Mauricio Jaramillo, de la Universidad del Rosario, y Germán Prieto, de la Universidad Javeriana.

El domingo pasado hubo primera vuelta de elecciones presidenciales en Chile. 

¿Los ganadores? José Antonio Kast, un candidato que está más a la derecha de Sebastián Piñera —el presidente actual—. Ha dicho que si Pinochet estuviera vivo votaría por él. Sacó el 27,91% de los votos. Y Gabriel Boric,  un exlíder estudiantil de izquierda de 35 años que sería el presidente más joven de la historia de Chile. Sacó el 25,82% de los votos. 

Ninguna de las coaliciones de los partidos tradicionales llegó a segunda vuelta.

Entre las similitudes que tenemos entre Colombia y Chile están los estallidos sociales que desde 2019 se han vivido allá y acá. Unas clases políticas tradicionales, unas instituciones fuertes, y unas heridas, allá las de la dictadura. Acá las del conflicto armado. 

Para entender qué tanto podemos extrapolar las experiencias y proyectar lo que puede ocurrir en las presidenciales de 2022, la Silla Académica entrevistó a Mauricio Jaramillo, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y a Germán Camilo Prieto de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.

L.S.A:

La Silla Académica

G.P:

Germán Prieto

M.J:

Mauricio Jaramillo

L.S.A:

¿Cómo entender que los chilenos votaron mayoritariamente por integrantes de izquierdas en la Asamblea Nacional Constituyente, pero la primera vuelta de las presidenciales las ganó un candidato de extrema derecha?

G.P:

Para los chilenos la Constitución es muy prometedora, casi que revolucionaria -y no en el sentido de la revolución socialista- sino como una herramienta para atender muchos problemas que no han sido tratados como se debe históricamente. 

Por eso las protestas que llevaron a ese proceso constituyente los hacen sentir más comprometidos con decidir quiénes harán esa nueva constitución. Las elecciones presidenciales, en cambio, están movidas mucho más por el gusto personal hacia un candidato.

Una abstención mayor al 50 por ciento el domingo pasado, lo que deja ver es que la mayoría del electorado chileno se siente poco identificado con los personajes que están en la contienda y eso podría explicar esa diferencia en las votaciones. 

M.J:

Las manifestaciones son difíciles de canalizar en términos presidenciales. Y esto es válido también para las movilizaciones que ha habido en Colombia desde 2019. Porque lo que se expresa con ellas es un deseo de refundación, es decir, de resetear el sistema y empezar de cero. 

En Chile el centro y la izquierda tiene más del 50% de la Asamblea Nacional Constituyente. Pero en una elección presidencial la lógica es otra. En el caso chileno; implicaba un grado de complejidad mayor:  tener que escoger entre tres o cuatro candidatos más o menos de izquierda, uno que habla de Pinochet (Kast), otro que nadie sabe cómo definir (Parisi)

L.S.A:

¿Qué tan cierta es la afirmación de que la segunda vuelta presidencial en Chile va a ser histórica porque por primera vez desde el retorno de la democracia en 1990 los partidos tradicionales no se disputarán la presidencia, sino que lo harán “los extremos”?

M.J:

Los medios de comunicación han sido injustos porque han vendido la idea de que Chile tendrá que escoger entre dos extremos y no es así. En realidad José Antonio Kast sí representa una derecha radical pues él mismo ha dicho que admira a Bolsonaro y Trump, y que lo de Pinochet no fue una dictadura. Pero Gabriel Boric –el segundo en las votaciones— no está totalmente en el otro extremo. 

Se cree que Boric es radical porque cuenta con el apoyo del Partido Comunista, que es relativamente pequeño. El apoyo fuerte es de Apruebo Dignidad y del Frente Amplio. 

Boric incluso ha recibido críticas de los sectores de la izquierda radical con el tema de la migración venezolana, por ejemplo, en el que ha sido bastante conservador. También ha dicho que Nicolás Maduro es un dictador y que las elecciones en Nicaragua son inaceptables. Y apoya la economía de mercado.

Chile tiene dos fuerzas muy fuertes: la extrema derecha que está reaccionando a las manifestaciones, que ve con temor esta ola de gente indignada que se le viene encima a un sistema que la derecha consideró exitoso durante décadas. Y un centro variopinto que tiene como enorme desventaja la fragmentación y el hecho de que se le asocia con el establecimiento. El abstencionismo entonces le pega mucho más duro. Chile en los últimos 30 años ha tenido en su gran mayoría gobiernos de centro izquierda excepto por los dos períodos de Piñera.
 

L.S.A:

¿Los medios y candidatos como Sergio Fajardo o Alejandro Gaviria que ubican a Petro en un extremo también pueden estar siendo injustos?. Se los pregunto porque comparativamente con los estándares internacionales algunos dicen que la izquierda en Colombia es moderada…

M.J:

Por razón del conflicto armado en Colombia estamos muy lejos de ver en un Partido Comunista un partido que tiene valores compatibles con la democracia liberal. Entonces Gustavo Petro todos los días tiene que salir a decir: “yo soy católico”, “yo no soy comunista”, “creo en Dios”. “Rezo el Rosario”. 

Petro no se ha reivindicado nunca de izquierda radical. Nunca ha hablado de estatizar, de tocar la economía de mercado o de Cuba como un modelo.

L.S.A:

En su libro “Una Vida, Muchas Vidas”, por ejemplo, él habla de acabar el capitalismo…

M.J:

Mucha gente no es comunista y quiere acabar con el capitalismo. Los ambientalistas son un ejemplo.

G.P:

Estoy seguro que Petro no ha dicho ni dirá nunca que hay que acabar con la propiedad privada. Creo que él habla de acabar con ese consumismo descontrolado que nos está llevando a un deterioro ambiental crónico.

L.S.A:

En Chile, una de las narrativas más difundidas por José Antonio Kast y los sectores de derecha es que “el Comunismo va a volver” ¿Cómo creen que jugó el miedo en las elecciones de Chile y cómo creen que puede jugar aquí? 

M.J:

El miedo ha sido muy importante en América Latina en los últimos años, sobre todo desde que Venezuela cayó en desgracia. Aunque es una estrategia con efectos asimétricos. 

En Ecuador rindió sus frutos para que Andrés Arauz perdiera, pero en Perú no le alcanzó y ganó Pedro Castillo. 

En Chile sí creo que tiene un efecto enorme. Pinochet se mantuvo desde el 73 hasta finales de los 80 repitiendo que gracias a él el país no se había convertido en una segunda Cuba.

G.P:

El comunismo también está presente en las sociedades europeas. Es el fantasma con el que la Liga Italiana o Vox en España han hecho política. En los países nórdicos o en Suiza ya no se habla de comunismo porque prácticamente viven en él, en el sentido que son el paradigma de la social democracia por el grado de bienestar que han logrado ofrecerle a la gente en términos de salud, educación y hasta cierto punto vivienda. Por eso no se estigmatiza tanto a la izquierda. Aunque son economías de mercado, con propiedad privada, pluralidad de partidos y se financian con impuestos muy altos.  

Mientras haya modernidad el comunismo va a hacer parte de la arena política. Será un caballo de batalla de la derecha para generar miedo, así como también el fascismo, el nazismo —la idea de una selección natural— son caballos de batalla de la izquierda para atacar a la derecha.

L.S.A:

En Chile, como en Perú, hay una crisis profunda de los partidos políticos y de la institucionalidad. Aquí hemos visto a muchos candidatos recogiendo firmas y tratando de mostrarse independientes y al mismo tiempo aliándose después con partidos aunque un 67% de la población no se identifique con ninguno. ¿Estamos en una situación parecida?

G.P:

Yo no veo con claridad el concepto de crisis de los partidos. Cuando se vivió el Frente Nacional solo existían dos, el Liberal y el Conservador. ¿Ahí no había crisis? yo creo que sí. 
 
Lo que ocurre con los partidos en Gran Bretaña o en Estados Unidos no es tan sano para una democracia. Allá se quejan porque no existen terceros y les toca escoger cuál es el menos peor al momento de votar. En Colombia, desde la Constitución del 91 han podido surgir fuerzas alternativas.
 
Es cierto que la volatilidad de los partidos en cada elección es notable y que eso dificulta que el electorado se identifique con alguno, pero por lo menos se ha dado lugar para que alternativas políticas lleguen a las gobernaciones o alcaldías, como ocurrió en Bogotá, Medellín y Cali. 

M.J:

Creo que sí hay crisis. Se puede ver en Chile, Perú, Brasil y Colombia. Lo que llamamos crisis de los partidos básicamente es una fragmentación asociada a la ingobernabilidad y a la degradación de la democracia. 

En el Congreso de Brasil, por ejemplo, hay entre quince y veinte partidos. La gobernabilidad es tremendamente frágil y por lo tanto la coalición de gobierno se rompe, como pasó con Dilma y Eduardo Cunha. Lo mismo le pasó a Fernando Lugo en Paraguay. 

La crisis de los partidos ha golpeado mucho más a la derecha en el sentido que se ha vuelto tecnócrata y ha negado la ideología. Eso le cuesta en términos de identificación. Pero la izquierda, en cambio, se ha abierto para incluir los derechos de la población LGTBI, derechos sexuales y reproductivos, temas medioambientales y demás.

Tenemos además unas coaliciones pegadas con babas. 

L.S.A:

El tercer candidato que “ganó” en Chile fue Parisi con 12,8%. Hizo campaña desde EE.UU. sin un programa definido. Y pareciera haber recogido el voto del electorado antisistema. ¿Una especie de outsider como Rodolfo Hernández podría tener un gran chance de meterse en la contienda electoral?

M.J:

No. En Chile el establecimiento hoy es de centro y socialdemócrata. Hay que recordar que desde los 90 -con Frei, Lagos, Bachelet y demás- gobernó lo que la derecha y algunos sectores de centro consideran la izquierda. Hablar de antiestablecimiento en Chile es hablar en contra de la socialdemocracia, por lo tanto el discurso antiestablecimiento de Parisi afecta más a la izquierda de Gabril Boric. 

En cambio en Colombia el establecimiento -aunque hayan existido gobiernos liberales- ha sido mayoritariamente conservador. Es un antiestablecimiento raro, de extrema derecha como el de Álvaro Uribe por ejemplo. Él derrotó al bipartidismo —aunque venía de cuna liberal con un discurso más cercano al Partido Conservador— con un discurso de outsider porque criticaba  a todos los gobiernos que habían negociado con la guerrilla, pese a venir de adentro. 

 Es el mismo caso de Rodolfo Hernández, aunque no le alcanza la carrera política como a Uribe para considerarse un político tradicional. En ese sentido sí es independiente. Pero su antiestablecimiento es en realidad estéril porque es cercano a él. Hay otros más legítimos, como el de los líderes sociales tipo Francia Márquez. Es la primera vez que tenemos una líder social como precandidata presidencial.

G.P:

Los votos por Parisi en Chile fueron votos protesta. Significa que hay muchas personas que no ven candidatos interesantes dentro del establecimiento. Los votantes de Parisi dijeron “voto por el que es contrario a todo lo que hay”. 

No me parece que el discurso de Rodolfo Hernández vaya por esa línea. Él dice más que dado que siendo alcalde de Bucaramanga hizo tantas cosas, lo puede replicar en el país. Y se vende como un tipo bravo, frentero que “incluso le puede pegar a las personas cuando no están de acuerdo conmigo”. Pero no me parece que sea como tal antiestablecimiento.

L.S.A:

A partir de lo que pasó en Chile, ¿en Colombia también vamos a decidir entre izquierda y derecha en las elecciones presidenciales?

G.P:

Si el llamado “centro” logra llegar a primera vuelta con un solo candidato, estoy convencido de que ese candidato pasará a segunda vuelta derrotando a Gustavo Petro y a Óscar Iván Zuluaga. 

El gran reto es llegar con esa unidad, pero al mismo tiempo creo que el centro no la va a lograr. Seguro llegarán con varios candidatos y por lo tanto se corre el riesgo de que se repartan los votos y terminemos votando por Zuluaga o por Petro en segunda vuelta.

Y digo riesgo porque en términos de gobernabilidad sería más difícil que los extremos lograrán sacar adelante sus propuestas pues conseguirán menos alianzas y menos unidad en las distintas instituciones del Estado.

M.J:

Yo discrepo con Germán. Se impondrá el centro por dos cosas: 

La primera es que la paz se volvió un tema electoral. La izquierda lo convirtió en una bandera y la derecha lo está usando como un caballo de batalla. Dentro de lo negativo que eso significa tiene algo positivo y es que está generando una fractura muy grande en la derecha que puede afectar para las elecciones. 

Hay un sector de la derecha que sí quiere asumir los compromisos y otro que no. Por ejemplo, que Iván Duque se haya reunido con Antonio Guterres hablando del compromiso de Colombia con el Acuerdo mientras Álvaro Uribe mandaba una carta dura revela la fractura de la mala relación de la derecha colombiana. E incluso entre los perdedores de la consulta del Centro Democrático. 

El centro se impondrá porque tiene por primera vez en la historia un progresismo más o menos organizado. Las personas están juzgando de manera prematura las apuestas que están haciendo, pero eso es normal. Este no es el momento donde las candidaturas se unen porque apenas se están midiendo para ser cada uno cabeza. 

Yo estoy casi seguro que va a haber una unión. Por primera vez en la historia el progresismo tiene la posibilidad de ganar unas elecciones. En esa correlación de fuerzas entre la izquierda y el centro yo creo que terminará ganando el centro y de ahí saldrá el presidente.

G.P:

La política históricamente se ha hecho en oposición a alguien. Cada uno señala al otro o a los otros como extremos y lo utiliza para decir que él es el bueno. Es normal que los medios y los políticos pongan la discusión en esos términos. Pero la gente tiene que tomarse la molestia de mirar distintas fuentes y sobre todo, mirar qué es lo que han dicho realmente los candidatos.

Soy abogada con maestría en derecho, mi tesis fue sobre las causas del bajo apego que tenemos a las normas en Colombia desde la Colonia. Terminé en La Silla Vacía porque me apasiona el análisis político, después de trabajar muchos años en derecho privado y de trabajar casi uno en el Congreso....