, también. Y luego lo presentaron a todos los de bachillerato.

Cortometraje: “En la primera nada pasa” por Grupo Prisma Colegio La Merced, Mosquera Cundinamarca. Editado por Julián Mojica.
Desde sexto hasta 11 vieron el video y no podían parar de reírse al verse ahí reflejados, cuenta Nelly Ramos, profesora de Idiomas y quien fue una de las protagonistas en el video: ella decide tener su primera relación sexual protegiéndose únicamente con “saltar” después de hacer el amor.
Aunque parezca mentira, los profesores habían investigado que los jóvenes creen que bajar escaleras corriendo después de tener relaciones sexuales o echarse limón, cerveza o ponerse un algodón con alcohol en la vagina, los protege.
Después del video, a Yira se le dispararon las consultas. Algunas parejas de novios la consultaron por aparte sobre la idea de empezar su vida sexual: “se dio el caso, por ejemplo, de una niña de 13 años que estaba saliendo con un joven de 16; a él me tocó decirle que en su caso tener relaciones era considerado un delito”.
El taller fue muy completo, dice Yira, porque también les hablaron de las tres causales en las que se puede interrumpir el embarazo. Con una foto de Jesús en el fondo de su oficina nos contó: “Yo soy una persona muy creyente, pero mis opiniones no se pueden interponer a mis deberes”.
Yira ha librado en su colegio una batalla, que siente que ha perdido antes, pero que ahora está ganando y es la de que no obliguen a las estudiantes que quedan embarazadas a tomarse la licencia de maternidad porque implica en muchos casos que pierdan el año:
“La licencia de maternidad es un triunfo de las mujeres, pero de las mujeres trabajadoras. Hay que proteger al bebé, pero no a costa del derecho a la educación de la mamá”. Yira propone que solo tengan que tomar la incapacidad médica y que luego puedan retomar las clases.
En todo caso, disminuir el embarazo en adolescentes no es el único objetivo que persiguen estas dos psicopedagogas al enseñar sobre sexualidad en Mosquera, ni el más importante.
“Piénsalo”, el programa de Ángela Blanco, en el colegio Juan Luis Londoño, está dividido por edades.
Ángela Blanco. Foto: Manuela Galvis.
En los primeros años el objetivo es ayudarles a conocer su cuerpo y a cuidarlo. Un elemento clave es llamar a las cosas por su nombre.
“Decirle a la vagina “flor” o ponerle cualquier otro nombre tierno, le dificulta a una niña reconocer que está siendo abusada”, dice Ángela. De igual forma, “el papá que le dice a su hija cuando va a salir con el novio “cuidadito” tampoco le ayuda a cuidarse: “¿cuidadito de qué? ¿de que me coja un carro?”.
Aunque el lenguaje es transversal a todas las edades, no todos los temas lo son.
Aún así, a Ángela le tocó empezar a darles a los estudiantes de séptimo, niños y niñas de doce años, talleres que solía dar en grados más altos.
“A mí me encantaría hablarles de nuevas masculinidades, por ejemplo”, dice Ángela, pero es una realidad que cada vez los niños y niñas empiezan su vida sexual más temprano.
Muchos de los estudiantes del colegio son desplazados, viven en casas muy pequeñas con muchos familiares: “Duermen en la misma cama con sus papás y les toca verlos teniendo sexo, o conviven con primos y les toca verlos teniendo sexo con sus novios o novias en el sofá de la sala. Son niños o niñas hipersexualizados”.
A lo que se suma que muchos de los papás están ausentes, porque trabajan por turnos en cultivos de flores, que coinciden con el tiempo libre de sus hijos:
“El año pasado tuvimos una estudiante de 19 años que tenía problemas cognitivos. Empecé a darme cuenta que faltaba al colegio y se quedaba en la casa de su novio”, cuenta Ángela. “Me imaginé que ya había iniciado su vida sexual y hablé con la mamá para que le ayudara a planificar, pero no fue receptiva”.
Para ayudarla a planificar, tenía que ir hasta Bogotá a la EPS para que le suministrara algún método porque la estudiante no podía ir hasta allá sola. A los dos meses quedó embarazada.
Angela reconoce que un programa tarda años para que los estudiantes lo interioricen y, difícilmente, un estudiante de primero de primaria se gradúa en el Juan Luis Londoño.
Las limitaciones, en todo caso, no están dadas solamente por las condiciones de los estudiantes, sino también de los mismos profesores, quienes poco a poco se han ido involucrando y abandonando la idea de que su obligación es dictar su asignatura únicamente.
Este año, Ángela logró, junto con los profes de ciencias sociales, que los talleres de Piénsalo sean parte de la malla curricular, así no lo sienten como trabajo extra. Y como los recursos son escasos, usa materiales audiovisuales de otras alcaldías como la de Bogotá o Medellín e incluso juegos desarrollados por otros municipios de Cundinamarca a partir de programas coordinados por la Gobernación.
Un entramado institucional da continuidad a las medidas
Porque Yira y Ángela hacen parte de un entramado institucional mayor.
Se reúnen cada mes con los otros psicorientadores de los colegios públicos del municipio, con la policía de Infancia y Adolescencia, con los comisarios de familia, los secretarios de salud y educación, el Icbf, los directores de los hospitales, como parte de la Red de Salud Mental del municipio, para comentar los casos problemáticos y coordinar soluciones.
No volvió a pasar, cuenta Yira, que un día llegaran por casualidad al colegio los de la secretaría de Educación, los de la secretaría de Salud, y la Policía a hacer un taller cada uno, sobre el mismo tema, y a conocerse apenas ahí.
Esa coordinación interinstitucional se dio también entre la Gobernación y la Alcaldía.
Mosquera hizo parte de una política a la que le apostó el departamento en su conjunto.
En 2016, Cundinamarca arrancó casi de último en el partidor de embarazos tempranos; sin embargo, entre 2015 y 2018, el porcentaje de niñas y adolescentes entre 10 y 19 años que habían sido madres o habían estado en embarazo alguna vez, cayó de 21,13 por ciento a 17,98 por ciento.
Poco más de tres puntos porcentuales no suena mucho, pero eso implicó pasar de 8211 casos a 6741 y de una adolescente con 19 años o menor en embarazo por cada cinco mujeres, a una por cada seis mujeres, según cifras de Mauricio Molina, quien lideró ese cambio como director de salud pública.
En 2016, Molina llegó a la administración del exgobernador de Cundinamarca, Jorge Emilio Rey Ángel, elegido por Cambio Radical, después de dirigir los Camad de Petro en Bogotá, unos centros médicos para atender a drogadictos.
Funcionarios que sepan y un ‘hagan lo que tengan que hacer’ es clave
La apuesta de Rey fueron los jóvenes, y en esa línea, apoyó a Molina en la reducción del embarazo en adolescentes que implica también informar sobre las tres causales en las que procede la interrupción voluntaria del embarazo: “hagan lo que tengan que hacer, pero sin hacer tanto ruido, que es un tema políticamente incorrecto” fue prácticamente su única condición.
“Hablar de embarazo adolescente, es hablar de jóvenes y de su proyecto de vida. Cuando tienen una visión esperanzadora, mágicamente se aleja la drogadicción, el embarazo, la violencia” dice Molina.
Uno de los pasos grandes que dio la Gobernación fue la contratación de Oriéntame, una entidad que presta asesoría en salud sexual y reproductiva, después de que Molina reconociera que nadie en su equipo, ni él mismo, estaba preparado para hablar de educación sexual con jóvenes: “siempre llegamos con reglas para la vida. Somos otra generación”.
La Secretaría de Educación y la Secretaría de Salud decidieron -de manera inusual- apostarle a reducir el embarazo, con estrategias conjuntas, sumando recursos y contratando a un mismo operador.
Decidieron con qué municipios trabajar con base en dos criterios, uno técnico y otro político. El técnico consistió en priorizar los municipios con un alto índice de embarazo en jóvenes, de acuerdo al Análisis de la Situación de Salud del departamento (Asis). Abarcaron no solo las zonas urbanas, sino también las rurales:
“El embarazo en jóvenes, explica Molina, es profundamente desigual: se da principalmente en el campo, en las regiones menos desarrolladas, en las niñas y adolescentes menos estudiadas y más pobres”.
El criterio político consistió en trabajar con los alcaldes que tuvieran la voluntad de apostarle a la reducción del embarazo en adolescentes.
Uno de los municipios aliados de la Gobernación fue Mosquera. Allá estaba Lida Pedraza, la también directora de salud pública, y otra de las artífices de esta transformación social que ha vivido Colombia.
“Es muy importante enviar el mismo mensaje. Si entre entidades, o entre el colegio y la casa, los mensajes son diferentes, los niños y adolescentes se confunden”, dice Lida.
Al embarazo en adolescentes hay que salirle al paso por muchos frentes
Ella es odontóloga, especializada en gerencia de salud y en todo este proceso fue como una especie de arquera. Trató de cubrir todos los frentes posibles, no solo para prevenir embarazos, sino para salvar la vida de las niñas y adolescentes embarazadas y la de sus bebés, que generalmente corren riesgo de morir cuando es a temprana edad.
Reconoce que eso fue posible porque Mosquera es un municipio de categoría uno al que le entran al año aproximadamente 620 millones de pesos del Sistema General de Participaciones y con esos recursos, más otros excedentes, el anterior alcalde, Raúl Emilio Casallas, dispuso un presupuesto anual cercano a los 2 mil millones de pesos para salud pública.
Casallas, como lo contó, La Silla estuvo suspendido casi dos años cuando arrancó la Alcaldía por haber falsificado su título de ingeniero, pero, según Lida, la apoyó en todas las actividades que planeó hacer. “Lo único que me exigía eran resultados”, dice.
Lida arrancó escuchando a los estudiantes: “Invitamos a los personeros estudiantiles al Concejo Municipal a decir cómo querían recibir educación sexual. La queja fue que siempre llegaban con unos talleres hartísimos”.
Entonces la Dirección de Salud Pública, decidió llevar a Kike, de Sábados Felices, a dar un taller en el colegio oficial Roberto Velandia, otro de los ocho colegios que tiene Mosquera, aparte de la Merced y el Juan Luis Londoño, donde están Yira Blanco y Ángela Blanco, respectivamente.
“Tras las risas, venían mensajes como ‘el mejor amante es el que no deja embarazada a su pareja’”, cuenta Lida. “O los hacíamos saltar con conciertos de rock y en una pausa les preguntábamos ¿ya comenzaste tu vida sexual?, ¿cómo estás planificando?”.
La idea, según Lida, es darles buenas razones para aplazar el inicio de las relaciones sexuales e información para que en caso que decidan no esperar, no tenga consecuencias definitivas como tener un hijo siendo niños o jóvenes: “la planificación familiar no se limita a un método, es la planificación de la vida”.
Ella y su equipo de la Dirección, se dieron cuenta que para los jóvenes tener que ir a un hospital o centro de salud para recibir información es un obstáculo: en muchos casos, les piden ir con su acudiente o, sencillamente, no quieren “boletearse” en un pueblo en el que todos se conocen.
Reconociendo esa realidad, se idearon los “Clase” -venían desde la administración anterior y el exalcalde Casallas los aumentó- son consultorios para que los estudiantes hagan consultas sobre temas variados, desde alimentación o depresión hasta sexualidad. A nivel nacional, se conocen como los Servicios Amigables en Salud y suelen estar en centros de salud, pero en Mosquera los ubicaron en los tres colegios con mayores casos de embarazo en adolescentes, entre ellos el Roberto Velandia, que tiene además nocturna.
Idealmente, hay psicólogos, nutricionistas, médicos para resolver sus inquietudes. Mosquera contó, por ejemplo, en 2018 con profesionales puestos por la Gobernación durante tres meses cada semestre para reforzar el personal en los municipios. Otras veces, hay por lo menos una auxiliar de enfermería que, en todo caso, es insuficiente en colegios que superan los 2 mil estudiantes.
Pero no siempre los jóvenes consultan a los expertos, así los tengan a la mano. Sus amigos son sus consejeros predilectos.
Así que, la Dirección de Salud Pública conformó grupos de estudiantes voluntarios que formaron en educación sexual para que mediante un efecto cascada hicieran que la información que circula entre ellos fue veraz y útil.
Pero la información es sólo parte de la ecuación. Un factor importante asociado a los embarazos es tener aspiraciones.
Convertirse en mamá antes de los 19 años no siempre es producto de un error o una violación. Hace parte del proyecto de vida de algunas adolescentes: es su forma de realizarse ante la falta de oportunidades, de irse del ambiente hostil de su casa, o de responder a una tradición cultural de algunas regiones que las ve como quedadas si no tienen hijos jóvenes (es el caso de la Costa Caribe y la Costa Pacífica, por ejemplo).
Mosquera, cuenta Lida, hizo por esa razón convenios con la Uniminuto, la Salle, la Monserrate, Teinco y el Colegio Mayor de Cundinamarca para que les dieran facilidades de pago a los estudiantes que quisieran estudiar una carrera.
“Para animarlos a aplicar les decíamos: aquí puede estar el próximo alcalde o alcaldesa de Mosquera, para que vean que no hay imposibles”, anota Lida.
A veces fallaba en la prevención. Igual, el trabajo continuaba.
A las parejas de estudiantes papás, trataba de moverlas a jornadas distintas para que continuaran estudiando y se turnaran el cuidado del hijo y no terminaran los abuelos relevándolos de la responsabilidad, que es un factor de riesgo para que vuelvan a quedar en embarazo.
Visibilizar los casos hace parte de la prevención
Lida se encargó también de visibilizar estos casos para que otros aprendieran a través del ejemplo.
Leidy Nataly Pineda con Dulce María e Irene Sofía. Foto: Julián Mojica.
En el colegio oficial Roberto Velandia hubo 11 casos de jóvenes embarazadas en 2019. Una de ellas fue Leidy Nataly Pineda, que tuvo a sus gemelas, Irene Sofía y Dulce María, cuando tenía 15 años.
Leidy Nataly se dio cuenta que estaba embarazada cuando tenía cinco meses y medio, porque jugando fútbol le dieron un balonazo y no pudo pararse.
“Después de la noticia, mi barriga creció”, dice Leidy, mientras empuja el coche doble que le donó la Alcaldía, por piedras, pasto y andenes muy altos que hay camino a su casa, como si fuera una forma más de convencerse de la fuerza que necesita para afrontar esta nueva realidad.
A los cinco días de tener a sus bebés, tuvo convulsiones y durante tres días no pudo ver. “Creí que me había quedado ciega”, dice. Le dio eclampsia.
Le ayudó mucho que el municipio tuviera toda una ruta de atención completa con nutricionistas, psicólogas y enfermeras desde la semana 10 del embarazo para evitar la muerte de madres y bebés que es común en estas condiciones.
Cuando se recuperó, Leidy volvió al colegio a terminar décimo y también a hacer parte de los programas para reducir el embarazo en adolescentes motivada por las directivas del colegio y también por Lida Pedraza.
En una misma charla con Kike, el de Sábados Felices, Leidy se paró en frente de todo el colegio a contarles su historia y a decirles que:
“tener hijos es más difícil de lo que parece, tanto cuando están adentro como cuando están afuera. Si lo que les impide cuidarse es el miedo a engordarse o a brotarse -como reconoce que le pasó a ella-, esto es un defecto mínimo, si a uno lo quieren de verdad lo quieren así, además, implica aplazar los planes”.
Planes que ella confía que todavía podrá hacer, aunque sabe que va a ser difícil.
La Ceja, Antioquia
La Ceja es uno de los municipios más religiosos del país; tanto, que le dicen el “Vaticanito”.
Ubicado en el oriente Antioqueño, tiene poco menos de 70 mil habitantes, la mayoría de estrato tres, muchos de los cuales trabajan, como en Mosquera, en cultivos de flores de exportación.
Parque de La Ceja. Foto tomada de Radio Nacional de Colombia.
Su religiosidad hace más difícil hablar abiertamente de salud sexual y reproductiva. Pese a esto, después de haber sido uno de los 192 municipios priorizados por el Conpes de 2012, por tener unas de las cifras más altas de embarazo en adolescentes, fue uno de los cinco municipios que más las redujo entre 2015 y 2018, al bajar en un 36.08 por ciento la tasa de crecimiento de nacidos de madres con 19 años o menores que es el indicador que se conoce, según cálculos que hizo para este reportaje Darwin Cortés, profesor de la Facultad de Economía del Rosario.
Uno de las problemáticas que priorizó el plan de salud de la anterior alcaldía de Elkín Ospina, fue justamente el embarazo en adolescentes que, junto con las violencias contra la mujer y el suicidio, eran problemáticos según el Análisis de la Situación de Salud del municipio -Asis-, que es un instrumento importante porque define prioridades de forma que lo que cada municipio haga no dependa de lo que se le ocurra, crea o haya escuchado el alcalde o secretario de salud de turno.
Hay que hacer alianzas con quienes les llegan a los jóvenes y a los papás
Para ello, la Secretaría de Salud creó los “Centros de Orientación Familiar” y dispuso que funcionaran en las parroquias, dada la incidencia que pueden tener en lo que los cejeños creen y deciden, aunque otros también funcionaron en parques y bibliotecas para que no todos tuvieran el sesgo religioso.
“Cuando uno va a pedir espacio a las parroquias nos dicen: ‘pero no vaya a hablar de planificación, y no vaya a hablar de interrupción del embarazo’”.
“Nosotros respetamos que en ese espacio no podamos hablar de ciertos temas, pero a las personas que nos consultan, después les damos la información, y los párrocos también respetan eso” cuenta Viviana Henao, una de las psicólogas que hace parte de los Centros.
La Parroquia “El Divino Niño”, donde está el padre Guillermo Aristizábal es una de las siete que tiene la Ceja y que ha abierto sus puertas al equipo del municipio que trabaja en orientación familiar.
Padre Guillermo Aristizábal. Foto: Jauder Cardona.
Él le atribuye parte de la reducción del embarazo al trabajo conjunto que ha hecho la comunidad religiosa: “Piense en cuántos laicos comprometidos hay en todas las parroquias. Somos más de 50 sacerdotes. Hay religiosas de todos los colores. Si no es a través de nosotros, la gente no asiste a algunos de los servicios que ofrece el municipio”.
Los religiosos trabajan de manera indirecta, según el Padre Guillermo: en las reuniones de jóvenes que hacen semanalmente a las que asisten cerca de 60 personas, en las que hacen con el grupo juvenil los viernes y también en las convivencias de los colegios:
“Nos hacemos muy amigos. Los muchachos sí hacen caso, uno cree que no. No les decimos que se van a condenar, sino que se respeten, que se quieran, que cuiden su cuerpo, que esperen a madurar”.
También hablan con los padres. En las cinco misas de cada domingo les dicen que el diezmo también aplica para el tiempo que tiene cada persona y que el 10 por ciento del día, o de la semana, lo deberían destinar a sentarse a comer con sus hijos, a preguntarles cómo están, a ir a un parque con ellos.
“Del municipio, además, nos mandan las rutas de salud. Si no somos capaces con x o y caso, se lo remitimos a la psicóloga o a la EPS”, dice el padre Guillermo.
En todo caso, para él es clara la aproximación que tiene la Iglesia a los temas de salud sexual y reproductiva:
“La Iglesia nunca ha trabajado sino en favor de la vida. Nunca vamos a aconsejar a nadie que aborte. Ni a una niña. Buscamos más bien medios para ayudarles. Hay muchas familias que quieren tener hijos y no pueden, por ejemplo”.
“A los futuros papás o mamás les digo: ya está, asúmanlo, no hay nada que hacer. La vida vale muchísimo. Y a los abuelos les digo que quizá el bebé que viene en camino puede ser su salvación”.
Cuenta que esto fue justo lo que le dijo una vez al papá de una joven que quedó en embarazo en Sonsón, hace 28 años, cuando además era un desprestigio para la familia. La joven se murió después en un accidente y el nieto se convirtió en una gran compañía para ellos. Hoy está terminando la universidad.
La idea con los Centros de Orientación Familiar móviles ha sido aprovechar espacios que la gente ya visita para darles información general y guiarlos a otros servicios más especializados como los Servicios Amigables en Salud que funcionan en el Hospital, que es otra de las grandes apuestas del municipio.
El hospital es un gran aliado para que los jóvenes se informen sin barreras
Aunque ya funcionaban en La Ceja, pues son una política nacional del Ministerio de Salud creada desde 2008 y que ha sido muy exitosa, Ricardo Ordóñez, los potenció.
Ricardo Ordóñez. Foto: Jauder Cardona.
Ricardo es enfermero de la Universidad de Antioquia y con 34 años, desde 2016, dirige el Hospital de La Ceja donde funcionan esos servicios.
Lideró que los empezaran a promocionar en redes sociales, que habilitaran una línea telefónica de atención y que empezaran a llevarlos a los barrios priorizados a través del equipo de salud en el hogar que coordinó hasta 2019 el ahora director de Salud Pública de La Ceja, Luis Alejandro Agudelo, apoyados en las Juntas de Acción Comunal.
“En la Ceja hay unas barreras sociales dadas por el moralismo: si eres menor de edad y no has terminado el colegio, no debes haber iniciado tu vida sexual. Y por lo religioso: no se pueden tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Eso hace que los jóvenes no puedan hablar de estos temas ni con su familia ni en secreto de confesión” dice Luis Alejandro.
En algunos colegios los rectores han temido, por ejemplo, abrir el espacio a la educación sexual porque se sienten inexpertos y temen una posible demanda de los papás. El rector del Colegio La Paz, Jorge Mario Henao, que es mixto y tiene 1500 estudiantes no está ejecutando ninguna política porque dice que no siente que ni él ni quienes trabajan en el colegio están capacitados para formar en educación sexual y que pueden enviar un mensaje equivocado. Por lo mismo evita meterse en problemas con los papás.
Pero lo que el equipo de salud en el hogar encontró en los talleres cuando los jóvenes se abrían y contaban lo que estaban viviendo:
“Es que entre ellos sí se decían todo, tenían creencias erradas como usar soda con aspirina en la vagina al terminar la relación sexual para evitar un embarazo y algunos habían tenido prácticas sexuales incluso grupales, pero no sabían cómo ir a una droguería a comprar un preservativo, ni a la EPS para acceder a métodos anticonceptivos” cuenta Luis Alejandro.
O, había niñas asustadas con retrasos, sin saber cómo planificar y los papás creyendo que no pasa nada y que si sus hijos ya hubieran iniciado su vida sexual les contarían.
Por eso los Servicios Amigables de Salud tienen sobre todo el objetivo de darle confianza a los jóvenes para que puedan pedir ayuda. Atienden a personas entre los 10 y los 29 años, sin copagos ni autorizaciones. A la joven que va porque la pastilla para planificar le está dando barros. Pero también al joven al que le están haciendo bullying porque sus papás se separaron o al que quiere aumentar su masa muscular haciendo ejercicio. Tienen enfermera, psicóloga y nutricionista.
El principal motivo de consulta es planificación familiar, aunque año tras año ha disminuido, de 1644 consultas en 2016 pasaron a 1089 en 2019, algo que según Ricardo, el gerente del hospital, tiene que ver, principalmente, con que dado que los Servicios Amigables han sido exitosos ahí, la Secretaría de Salud promovió que en los otros centros de salud donde atienden personas afiliadas a Sura y a Coomeva, también los implementaran.
Ricardo también lideró otra estrategia que hicieron en la Ceja para mejorar la salud mental de sus habitantes en general y que cree que impactó la reducción del embarazo en adolescentes, llamada “Sueños para vivir mejor”. En varias jornadas pusieron a dibujar desde niños a viejos algo con lo cual soñaban. Recaudaron más de 5000 sueños. Varios de ellos están en un álbum que cualquiera puede consultar.
Álbum Sueños para Vivir Mejor.
“Fuimos a todos los colegios de La Ceja. Poder imaginarse otros proyectos de vida diferentes a tener hijos a una edad temprana o incluso diferentes a iniciar la vida sexual, puede evitar el embarazo no deseado”, anota Ricardo.
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