Profesor Andrés Dávila Ladrón de Guevara, de Verdad Abierta

El presidente Gustavo Petro prometió que llegaría a la presidencia a “cambiar el régimen corrupto del país”, luego de una carrera como senador en la que se hizo un nombre denunciando la parapolítica y señalando a un problema estructural de “mafias” en la política.

Pero en las últimas semanas varios escándalos han generado sombras sobre la financiación de su campaña y el abuso de poder de funcionarios de Presidencia, como su exjefe de gabinete, Laura Sarabia. Aún más, en 10 meses de presidencia, el tema de la corrupción ha ocupado un lugar marginal, en un gobierno que ha usado tácticas para avanzar su gobernabilidad, tranzando con políticos tradicionales.

Para hablar sobre cómo queda parado el discurso del gobierno frente a la corrupción y el clientelismo, la Silla Académica entrevistó al profesor Andrés Dávila Ladrón de Guevara, profesor de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Es el autor, junto a Francisco Leal Buitrago, de Clientelismo. El sistema político y su expresión regional, uno de los textos referentes en la ciencia política colombiana sobre este tema. 

LSA: es La Silla Académica

ADG: es Andrés Dávila Ladrón de Guevara

LSA: Petro llegó a la presidencia prometiendo que cambiaría el “régimen corrupto” del país. ¿Qué tanto ha avanzado en esa promesa y cómo queda luego de los escándalos que lo han golpeado en las últimas semanas?

ADG:En Colombia, el único presidente que admitía sin temores que hacía clientelismo era el expresidente Ernesto Samper. De resto, todos los presidentes llegan con ese prurito y esa idea de que van a cambiar con la corrupción y politiquería, que es una promesa que suena muy bien para los votantes, pero que, en la práctica, es difícil de sostener si un político quiere ser exitoso o tener gobernabilidad.

Los antecedentes muestran esto claramente. El expresidente Iván Duque pasó un año sin gobernabilidad con la idea de que no daba “mermelada”. Al poco tiempo le tocó cambiar el ritmo y empezar a entregar puestos y ministerios. El expresidente Juan Manuel Santos llegó con los apoyos de cuestionados regionales como Musa Besaile o el “ñoño” Elías.Es muy temprano para hacer el balance sobre si Petro ha tomado acciones contundentes contra la corrupción y si es, en suma, un gobierno que no ha sido corrupto. De entrada, Petro tiene un precedente de no ser un político con acusaciones de corrupción. Después de su alcaldía no ha tenido grandes acusaciones y ha salido avante en las investigaciones que le han hecho. Lo que está saliendo ahora del escándalo de Sarabia y Benedetti es algo que se ve grave, pero tocará ver lo que termina descubriendo la Fiscalía y cómo le puede pegar esto a largo plazo. Por ahora las denuncias contra el gobierno vienen del periodismo, pero hay un paso grande entre las entrevistas de Semana y la investigación judicial que debe seguir. 

LSA:

¿Qué lectura hace del escándalo de Benedetti y Sarabia? ¿Qué cree que fue lo que pasó en esos casos?

ADG:

Mi primera reacción es que si uno pone a una persona de 28 años que acaba de llegar al gobierno y le da tanto el poder, es muy difícil que este no se le suba a la cabeza.

Creo que lo que pasa ahí es que a Sarabia le robaron una plata y, desde esa posición de poder, mueve unos hilos pensando que, por su cercanía con el presidente, puede investigar por su cuenta sin mayor problema, y que nada va a pasar.

Luego aparecen las declaraciones de Benedetti. Ahí falta, como digo, investigación para rastrear el origen de la plata y la muerte del coronel Dávila, pero uno sí puede imaginar que Benedetti tuvo nexos no santos manejando la campaña. Esos posibles hechos de corrupción, por supuesto, le pegan al gobierno de Petro, pero yo separaría esos hechos de la figura del presidente. Si uno vuelve sobre el historial de Petro, él dejó una Bogotá fortalecida fiscal y presupuestalmente. No se compara en nada con el legado de un Samuel Moreno, al que denunció tenazmente.

Por lo pronto, digamos que me parece que en medio de tanta dificultad, Petro sigue con una actitud abierta a que la justicia investigue, a poner la cara y a tratar de aclarar cosas, pero no la tiene fácil y todo esto le pega a su credibilidad. Una actitud muy diferente, por ejemplo, a la de Duque frente a las decisiones de las cortes, que cada vez que salía una decisión contra Uribe o a favor de la JEP, reaccionaba vulgarmente.

Pero el gobierno sí ha dado papaya. Primero con el escándalo del hijo de Petro y la financiación de su campaña a la Asamblea y ahora con lo de Laura Sarabia y Benedetti, esos son papayazos muy grandes que comprometen su bandera contra la corrupción. 

LSA:

Usted tiene un influyente trabajo sobre el clientelismo. ¿Cómo define este concepto? 

ADG:

El clientelismo, como lo decimos en el libro, es una relación de intercambio interpersonal. Es una relación asimétrica, es decir, una de las partes tiene poder, prestigio y recursos, y otra tiene necesidades. Es una relación que se cocina alrededor de la lealtad, y que devuelve e intercambia favores.

En la política colombiana, las relaciones clientelares están en la base de cómo ha funcionado y sigue funcionado la política, especialmente en las regiones. Esto no es ni bueno ni malo. Mi interés no es juzgar moralmente a las relaciones de clientela, sino entender su peso e importancia en la forma como se ha organizado la política, y por qué son prácticas que resisten tanto a su desaparición.

El clientelismo resiste a la desaparición porque el Estado (el colombiano, y otros) no llega directamente a la sociedad, no tiene esa capacidad. Por eso se necesitan intermediarios, y esas intermediaciones se pueden dar en una forma clientelar o populista. En Colombia hemos favorecido convencionalmente una intermediación clientelista.

En el balance, no se puede decir que el gobierno Petro haya llegado al poder sin clientelismo, pero eso no lo hace más o menos legítimo que los gobiernos anteriores, pues ningún gobierno en la historia reciente ha llegado al poder sin cierta forma de clientelismo. 

LSA:

¿Cuál es la diferencia que existe entre clientelismo y corrupción?

ADG:

Si bien clientelismo y corrupción son fenómenos semejantes, no son lo mismo. Una forma de ponerlo es en los siguientes términos: el clientelismo es el uso privado de recursos públicos con fines políticos. La corrupción es el uso privado de recursos públicos con fines privados. Eso hace toda la diferencia porque en la práctica clientelar pasan cosas que no son necesariamente ilegales, aunque estén en el borde, mientras que la corrupción sí es ilegal siempre.

En muchas prácticas clientelares, el político tiene que devolverle algo a quienes se comprometieron con apoyarlo, porque si no es así, la relación se rompe. Hay cierta reciprocidad. En la corrupción ese no necesariamente es el caso. Lo que tendrán que mostrar las investigaciones judiciales es si el gobierno de Petro no solo ha sido clientelar, algo que se sabe, sino si ha incurrido en prácticas corruptas.

LSA:

¿Cómo cree que le pegan estos escándalos a los votantes de Petro?

ADG:

Yo creo que la gente muy petrista lee en esto, solamente, una serie de estrategias y de campañas difamatorias para impedir que Petro pueda gobernar y mantener el poder. Los reafirma en su petrismo.

Creo que muchos de los que pudimos votar por Petro en segunda vuelta, porque no queríamos a Rodolfo y muchos sectores que de pronto le habían dado un mínimo de espacio a Petro para creer en él, empiezan a sentir que es lo mismo de siempre, que sigue la misma corrupción, etc. De esto las marchas de hoy son una demostración. Y por eso mismo es muy difícil que el Pacto Histórico y su corriente se sostengan en 2026. La sociedad colombiana sigue en eso dividida y, en muchos sentidos, fragmentada. 

LSA:

Petro prometió cambiar el país, pero para hacerlo se alió con la clase política tradicional. Una apuesta diferente a la de su opositor Sergio Fajardo, que decía que había que cambiar la forma de hacer política, no comprometer principios. ¿Qué le indica este contraste sobre la forma de llegar al poder en Colombia?

ADG:

¿Cuántos políticos llegan a sus cargos por voto de opinión? La mayoría llegan porque tienen unas clientelas que cultivan, a las que les cumplen con algunas promesas a cambio de votos. Ese es el método a través del cual, desde las regiones, los partidos tradicionales, como el Partido Liberal o el Conservador, han cultivado su fuerza en el Congreso, como lo mostraron en las elecciones legislativas del 2022.

En concreto, quienes llegan a la presidencia llegan con una mezcla de opinión y clientela. Y eso lo entendió Petro, que para llegar al poder se trajo gente que le pudiera poner votos, como eran Armando Benedetti, Roy Barreras y Alfonso Prada. Esa tarea la hicieron bien. Ahora esas fichas ya no las tienen y eso se ha notado en la dificultad para aprobar sus reformas en el Congreso. Si fuera por el discurso de Sergio Fajardo, nadie llega a la presidencia en el país.

En todo caso, que así se llegue a la presidencia no es algo que comprometa la democracia en Colombia, pues este sigue siendo un país donde las elecciones a la presidencia son competitivas y no se sabe de antemano quién va a ser el ganador. Apenas en el siglo XXI hemos tenido un presidente de derecha (Uribe), centroderecha (Santos), derechita (Duque) e izquierda (Petro), y eso muestra que las elecciones no están decididas de antemano. 

LSA:

Ahora que vienen las elecciones regionales, se especula que el Pacto Histórico entra débil. ¿Qué lectura hace del rol del clientelismo en las elecciones regionales de octubre y, en general, en la estrategia electoral del Pacto Histórico?

ADG:

El Pacto Histórico tiene un problema de cara a las regionales de octubre y es que no tiene candidatos. A duras penas ha intentado ocupar los cargos públicos que tiene que proveer, y tienen dificultades para lanzar candidatos en muchas partes.

Algunas alianzas que parecían fuertes en algunas regiones son ahora dudosas. Parecía que el Pacto iba con Rodolfo Hernández, pero Rodolfo está inhabilitado en Santander. En la Costa, lo de Nicolás Petro le quita toda posibilidad al Pacto Histórico de quitarle alguna porción de poder al clan Char.

Entonces, el gran reto para la izquierda es el de confirmar su importancia a nivel nacional, y en este momento es difícil confirmar en las zonas donde ganó Petro, empezando por Bogotá, donde el Pacto no tiene una lista fuerte para el Concejo, y mucho menos alcalde o la alcaldesa. El problema es que le faltan candidatos para jalonar tanto el voto de opinión como el que podría lograr a través de alianzas clientelistas. 

Soy la practicante de La Silla Académica. Estudio Literatura y Narrativas Digitales con una opción en Periodismo. Anteriormente trabajé en el departamento editorial de Perífrasis: Revista de Literatura, Teoría y Crítica.

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.